EL ARTE COMO HERRAMIENTA CONTRA LA LGTBIFOBIA

Jesús Abades (12/07/2021)


 

"Andábamos con gran silencio
siguiendo el hilo a la muralla;
y en cada cerebro vacío
un terrible recuerdo entraba,
y conmovía a cada uno
el terror sobre nuestra espalda".

Oscar Wilde ("La balada de la cárcel de Reading")

 

 
 
Raffaella Carrà (Rainer)

 

Una de las mayores grandezas del movimiento LGTBIQ+ es su capacidad de saber adaptarse a las peores circunstancias para reclamar sus derechos y ganar terreno en su trayectoria, imparable ya pese a los crímenes y a los maltratos diarios. Primero ante las inevitables restricciones de movilidad y de concentración de personas para contener la pandemia, y luego ante las brutales cargas frente a la indignación por el asesinato del joven Samuel Luiz, el colectivo sabe estar a la altura y se vuelca hacia la protesta solidaria pero contundente, como debe ser contra los que quieren pisotear su gran pancarta, que simboliza dignidad y libertades por encima de todo. Quieren al "diferente" muerto o, cuanto menos, estigmatizado y silenciado.

Es muy triste, pero España siempre ha necesitado una colonia de mártires para la movilización de sus gentes. Ahora ya no hay quien la pare. Son incontables las nuevas acciones convocadas en las próximas semanas. Las mujeres y los hombres del siglo XXI de nuestras ciudades, de nuestros barrios, se visten con sus mejores galas arcoíris para decir que son cómplices y que comparten los mismos objetivos de igualdad.

Comienzan a pasar a mejor vida los políticos del "pinkwashing" sacando pecho en el congreso y las grandes plazas, vociferando una hipócrita rebeldía que luego se transforma en zancadillas legales y recortes de partidas para continuar la lucha. Tampoco interesan ya sus inútiles asociaciones con sus megáfonos descomunales y sus gritos ensayados por los timadores de turno. Esta vez es la facción civilizada del pueblo real la que se pone en primer plano para pedir paso a la visibilización, a la convivencia y al "basta ya". Esa parte del pueblo es la que está, por primera vez, protagonizando sus propios pasos con consignas de tolerancia que salen del corazón, aunque ello haya costado la sangre de un inocente para abrir ojos y lavar conciencias.

Stonewall se reinventa y lo hace en nuestro país. En Estados Unidos fue Judy Garland la que inspiró el movimiento, ahora en España es Raffaella Carrà, otro icono universal del colectivo, la que le pone música, y ese reality tan necesario, pese a las críticas, llamado "Maestros de la costura" el que lo vestirá deshilvanando todos los tabúes. Que la Carrà fuese italiana y no española, pese a su fuerte vínculo con nuestro país, no debería importar. Lola Flores dijo de ella que había tenido que venir de Italia para darle el homenaje que nadie en su tierra le hizo. Casi 30 años después las cosas no han cambiado. Un senegalés ha sido el único que, más allá de lo que podían hacer sus amigas, le ofreció ayuda a Samuel. España muchas veces avergüenza.

Pero no es este un artículo de rencor, sino de esperanza. Por eso me quedo con la necesidad de denunciar y de reivindicar derechos que pueden perderse si no los protegemos, y ello es tarea de una educación y una justicia amparadas por gobiernos cuyas medidas no deben tomarse como eslóganes de cara a un electorado débil sino como compromisos en pro de la mejor ciudadanía: una enseñanza que forme en el respeto y la diversidad y unas leyes que frenen la discriminación, las fobias y los discursos de odio de cualquier tipo.

Y por supuesto el arte, que pese a sus enormes posibilidades terapeúticas, apenas hemos usado contra cualquier enfermedad, LGTBIfobia incluida. El arte ha sido una herramienta vital para cambiar la sociedad, no siempre para bien por muchas obras impagables que nos hayan regalado los artistas, pero ahora es el momento de una transformación donde intenciones y frutos sean igual de positivos a nivel humano. Hemos tenido buenas y exitosas experiencias por parte del MNAC, la XMAC o CentroCentro, estas dos últimas en vigor. Y vienen muchas más para blindar la integración y dinamitar estereotipos culturales. Se demuestra así lo fácil y eficaz que es el uso del arte contra cualquier problemática excluyente de esta índole, así como sus efectivos resultados.

 

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