PINAZO, SOROLLA Y MONGRELL: PINTURA EN TORNO A 1900
16/01/2022
La Fundación Bancaja presenta Pinazo, Sorolla y Mongrell: pintura en torno a 1900, una exposición que reúne a tres grandes maestros de la pintura valenciana cuyas trayectorias artísticas se sucedieron en el cambio del siglo XIX al XX: Ignacio Pinazo (1849-1916), Joaquín Sorolla (1863-1923) y José Mongrell (1870-1937). La muestra podrá visitarse hasta el 31 de julio de 2022 en la sede de la Fundación Bancaja en Valencia (Plaza de Tetuán, 23) dentro del siguiente horario: martes a domingo, de 10:00 a 14:00 y de 16:30 a 20:30 horas. La exposición, a través de una decena de obras procedentes de la colección de la Fundación Bancaja, Casa Museo Pinazo (Godella), Colección Familia Lladró y colecciones particulares, revela la presencia de la pintura decorativa por encargo en Pinazo, Sorolla y Mongrell, junto a otras obras de los artistas. Comisariada por Isabel Justo, la muestra refleja estrategias y actitudes diferentes desplegadas por los tres artistas para expresarse en estos proyectos aún a pesar de las restricciones que un encargo pudiera entrañar. Por otro lado, se contraponen ejemplos de pintura de caballete de los mismos autores. En el cambio del siglo XIX al XX se sucedieron las trayectorias de estos tres grandes maestros de la pintura valenciana. Era todavía la época en la que la burguesía se afanaba en demostrar su categoría social a través del lujo y la ostentación. La residencia burguesa no sería una excepción y para su decoración se convocaría a los más afamados creadores. Esta exposición muestra las estrategias expresivas que Pinazo, Sorolla y Mongrell desplegaron en sus proyectos decorativos aún a pesar de las restricciones que un encargo suele entrañar. Por otro lado, contrapone ejemplos de pintura de caballete de los mismos autores, invitando a la reflexión. |
En el caso de Joaquín Sorolla, la exposición enfrenta uno de sus encargos más importantes de primera época, el inmenso panel titulado "Yo soy el pan de la vida" (1897), con tres exquisitos apuntes realizados en Biarritz y San Sebastián cuando ya era un gran artista consagrado, en 1906 y 1917. La diferencia entre el estilo de estas cuatro obras no radica tanto en su distancia temporal como en la libertad de la que disfruta un artista cuando pinta para sí. No obstante, en el caso del "Yo soy el pan de la vida" algunos elementos permiten que el genio de Sorolla escape a encargo tan preciso como el de Rafael Errázuriz para su casa en Valparaiso (Chile). En este gran lienzo (imagen superior) no faltan los hallazgos más felices del mejor Sorolla de pescadores: destaca la luz del atardecer sobre las aguas (estas más serenas que las del mar); la luminosidad atraviesa el velamen de la barca que lleva a Jesús y a sus discípulos; y coloridos brochazos componen la indumentaria de los individuos que se arremolinan en torno a la barca. Ni siquiera faltan los niños que suben jugando a las embarcaciones. Podríamos buscar algunos de estos elementos en las tres pequeñas manchas de color que acompañan al gran lienzo decorativo en esta exposición Pinazo, Sorolla y Mongrell: pintura en torno a 1900. Los personajes, esas mujeres que cosen o leen con la luz reverberante de la playa, están compuestos a partir de brochazos de colores claros que dibujan sus indumentarias, semejantes a las túnicas de las personas que rodean al Cristo de "Yo soy el pan de la vida". El trabajo de luz que atraviesa el velamen de la barca está también en los toldos de la playa de Biarritz y de las figuras sentadas en la playa de San Sebastián. El colosal lienzo "Yo soy el pan de la vida" constituye un ejemplo excelente de la pintura decorativa del Sorolla de la primera época. Con el tiempo realizará algunas de sus obras maestras en otro encargo para una decoración, la de The Hispanic Society of America. |
En Pinazo, Sorolla y Mongrell: pintura en torno a 1900 se muestra "Bacante y amorcillo" (imagen superior, 1890) de Pinazo, en la que no deja de sorprender que Salvador González Gómez aceptara de buen grado una escena de alto contenido erótico realizada para colocar en el techo de su casa en la avenida valenciana Navarro Reverter. La maestría de Pinazo al representar la escena consigue que no se trate de una escena contemporánea cargada de erotismo, sino de una estampa mitológica protegida por el velo de la cultura clásica a la que cita. La excusa clásica a la hora de presentar el desnudo no es una excepción en la obra de Pinazo como se aprecia también en "Niño tocando el aulós" (1890). Ignacio Pinazo puede que sea, de los tres, el pintor más rebelde a la hora de ceñirse a los dictados de un encargo, bien fuera un retrato o un gran panel diseñado para ambientar un interior. Aun así Pinazo era perfectamente capaz de controlar su expresividad moderna y valiente. Lo hizo en numerosos retratos como en "Retrato de los niños Amparo y Antonio Martorell" (1886) que se presenta en esta muestra en una de sus versiones más libres. De José Mongrell se ha alabado su mesura y equilibrio, la armonía clásica y el gesto ponderado de sus modelos, incluso su querencia por la pintura japonesa, de la que se declaraba gran admirador. El pintor valenciano pasó gran parte de su vida profesional en Barcelona, aunque mirando y añorando siempre Cullera, el rincón de Valencia que pintaba siempre y al que procuraba regresar cada verano. Dos de los lienzos de la exposición están firmados en Cullera: "El piropo" (imagen inferior) y "El beso" (hacia 1910 y 1909, respectivamente). La relación de Mongrell con el cariz más utilitario de la pintura incluye la obra "Alegoría de la música" (hacia 1908), también en la exposición Pinazo, Sorolla y Mongrell: pintura en torno a 1900. Este cuadro adornó uno de los salones de la primera planta del modernista Edificio Ortega (1906, Manuel Peris Ferrando) en la avenida Marqués del Turia 9 de Valencia. Se trata de una pieza realizada ex profeso para dialogar con la arquitectura, que literalmente abrazaba el lienzo con sus modernistas tentáculos de escayola, de los que todavía se aprecian las huellas. El comedimiento propio de las esculturales figuras a las que tiene acostumbrado al espectador Mongrell, se repite en los personajes alegóricos, desde los pequeños amorcillos desnudos a la misma representación de la música. La figura femenina principal comparte con las habituales protagonistas de José Mongrell los ojos claros, la tez rubicunda y cabellos largos y cobrizos. |
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