RESTAURACIONES DE CARLES SALAFRANCA PARA EL TEMPLO SEVILLANO DEL SANTO ÁNGEL

Juan Dobado Fernández y Carles Salafranca Porcar (15/12/2023)


 

 
 
 
 
 
 

 

El restaurador ha realizado labores de conservación en un retablo manierista de principios del siglo XVII que fue colocado ayer en la capilla sacramental. Se convierte así en el retablo más antiguo de la iglesia conventual, ya que los demás son de mediados del siglo XVII en adelante, con lo que enriquece notablemente el rico patrimonio del templo.

A raíz de la donación de esta valiosa pieza que se encontraba en el comercio de arte, efectuada por feligreses particulares, y que, curiosamente, procedía de otro antiguo convento carmelita, la comunidad del Santo Ángel agradece a los fieles su colaboración en la conservación y acrecentamiento del patrimonio conventual.

El retablo lleva los escudos del Carmen Descalzo. En toda su predela vemos escenas de santos carmelitas, como Santa Teresa o San Alberto. Se ha colocado en el lateral de la capilla, junto a la escultura del Cristo de los Desamparados tallada por Martínez Montañés, ya que es de la misma época del crucificado.

Este retablo, que puede proceder de algún convento desamortizado de la Orden Carmelita y ser de la escuela castellana, aunque no se descarta la andaluza, es del primer tercio del siglo XVII. Consta de banco o mesa de altar, realizada en el siglo XVIII, con tonalidades marmorizadas. Sobre el mismo se levanta el altar, con la citada predela decorada con escenas carmelitanas y ángeles. El cuerpo central del retablo se articula mediante columnas estriadas ante pilastras, rematándose con frontón curvo partido con volutas, dejando el centro para un ático rectangular con frontón curvo que alberga una pintura del Niño Jesús, también del siglo XVIII.

La calle central no albergaba ninguna imagen, por lo que se ha colocado el busto-relicario de Santa Teresa relacionado con la escuela de Gregorio Fernández, que estaba sobre un sencillo pie en ese mismo lugar.

 

 
 
 
 
Comparativa. Estado inicial y final

 

Esta pequeña talla (45 cm) representa a San José con la vara florida y llevando al Niño de la mano. Realizado en madera, estofado y policromado, puede fecharse alrededor del siglo XVII y atribuirse al entorno de Alonso de Mena. Ha sido parcialmente repolicromado en el XVIII y se le han añadido ojos de cristal al santo.

En general, su estado de conservación era bastante deficiente, con distintas faltas tanto matéricas como de estratos polícromos. A nivel de soporte, observábamos como principal alteración los numerosos faltantes en las manos de ambas tallas: la izquierda de San José no conservaba prácticamente ninguna falange, y al Niño Jesús le faltaba al completo la mano derecha y todos los dedos de la izquierda, así como parte del pie derecho. Por otra parte, y en contraposición, el soporte se encontraba bastante estable a nivel estructural, sin xilófagos ni otra alteración salvo dichos faltantes. En el dorso tenía una grieta por la separación de los embones de madera que construyen el volumen de la talla. A nivel de preparación y policromía, existían multitud de faltas de estuco que habían retirado consigo el color superficial.

La peana de esta figura, aunque quizás no fuese la original, aparecía adherida a un tosco listón de madera reforzado con cuñas y clavos de forja. De las zonas gallonadas que presenta, le faltaba una en la parte posterior, así como varias zonas de erosión y falta de preparación.

Atendiendo a todas esas patologías, se planteó una intervención que consistió en una limpieza general suave de la pieza y posterior desmontaje de la peana, eliminación de partes mal adheridas y consolidación puntual de la policromía con cola orgánica y calor controlado.

A mayor abundamiento, se realizó una limpieza físico-química de ambas tallas y de la peana, procurando no profundizar ni eliminar el repinte realizado en el siglo XVIII; más acusado en San José, que presenta tonos más rosados, mientras que el Niño conserva una policromía anterior, de aspecto algo más tosco y tonalidades más amarillentas. Asimismo, se aplicó un barnizado intermedio de protección a toda la pieza, de acabado satinado con resina sintética, y se reintegraron a nivel volumétrico los faltantes, para lo cual se utilizó resina epoxídica bi-componente para madera, que permite el modelado en fresco y, tras su curación, el posterior tallado y lijado. También se estucaron las lagunas con masilla sintética de base acuosa y, tras su enrasado y texturización, se reintegraron cromáticamente todos los faltantes con una primera base acuosa de acuarela, y, tras un primer barnizado, con retoque final de colores al barniz.

Se optó por la utilización de las técnicas del regatino y del puntillismo, según la dimensión y ubicación de las lagunas, para discernir las partes intervenidas de las originales. En las zonas doradas, se realizó una selección cromática efecto oro, y para los estofados, se añadió una leve línea dorada realizada con oro en polvo disuelto en barniz. Finalmente, se protegieron las piezas con barniz pulverizado, de acabado satinado.

 

 
 
 
 
Comparativa. Estado inicial y final

 

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