EXPOSICIONES EN EL CAAC POR EL DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER

08/03/2019


 

Con motivo del Día Internacional de la Mujer, el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC) inaugura dos muestras sobre dos mujeres artistas, dos generaciones, dos miradas que representan el presente y el futuro del arte de nuestro país. Ambas muestras son visitables en la Zona Monumental del CAAC (Cartuja de Santa María de las Cuevas, Avenida Américo Vespucio 12 y Camino de los Descubrimientos s/n, Sevilla) hasta el próximo 25 de agosto de 2019 en horario de 11:00 a 21:00 horas (martes a sábado) y de 10:00 a 15:30 horas (domingos y festivos). Lunes, cerrado.

 

 

Ana Barriga. De animales a dioses

Se trata de un proyecto específico realizado para dos espacios del CAAC: el Refectorio y la Capilla de la Magdalena de la antigua Cartuja Santa María de las Cuevas. En esta exposición comisariada por Yolanda Torrubia y Juan Antonio Álvarez Reyes, la artista Ana Barriga (Jerez de la Frontera, 1984) busca establecer una relación entre las distintas etapas históricas de estos espacios: primero como lugar donde se hallaban y utilizaban de forma cotidiana los objetos de cerámica (monasterio), luego como fábrica de porcelana en sí y, por último, con la presencia de iconos/figuras de la cultura visual contemporánea (de Trump a Zuckerberg).

El terreno habitual de Ana Barriga es la pintura, aunque en sus creaciones están presentes la escultura y los objetos decorativos o cotidianos, que suelen ser los elementos representados en ellas. Pero esta representación no siempre es fiel, sino que al configurar estos elementos, como ella misma explica, "los pinto, rompo, mutilo, ensamblo o compongo de tal o cual forma, como si estuviese jugando con ellos", de forma que cuando afronta una pieza "pruebo, borro, repinto, modifico e incluso intervengo con espray como si se tratara de un acto vandálico hacia mi propia pintura"

La obra "De animales a dioses" (imagen superior, 2018-2019) es un gran políptico formado por 10 piezas a modo de retablo, lo que acentúa su carácter religioso, junto con el uso de la simetría, símbolo de la divinidad. Realizado para el antiguo Refectorio, es una vanitas moderna: de dónde venimos, nuestras vacuas aspiraciones terrenales y la muerte como destino que a todos nos iguala pese a la acumulación de poder y riqueza, y frente a las ambiciones y deseos de grandeza. La obra es un retrato múltiple de 7 cabezas (de Eva y Adán a Trump y Zuckerberg), número basado en las muñecas rusas, que, a su vez, provienen del juego japonés del Dios Shichi Fukujin, una especie de contenedor de siete dioses de la fortuna. Cada cabeza que se abre, muestra los principios que le son afines, y, por tanto, la interrelación que existe entre las distintas fuerzas, finalizando en el extremo en una calavera como símbolo de la muerte, destino común a todos. Está realizado en óleo, esmalte, rotulador y espray. Según la artista, "el óleo resulta casi cárnico, una materia desagradable y opaca, sin veladuras, con el fin de que cada pincelada sea rotunda y decisiva. Mezclarlo con esmalte, más industrial y artificial, me acerca al equilibrio y refleja lo que somos, cuerpo y el espíritu, lo tangible y la espiritualidad. El rotulador, a su vez, me permite plantear un dibujo que da volumen, y el spray es como un acto vandálico hacia mi propia pintura y la imagen en sí, porta a la imagen de diferentes significados".

Por su parte, "Adán y Eva" (imagen inferior, 2019), realizado para la pared frontal de la antigua Capilla de la Magdalena, es un cuadro pintado con las mismas técnicas que el anterior aunque predominando el esmalte, porque a la artista le interesa mostrar la artificialidad de lo representado: "todo lo que aparece es mentira, una trascripción personal del pasaje bíblico, en la que habría igualdad entre el hombre y la mujer y la divinidad quedaría relegada a un elemento más del paisaje". La obra se constituye a través de dos figuras sin rostro, únicamente diferenciadas por su sexualidad. Una escena donde vuelven a aparecer Adán y Eva representados mediante una especie irreal que oscila entre el cuerpo de perro y el del cerdo, para ofrecer simbólicamente una imagen que pretende abundar en la condición humana. Mientras, junto a una gran cruz como símbolo totémico aparecen los frisos, pintados con monjes cartujos en relación con sus propios intereses, dando como resultado figuras conocidas de la cultura popular como la bolsa de Judas, Mister Potato o el cantante Maluma.

Ana Barriga es licenciada en Bellas Artes por la Universidad de Sevilla (US), cursando también cursos de Técnico Superior en Artes Aplicadas a la Piedra y en Diseño Mobiliario y Ebanistería en Sevilla y Cádiz. Sus obras están colecciones como la Fundación Focus-Abengoa, La Térmica Málaga, Ayuntamiento de Antequera, Ayuntamiento de Jerez de la Frontera y CAC de Málaga, entre otras privadas y públicas.

 

 

Soledad Sevilla. La Algaba, Vélez-Blanco, El Rompido

Juan Antonio Álvarez Reyes es también el comisario de esta muestra formada por tres instalaciones llevadas a cabo por Soledad Sevilla en distintos lugares de Andalucía entre 1990 y 2000, que son ahora reconstruidas en la Zona Monumental del CAAC, en concreto en la iglesia, la Capilla de Colón y la Sacristía. Para la reconstrucción se ha contado con la colaboración de once alumnos de la Facultad de Bellas Artes de la US.

Desde principios de los años 80, a partir de su estancia en Estados Unidos, Soledad Sevilla (Valencia, 1944) amplió su campo de acción a las instalaciones. En este medio artístico no sólo es una de las pioneras en el Estado español, sino también una de las que más ha desarrollado sus posibilidades, en muchas ocasiones en relación con diversas tipologías de espacios públicos. Aunque inició su andadura en los años 60 dentro de la pintura geométrica, su paso por el Centro de Cálculo acentuó su atención por algunos aspectos ligados a la repetición y a la variación de módulos y líneas. Estas últimas, las formas y los entramados que con ellas construye, han sido durante buena parte de su carrera elementos característicos de su forma de entender y construir no sólo su pintura, sino también diversas instalaciones de suelo y de hilos.

El proceso creativo de la artista se basa en la contemplación del entorno y en la reivindicación de la mirada que inicia el análisis y, posteriormente, la acción. También característico de su evolución es la rigurosidad y la enorme capacidad de trabajo que tanto sus series pictóricas como sus instalaciones requieren. La relación entre sus pinturas e instalaciones es compleja y participa de un proceso de retroalimentación continuo, siendo una u otra, según los casos, el desencadenante de una serie, para posteriormente requerir de la otra para su desarrollo. Su claro interés y capacidad para entender el espacio, ya sea bidimensional o tridimensional, es una herencia de sus inicios en la pintura analítica y geométrica, que ha ido profundizando y ampliando con los años.

Esta exposición en el CAAC recorre Andalucía de occidente a oriente mediante tres paradas geográficas que son también tres tipologías de instalaciones en relación con los espacios históricos para las que fueron concebidas. La primera de ellas parte de su experiencia espacial y sensorial en El Rompido (Huelva), materializada para su exposición en el IVAM, en el antiguo convento que es hoy sede del Centre del Carmen. Soledad Sevilla se inspiró en la antigua almadraba de El Rompido, situada en la barra de arena separada de esta localidad de Huelva por el río Piedras, en un paraje natural protegido. Actualmente se encuentra abandonada tras la desaparición del atún en la zona por el desarrollo del polo químico y, por tanto, en estado de destrucción paulatina. La artista visitó el lugar y quedó fascinada por cómo la arquitectura de las naves que forman parte de la almadraba, va siendo destruida por la naturaleza, y concibió la instalación como un espacio amplio por donde penetra un haz de luz a través de una gran grieta abierta de suelo a techo en un muro. Enfrentada a esa grieta de luz, dispone una reproducción en bronce de la misma grieta contraponiendo los conceptos positivo y negativo, luz y oscuridad, opacidad y transparencia; una de ellas deja ver la materialidad del bronce, y la otra, la inmaterialidad de una luz interior. De esta forma Soledad Sevilla explora las relaciones y tensiones entre la naturaleza y la creación, entre la grieta natural y la construida como obra, en una instalación que enfrenta a ambas dentro del espacio en el que se recrea el de la almadraba de El Rompido.

De esta instalación, donada recientemente al CAAC, partió la idea de esta muestra, que se expandió enseguida a Vélez-Blanco (Almería), siguiente parada tanto cronológica, como en el avance de la muestra. La intervención en el castillo supuso un hito y su recuperación ahora, reformulando su manera de ser exhibida en otro espacio monumental, es también una nueva ampliación de la colección mediante donación de la autora. La instalación original evocaba la arquitectura renacentista del patio de honor del castillo, proyectando sobre las paredes en ruinas los elementos arquitectónicos y decorativos del mismo que fueron sustraídos. Estos elementos renacentistas, elaborados a principios del siglo XVI en mármol de Macael, fueron vendidos en 1904 al anticuario francés J. Goldberg, que los trasladó a Francia (donde algunos de los relieves han permanecido, hoy expuestos entre el Musée des Arts Décoratifs de París y el Musée Goya de Castres) para en 1913 venderlos a George Blumenthal, coleccionista de arte americano, que compró las piezas para decorar su casa de Manhattan. A la muerte de Blumenthal, que había sido presidente del Metropolitan, el patio pasó a formar parte de la colección del museo, donde fue instalado en 1964 tratando de hacer una reconstrucción "fidedigna" del estado original en Vélez-Blanco. Para adaptación esta instalación en el CAAC se ha dado una vuelta de tuerca a la idea de reinterpretación, reconstrucción y representación. Así, se ha esbozado con pintura el aspecto del patio en 1992 en ruinas y sobre éste se proyectan tres vídeos de 110 segundos de duración, con la aparición de la reconstrucción del Metropolitan, pero también con su desaparición en un bucle continuo atrapado en el tiempo.

Por último, cierra la exposición "Toda la Torre" (imagen inferior, 1990) una instalación diseñada por Soledad Sevilla para la Torre de los Guzmanes de La Algaba (Sevilla) que se configuraba a través de tramas de hilos en el interior mediante dos espacios, la noche y el día. Además, la terraza se cubrió con una lona azul que conformaba el cielo. En esta exposición se han trasladado al CAAC dos de los lugares intervenidos en la Torre de los Guzmanes: los hilos de la noche se disponen en el altar de la antigua iglesia, mientras los del día se entrecruzan en lo que fuera la sacristía. Las tramas de hilo de algodón ocupaban los espacios como metáforas de las ráfagas de luz diurna o nocturna, de forma que la luz se convertía en un material de la instalación y hacía penetrar el exterior en los peculiares espacios interiores. Mandada construir por Juan de Guzmán y Torres, primer señor de La Algaba, con función defensiva y residencial, a partir del siglo XVI la torre dejó de utilizarse y quedó abandonada. Fue almacén, refugio, incluso cárcel y actualmente es un espacio cultural y monumento. Se trata de una construcción mudéjar del siglo XIV realizada en ladrillo visto y con una altura de 27 metros dividida en cuatro plantas; la baja, primera y segunda cerradas con bóvedas, la tercera abierta en el centro y rodeada por pórticos abovedados y para finalizar una terraza que rodea al patio descubierto de la tercera planta.

Soledad Sevilla (Valencia, 1944), realizó estudios en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Jorge en Barcelona. Su larga carrera expositiva se inició en 1969. Desde entonces hasta la actualidad, sus obras se han expuesto en galerías y centros como la Fundación Rodríguez Acosta de Granada, el Museo de Bellas Artes de Málaga, el Museo Nacional de Damasco, el IVAM de Valencia, Soledad Lorenzo (Madrid) y Ferm (Malmö).

 

 

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