NUEVAS OBRAS DE FRANCISCO ROMERO ZAFRA PARA MÁLAGA

09/09/2005


 

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El autor de ambas obras es el escultor e imaginero cordobés Francisco Romero Zafra. Su destino es la parroquia malagueña de Nuestra Señora de Gracia, ubicada en la zona de Cerrado de Calderón. Se trata de la propia titular del templo, una imagen de la Virgen con el Niño realizada en talla completa, y un Cristo crucificado sin advocación, fijado a un arbóreo madero por cuatro clavos.

Nuestra Señora de Gracia es una efigie mariana que podemos identificar con el modelo de "Eleousa" o "Mater Amabilis" extendido por Europa desde el medievo para dar un mayor naturalismo a las por entonces hieráticas imágenes de la Virgen con el Niño. Hablamos de una imagen de marcados rasgos juveniles y dulce expresividad. Ha sido concebida como escultura de bulto redondo, aplicando una cuidada policromía de motivos vegetales y un delicado estofado de oro fino en sus ropajes.

El gran sentido escultórico con el que ha sido concebida la obra, que mide 230 cm con la peana, se justifica por su ubicación en la cabecera del templo junto con la talla del crucificado que comentaremos a continuación.

Su idealizado rostro queda enmarcado por una cabellera pincelada en tonos castaños. Sus ojos han sido policromados por el autor en la madera de cedro, sobre la preparación de estuco. La nariz es recta y afilada, y la boca, cerrada, esboza una amable sonrisa. El delicado giro de la cabeza hacia el lado derecho da cuenta del maternal realismo que Romero Zafra ha querido imprimir en la obra.

María porta al Niño, que aparece profundamente dormido, en su mano izquierda, siendo una pieza labrada separadamente de la Madre. En la derecha lleva una rama de azucenas, símbolo de la pureza virginal y labrada, al igual que la corona y la media luna, por el orfebre cordobés Emilio León. Está previsto añadirle una ráfaga, repujada también en plata de ley, en los próximos meses.

Llama la atención el magistral modelado de los paños de la túnica y el manto de la imagen, policromados en tonos rosados y azules, respectivamente. De escabel le sirven el globo terráqueo y una nube de la que emergen tres cabezas de ángeles, uno de tipo caucásico, otro latinoamericano y otro de raza negra. Todo el conjunto se asienta sobre peana barroca en la que aparece, sobre fondo marmóreo, el nombre de la imagen.

 

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Respecto a la escultura de Cristo crucificado, tallada también en madera de cedro, supone un punto de inflexión en la trayectoria de Francisco Romero Zafra al mostrar unos grafismos que se apartan un tanto de lo ofrecido hasta ahora en su producción cristífera.

El recuerdo del montañesino Cristo de los Cálices o de la Clemencia es evidente, aunque el autor afirma que el único condicionante que recibió a la hora del encargo fue que representara a Jesús dulcemente muerto en la cruz, de ahí que la cabeza aparezca suavemente desplomada sobre su hombro derecho.

Las ramas de la corona de espinas, muy frondosa, han sido labradas en el mismo bloque del cráneo, siendo los pinchos de acacia superpuestos. El bello y depurado rostro muestra los ojos cerrados, nariz hebraica, pómulos hundidos y boca entreabierta que deja ver en su interior la lengua y la dentadura talladas. El cabello, peinado con raya al centro, es abundante, cayendo una guedeja sobre el lado derecho y recogiéndose la melena por el izquierdo hacia la espalda. Los brazos se muestran colgantes del travesaño, en abierto ángulo, y anticipan una anatomía esbelta y vigorosa.

El perizoma es de gran singularidad al no ser cordífero y apenas presentar plegados de sujeción en las caderas, cayendo suavemente el lienzo por ambos lados hasta la altura de las corvas y dejando el muslo izquierdo más descubierto que el derecho. Al estar asido al madero por cuatro clavos de forja, los pies no quedan superpuestos sino cruzados, el derecho sobre el izquierdo. Las manos quedan horadadas por las muñecas.

Es un Cristo cruento, aunque sin estridencias. Presenta numerosas contusiones en el rostro, hombros, pecho y piernas, fruto de los maltratos y las caídas en el camino hacia el Calvario. El rostro aparece surcado por varios hilos de sangre, resultando el efecto sangrante más abundante en la herida del costado derecho, como consecuencia de la lanzada de Longinos, y en las laceradas rodillas.

La imagen, que carece de potencias y mide 2 metros de altura, muestra una policromía aceitunada de ricos matices, según el estilo típico del escultor. En los próximos días, será expuesta junto con la Virgen en la capilla del Pilar de la catedral de Málaga antes de ser ubicadas ambas en su emplazamiento definitivo.

 

Nota de La Hornacina: acceso a la galería fotográfica de las obras a través de cualquiera de los dos iconos.

 

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