SANTA QUITERIA EN LA ESTACADA

José Luis Cebrián Muñoz


 

 

Quizás no me conozcas, por eso me presento y te saludo. Yo soy la humilde aulaga que floreció por mayo en el extenso prado de la Ermita de Santa Quiteria. La aulaga complaciente nacida entre rubores y entre suaves calores de dulce primavera. A mis oídos llegan rumores acallados de pasos sigilosos desde el Frasno cautivo.

Pero ayer, por sorpresa, sentí la estaca hundirse como un certero sable en mi espalda dolida. Hasta once lanzadas despertaron mis sueños. Once golpes de mazo dicen que se escucharon subiendo a Santa Cruz. Once gritos de furia. Once cajas de trueno. Once ráfagas limpias del sempiterno cierzo. Cada golpe fue un rayo partiendo la tormenta. Cada grito un espasmo abriendo los cerezos. Lloraron los olivos sus tristes aceitunas. Y la noche cayó, como tinaja rota. Los vinos se vertieron por la extensa llanura buscando en el vinagre su acidez infecunda. Pasaron las miradas leyendo los mensajes y los ojos negaban lo que el corazón sentía.

 

 

Ahora es el silencio el que yace clavado. Y mis espinas crecen, aún más aceradas. Quizás pase otro año o tal vez cien inviernos. Mientras yo sea aulaga el rumor seguirá.

Muchos piensan que Santa Quiteria acabará desplomándose sobre sí misma. Nosotros tenemos un sueño y una esperanza. Por ello reclamamos la atención de todos los vecinos con estos carteles colocados sobre estaquillas de madera. Puede ser que no sirva para nada, pero cada uno tiene la obligación ética de poner su granito de arena.

La cartelería delante de Santa Quiteria pudo ser vista por todos los romeros que el sábado subieron a Santa Cruz. En total, fueron colocadas once estacas con sus correspondientes llamadas de atención o denuncia. Al menos ese día, la Ermita de Santa Quiteria estuvo en boca de todos los vecinos.

 

 

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