NUEVAS ADQUISICIONES DEL MUSEO DE BELLAS ARTES DE SEVILLA

Con información de Europa Press (14/08/2011)


 

 

El Museo de Bellas Artes de Sevilla ha incorporado a su colección permanente las pinturas Huida a Egipto, una obra anónima del círculo del pintor sevillano Bartolomé Esteban Murillo, y El Conde de Urgel en Poder de los Hombres del Rey Fernando de Antequera, del catalán José María Tamburini, así como el lienzo Bailaora, Antonia la Gallega (F1), del artista vasco Ignacio Zuloaga, depositado por el Museo Reina Sofía de Madrid.

El óleo sobre lienzo Huida a Egipto, adquirido por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, está datado entre finales del siglo XVII y comienzos del XVIII. La escena representada está sacada de los evangelios apócrifos y narra el momento en que la Sagrada Familia hace un alto en el camino para descansar a la sombra de una palmera. En la composición del cuadro destaca una diagonal en la que se sitúan los personajes principales y va desde la Virgen hasta el ángel que, en escorzo, coge la cesta de manzanas. Otro grupo recoge los dátiles que van a ofrecer a la familia; San José lleva la vara de azucenas, símbolo de pureza y de haber sido elegido por Dios como marido de María, y les acompaña San Juan Bautista, que aparece con el cordero y lleva granadas, símbolo del amor, la fecundidad y la unión.

En Huida a Egipto predominan los tonos ocres, animados por el rojo y el azul de los paños de los ángeles y destaca una iluminación barroca. Cabe resaltar igualmente la iluminación, barroca en el juego de luces y sombras de los ángeles de la palmera y más destacada en las figuras principales.

 

 

Por su parte, el óleo sobre lienzo El Conde de Urgel en Poder de los Hombres del Rey Fernando de Antequera, de José María Tamburini (F2), es una donación de Antonio Girona Godó. El cuadro se inspira en un hecho histórico de la vida del conde de Urgel, uno de los aspirantes a la corona de Aragón tras morir sin descendencia el rey Martín el Humano.

Desde el punto de vista plástico, dicha pintura destaca por la exactitud en la descripción de los detalles, la destreza técnica, la intensa brillantez de su colorido y lo equilibrado de la composición, llena de fuerza dramática. La obra pertenece a la primera etapa de Tamburini, quien se formó en la Llotja y completó su aprendizaje en París y posteriormente en Roma, donde entró en contacto con los continuadores de Fortuny.

Por último, el lienzo Bailaora, Antonia la Gallega (1912), pintado en París por Ignacio Zuloaga, es como hemos apuntado un depósito del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, que viene sustituir al Retrato de Madame Malinovska del mismo autor, que ha vuelto a Madrid después de haber estado expuesto en el Museo de Bellas Artes de Sevilla desde el año 1976.

Este cuadro es también un retrato femenino de cuerpo entero que corrobora la importancia que este género tuvo en la obra Zuloaga. En este caso, el artista presenta a una bailarina, mujer de carácter, que se planta de pie frente al espectador con autoridad y fuerza. La modelo está detenida, con el único movimiento de sus manos, y aparece de tres cuartos, sin referencia espacial ni ambiental. El fondo es neutro, aunque formado por una especie de remolino agitado que subraya la energía y fuerza expresiva del personaje.

 

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