LOS KOFRAUDES DE PUERTO HURRACO

Jesús Abades


 

 

A pesar de que sus desbarres ocupen dilatados minutos en los debates de arte e historia cofrade, el único atractivo que deben suscitar semejantes esperpentos es el arqueológico.

Contemplados sin necesidad de visitar Altamira o Atapuerca, detectamos unos fósiles de la España profunda, la España analfabeta, la España intolerante, en definitiva la España negra; la España del gatillazo matutino de pacharán, de la tertulia-dominó y del "con nosotros o contra nosotros". Una España que yo personalmente odio: la de los tópicos. Por suerte, la renovada amplitud de miras que cada vez se afianza más en la Semana Santa del siglo XXI, los ha convertido en unos especímenes a extinguir.

Bochornoso es el adjetivo que mejor describe su justificada, que no honrosa, fama de personajes del lado oscuro del mundillo cofrade a través de injurias y calumnias contra quienes no les bailan el agua en los medios. Sus defensores, bastante pocos y casi todos de su misma calaña, los escudan en la labor que hacen en la hermandad a la que pertenecen, quizás sin darse cuenta de que, a la larga, el perjuicio prevalece sobre el beneficio.

De hecho, perpetrar un arduo despotrique público al tiempo que se ejercen funciones activas en una Junta de Gobierno sólo contribuye a dejar el cotarro a la altura del betún, por mucho que se pretenda lo contrario. En realidad, lo único arduo que tienen estas criaturitas es la mezquindad derivada de un fascismo ideológico, que propone tanto la caza de brujas para todos aquellos que no aplauden su criterio, como el derecho de vejar y amenazar toda teoría u opinión con la que están en desacuerdo, pese a que, con el transcurso del tiempo, lleguen a apropiársela como suya sin mediar previa disculpa.

No es de extrañar, por tanto, que cuando los cofrades de buena voluntad se tropiezan con estos kofraudes de Puerto Hurraco, los califiquen de inestables acomplejados y agresivos, como todos aquellos a los que le gusta jugar al ratón y al gato cuando se le espetan las cuatro verdades, y que se revuelvan indignados ante su curriculum de improperios, persecuciones e hipocresías coreadas por bufones que destilan idéntica bajeza. Quizás sus neuronas les den para eso, para comer... y para de contar.

 

Volver          Principal

www.lahornacina.com