VUELTA A LAS CAVERNAS

Jesús Abades y Sergio Cabaco


 

 

Qué aburrimiento, queridos cofrades de buena voluntad. Qué cruz la vuestra de tener que juntaros o, peor aún, someteros a quienes padecen de mentalidad retorcida y prepotencia terminal a la hora de despreciar la plena igualdad entre hombres y mujeres. Qué pesadez ese negarse a ser justos y coherentes. Cuánta mala fe.

Por si fuera poco las amenazas recibidas por parte de la primera mujer costalera de Sevilla -a la que han llegado a acusar del hundimiento de la Semana Santa por ejercer su derecho al costal y a la trabajadera- ahora recogen en la vecina Córdoba el testigo de la intolerancia al vetar a dos costaleras y arremeter, de paso, contra las cuadrillas mixtas argumentando rozamientos, situaciones incómodas y demás disparates que nos dejan las orejas desolladas.

Fíjense ustedes que nosotros creíamos que, ya fuesen hombres y mujeres, hombres solos o mujeres solas, a la hora de meterse bajo el paso, tarea complicada y con derroche de concentración donde las haya, los portadores o portadoras debían ser una piña de hermanos cofrades dispuestos a calzar los pies de Jesús y María para recorrer las calles de su ciudad. No sabíamos que también diera tiempo y ganas de meterse mano con nocturnidad y alevosía. Qué ignorantes somos a veces por no darnos cuenta de las posturas tan soeces que a veces adoptamos, aunque sean las únicas posibles para sacar un trono a la calle. Dios mío, lo qué hay que oír. 

Como era de esperar, la alcaldesa de Córdoba, una de las más tenaces defensoras de la igualdad de género en nuestro país, ha puesto el grito en el cielo y, respetando el ámbito de las competencias de cada cual, ha defendido la presencia de cuadrillas mixtas y femeninas en la Semana Santa de Córdoba y de cualquier otro entorno cofrade. Como era también de esperar, los costaleros varones, compañeros de las dos chicas expulsadas, han manifestado su rechazo radical a lo que es una injusticia y una discriminación perfectamente denunciable. "Debajo del paso no da tiempo a pensar en otras cosas; es un día de penitencia y uno va pensando en sus sentimientos y que está llevando a la Señora de Córdoba", ha dicho muy acertadamente uno de ellos.

La verdad es que no se merece la Abadesa del Llanto ni otros iconos cristianos en los que mucha gente deposita su fervor, sus emociones, sus secretos y sus más íntimos anhelos, sea cual sea su sexo, raza u orientación sexual, a reaccionarios de semejante calibre rigiendo sus destinos. Difícil de calificar, por otro lado, las trabas hacia mujeres cuyo deseo es portar una divinidad femenina. Quizás "fuera de lugar" fuese el calificativo más adecuado.

Ante este cúmulo de circunstancias en pleno siglo XXI, casi no nos atrevemos a preguntarnos qué será lo próximo que suceda en contra de la mujer cofrade. Quién sabe, a lo mejor rechazan a una buena vestidora de años por no darle a la Dolorosa el puntito macareno que el nuevo vestidor borda con primor. Quizás las saeteras deberían ceñirse a cantar sólo a las Vírgenes para no incurrir en dobles interpretaciones. Probablemente las escultoras tengan que empezar a plantearse otra profesión, no sea que resulte indecoroso exponer o procesionar sus obras junto a las de sus colegas masculinos. Si nos lo proponemos, hasta podremos volver a las cavernas. Por separado, eso sí.

 

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