INTERINTOLERANCIA

Jesús Abades


 

 

Hay una emisora de televisión, en las cavernas por merendar más naftalina de la cuenta, que, resentida con quienes no comparten su mentalidad obscena, perversa y esquizoide, no pierde comba para meterse con ellos.

No hay nada peor que ser un apolillado mental, dejarse pisotear por los suegros, por los empleados del hogar, por los hijos, ser un retrógrado, hacer la pelota a quienes pagan viajes caros y colocan al consorte, ir de lúcido, estar por encima del bien y del mal y, para colmo, creerse la leche cuando todo se lo escriben sus parejas, con las que no se llevan porque antaño les hicieron creer que eran frígidas o impotentes.

Una cosa es hacer críticas a un gobierno, algo con lo que no puedo estar más de acuerdo, y otra muy distinta arremeter vilmente contra la mujer, los artistas, la homosexualidad, la transexualidad, el síndrome de Down o los enfermos de SIDA, por poner varios ejemplos, y encima con boqueras que solo escupen veneno, gacetilleando al estilo del lado más oscuro del corazón mientras se creen la reencarnación de Susan Sontag.

Su problema es que, en el fondo, pierden el oremus por todos esos colectivos que tanto humillan y pisotean; quieren vampirizarlos in extremis y llevarlos a sus armarios, que seguro están llenos de muertos. Como no pueden, viven obsesionados por su libertad y se pasan sus podridas crónicas metiendo pullazos sobre ellos.

La solución va a estar en poner realmente todas las apologías contra la libertad individual a la altura delictiva de la apología del nazismo; o bien que, fruto de su mala baba por carecer de dignidad, sigan soltando indemnizaciones millonarias por los juicios que pierden sistemáticamente en los tribunales. A la larga, fijo que echan el cerrojazo. Lo mejor es que, dentro de unos años, ni siquiera nos acordaremos de sus casposas caras.

 

Breve epílogo a lo escrito breve: Lo de arriba está escrito con la mala uva del que está harto de una cadena que confunde cada diez segundos la libertad de expresión con la patente de corso para insultar, vejar y vomitar mierda. Una cadena autodefinida como muy católica, muy apostólica y muy romana, pero para nada cristiana. Es mi testimonio que, por supuesto, puede ser compartido o no. Seguramente no lo será por quienes forman parte del público habitual de la cadena. Solo os digo lo que algunos televidentes ya saben: valéis mucho más que para perder el tiempo con los que quieren más a las telarañas de su estudio que a la especie humana. Y es que tales modelos de desvirtudes sólo sirven para una moraleja: la mala gente lo es hasta el final de sus días.

 

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