REAPERTURA DE LA CATEDRAL DE ALBARRACÍN (TERUEL) TRAS SU RESTAURACIÓN

14/09/2016


 

 

Coincidiendo con el 20 aniversario de la Fundación Santa María de Albarracín, se inauguró el pasado 8 de septiembre la restauración de la Catedral del Salvador de Albarracín. Ha sido el último trabajo de entidad del Centro de Restauración de la Fundación. En la Catedral se estuvo trabajando desde el año 2010, a golpe de programas anuales de actuación, aunque contó con otras dos fases iniciales tras la aprobación de su Plan Director, en el año 1999, dirigido por el arquitecto Pedro Ponce de León.

Sin duda esta Catedral, junto con el Castillo principal de la ciudad, constituyen el compendio monumental más importante de Albarracín, asociado a su peculiar evolución histórica. Como se ha constatado claramente en su misma restauración, la actual Catedral se construye en el XVI, y se remodela dos siglos después, aunque también han aparecido importantes huellas precedentes que ratifican una primitiva edificación medieval. Su origen puede remontarse a la mezquita mayor de la primera medina islámica de los Banu-Razín.

La restauración de la Catedral ha supuesto una evidente mejora arquitectónica y un impresionante enriquecimiento monumental. Se ha saneado todo el exterior del monumento desde la torre y su ábside (imagen inferior), que constituyen la unidad frontal más visible, hasta el cuerpo del coro y las criptas que caen hacia el río, en el extremo opuesto. Sin embargo, ha sido la intervención interior la que ha deparado más sorpresas, con la aparición de determinados elementos arquitectónicos y decoraciones históricas de entidad, que enriquecen sustancialmente su fisonomía actual, recogiendo su largo proceso constructivo.

Los responsables de la restauración casi se topan con una nueva catedral. Los hallazgos encontrados primero en las bóvedas del coro, se han sucedido en toda la nave central, hasta la capilla mayor. Son decoraciones ocultas bajo el despiece grisáceo que homogeneizaba en oscuro el interior del monumento, y cuya eliminación ha supuesto uno de los trabajos más costosos de esta restauración. Se trata de la decoración del siglo XVIII, que es la que se ha rescatado en prácticamente todo el cuerpo central de la catedral.

 

 

En concreto es ésta una impactante decoración colorista y luminosa que afecta sobre todo al ámbito celeste de la edificación, desde la gran moldura que remata los muros laterales en todo el perímetro de la nave central. Los nervios de la bóveda estrellada que cubre esta nave se encontraron totalmente decorados, con sencillos y vistosos colores, de tonalidades diferentes que cambian según los tramos que separan los arcos fajones de esta techumbre abovedada. Este colorido es más rotundo, por extenso, en torno a los óculos, enmarcados por cortinajes abiertos de profusa decoración, con angelotes, lacerías, plumas, conchas... en los que también se ha reinstalado el alabastro que tuvo en su origen. Desde el ancho entablamento perimetral, igualmente marmolizado en tonalidades anaranjadas dominantes, tan sólo las pilastras que enmarcan las capillas laterales se encontraron decoradas con sencillos encadenados geométricos, de tosca profundidad, que conectan con los zócalos también marmolizados, que se extienden incluso por los muros bajos de casi todas las capillas.

En la capilla de Santa Ana y en la del Bautismo, primera y última de la alineación epistolar derecha, se han encontrado los restos más antiguos de la catedral. Son restos medievales de naturaleza arquitectónica y pictórica respectivamente. Mientras en la capilla de Santa Ana se hallaron los sillares acuñados del monumento precedente al actual, un destacado arco solio y unos abocinados ventanales góticos, en la capilla del Bautismo, por el contrario, se halló una interesantísima decoración mural de muy buena factura en general. Se trata de una Piedad, cuya escena principal en torno a la figura de Cristo, se localiza a los pies de la cruz, limitada en el nivel superior de la representación, por la crucifixión de ambos ladrones a uno y otro lado, entre un minucioso escenario natural utilizado de fondo. Estas pinturas debieron cubrir casi la totalidad de la capilla primitiva, aunque con calidades diferentes a las descubiertas en su muro frontal.

En la capilla de acceso desde la Plaza de la Seo, los restauradores encontraron un abigarrado esgrafiado vegetal, entre algunas representaciones animales. Cubre parcialmente los muros, y la totalidad de su cúpula con linterna, en cuyas pechinas aparecen desgastados ángeles músicos. A la derecha del portón de entrada, bajo el sobrepuesto retablo de San Ignacio de Loyola, se localizó la hornacina original con remate moldurado, y la referencia escrita de la posible modificación del espacio: "Joaquín Murciano Infanta que Dios guarde Muchos años, a 8 de Mayo del Año 1776".

Igualmente sorprendente es el hallazgo de toda una capilla del siglo XVI, con sus interesantes grisallas decorativas en bastante buen estado de conservación. Representan episodios diferentes de la vida de Cristo, parcialmente dañados por la apertura última de huecos. Con la retirada del relleno de escombros de su falso suelo, esta llamada capilla de la Circuncisión ha recuperado su integridad formal, incluido su reinstalado retablo, y también su acceso original desde el claustro.

 

 

 

También el claustro ha mejorado sustancialmente. Además de perfilar el acceso a otra capilla contigua a la anterior, se ha rescatado su color original, se han restaurado sus dos retablos del siglo XVII y algunas imágenes del importante vía crucis que le circunda (imágenes superiores). Sin embargo, la obra de mayor entidad ha sido la restauración de la capilla de la Inmaculada, conocida como "Parroquieta", también del siglo XVI, con impactantes grisallas alusivas, en este caso, a la vida de la Virgen. Junto con su ampliación lateral, las nervaduras de la techumbre del claustro se hallaron ligeramente policromadas, en atención a la gran reforma barroca del complejo catedralicio.

El claustro es un conjunto cerrado, con fisonomía dieciochesca en los corredores, y con aspecto del siglo XVI, en su patio interior, rescatado con la intervención primera abordada con la Escuela-Taller, hace más de veinte años. Cuenta con planta rectangular, con bóvedas con lunetos cubriendo los corredores, y de arista en los cuatro ángulos. Los ventanales apuntados cobijan hacia el interior una sucesión ordenada de óculos con alabastro bajo una significativa moldura de yeso. En el patio, estos arcos, abiertos sobre un refuerzo de muro rematado con losa de rodeno, se suceden entre contrafuertes alternativos. En el suelo, se abrió un gran aljibe que recoge las aguas de lluvia de la catedral, y que debió alimentar de agua corriente al Palacio Episcopal.

Los trabajos en el claustro han consistido en el saneamiento de los muros interiores, con la recuperación de su colorido original, similar al del yeso rojo del terreno en altos zócalos, molduras y arcos fajones, en su cubrimiento. También se ha limpiado el patio interior, con el tratamiento de las estructuras de madera que posee, como cualquier edificio de Albarracín. Asimismo, se ha cambiado la iluminación, y con el curso de retablos, se han restaurado los dos retablos que se sitúan en el muro angulado de la Catedral. Hemos tenido que repintar puertas, y altares de obra, y fijar la extraordinaria pila de agua bendita, que hay junto al acceso a la catedral, entre otros trabajos menores.

Respecto al retablo mayor, se trata de una obra del siglo XVI, atribuida a Cosme Damián Bas, que fue construido entre los años 1566-1570, y que está dedicado a la Transfiguración de Cristo. Se policromó unos cien años más tarde, por un dorador llamado Rillo, y bajo los auspicios del Obispo José Tris. En sintonía con la relevancia que ostenta, es un mueble de grandes proporciones que supera los catorce metros de alto por doce de ancho. El cuerpo principal está constituido por imágenes a tamaño natural, cobijadas en diferentes hornacinas, y alusivas a la vida de Cristo. Mientras en las calles laterales se encuentran a un lado y otro, la Anunciación, san Pedro y san Pablo, en la principal se localiza bajo la crucifixión, y sobre un destacadísimo sagrario, la ya mencionada Transfiguración. En los guardapolvos laterales aparecen esculpidos los evangelistas, y en la bancada se sitúan, minuciosamente talladas, las escenas del nacimiento y la adoración, a ambos lados del sagrario. También, se abren dos formidables puertas con bajo relieves, desde las que se accede al tras-sagrario. Todo el bien queda rematado por la esfinge del Padre Dios, en la parte superior del retablo.

 

 

Se ha instalado en la Catedral una nueva iluminación general, así como un nuevo sistema de sonido y una adecuada calefacción radiante bajo el nuevo solado de barro cocido. Siguiendo los fragmentos de un antiguo pavimento que se encontraron bajo algunos retablos y bajo las cojoneras de la sacristía por ejemplo, se decidió reinstalar un nuevo suelo de barro, preservando, eso sí, el del presbiterio, dado su inmejorable estado de conservación. Siguiendo precisamente la disposición en damero de este espacio, se volvió a instalar en la nave central un barro artesano de fabricación actual, entre marrón chocolate y amarillo paja, que pasa a dibujo alfombrado en las primitivas capillas laterales. El resto de los habitáculos colaterales se han pavimentado con baldosa rojiza, igualmente de barro cocido.

Entre los materiales localizados en el almacén del recinto catedralicio, destacan algunas singulares piezas que resultaron ser parte de un monumento funerario (imagen superior) que parecía encontrarse muy completo. Dicho monumento contaba incluso con ocho hacheros, que pudieran decorar sus ángulos, provistos de curiosas incrustaciones de taracea en sus bases. Son hasta un total de diez piezas, que debían ser de fácil montaje por su carácter efímero, quizás en un solo nivel, y con algunas piezas de conexión entre los lienzos hallados. Con la figura del rey en el centro y las del papa y obispo a uno y otro lado, siempre flanqueadas por esqueletos, atribuidos a la muerte, con sus respectivos atributos, en atención a la grandeza de los personajes representados. En detalle, lo constituyen por separado las piezas aisladas de cada lado de esta posible forma geométrica, con decoraciones muy populares y coloristas, que se van completando con lienzos sucesivos, que se ensamblarían entre sí, en atención a los goznes que poseen, dando la forma predispuesta. Son, por otra parte, decoraciones en sarga, sin prácticamente preparación del lino sobre el que pintan directamente. 

Con todo este concienzudo trabajo de restauración, la Catedral del Salvador de Albarracín presenta hoy con una inmejorable semblanza actualizada, de reforzado valor histórico por los importantísimos hallazgos rescatados. La tarea, sin embargo, no ha concluido. Además de los sistemáticos mantenimientos, para anualidades sucesivas quedará la intervención en la impresionante capilla del Pilar, y la catalogación y conservación preventiva de los numerosos bienes muebles almacenados bajo coro, y en la sala capitular de la misma catedral, estos últimos parcialmente restaurados ya.

La intervención integral de la Catedral de Albarracín es una de las obras más importantes que la Fundación Santa María de Albarracín está ejecutando, y sin duda alguna, de las más significativas abordadas hasta la actualidad. Es uno de los patrimonios más importantes de la ciudad de Albarracín, que como hemos apuntado fue construido en el siglo XVI, sufriendo diversas actuaciones y mejoras a lo largo de la historia. 

 

 

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