JUAN MANUEL MIÑARRO

Jesús Abades


 

 

El complejo camino del genio, del creador, ha estado siempre plagado de proezas que delatan una personalidad fuera de lo común. Su modélico oficio lo exculpa de los tormentos que debemos sufrir las gentes anónimas para estar al día y, quizás por ello, del mismo modo que los ángeles tienen bula en el estamento de las creencias, yo incluyo a quienes llevan una vida dedicada a la creatividad.

Muchos buenos ratos se pasan al lado de Juan Manuel Miñarro, la verdad es que muchos menos de los que a uno siempre le gustaría pasar. Muchas conversaciones, puntos de vista, risas, entrevistas y sobre todo muchas miradas al mundo del arte que, de la mano del escultor, pueden ser siempre diferentes y estimulantes.

Por si fuera poco, a ello se unió el 25 de julio de 2006 la feliz circunstancia de tenerlo en uno de los proyectos de este portal, no sólo como participante, sino también como maestro contemporáneo de escultura sacra cuyo nombre ha figurado entre los autores de las mejores piezas españolas sobre el tema. Un reconocimiento en toda regla del que, lamentablemente, la inmensa mayoría de los autores son receptores a título póstumo.

El arte de Miñarro, compuesto por obras mayores y menores como todo ser humano, tiene la cualidad de permanecer ajeno a la industria en que se ha convertido buena parte de la imaginería religiosa hoy en día, una maquinaria que exhibe santos bonitos al por mayor y no conoce de nombres, de exquisiteces, de refinamientos ni de creaciones únicas. Los números aprietan y pasan factura, y el marketing, ese ambiguo ectoplasma que nunca sabes dónde está, va camino de asestar la puñalada final a los grandes maestros del gremio.

Quizás por ello, por mantener el tipo e ir por la vida de pájaro exótico, de especie en extinción que antepone el oficio de artista a las cuentas bien llevadas y a la cuadratura del balance, en ocasiones la envidia hace estragos sobre su trabajo y su prestigio. Ya se sabe como se trata en Sevilla al prójimo. Pero, por muchos que algunos griten, injurien y pataleen, todo pasa... pero Miñarro queda.

 

Volver          Principal

www.lahornacina.com