LA PORCELANA DE MEISSEN EN LA COLECCIÓN BRITZKE. 1709-1765

09/08/2009


 

 

La Obra Social y Cultural de Caja Segovia celebra en las Salas del Palacio del Torreón de Lozoya una importante exposición que lleva por título La Porcelana de Meissen en la Colección Britzke. 1709-1765, organizada y patrocinada por la entidad. Con ella, Caja Segovia quiere recordar en España el descubrimiento de la pasta que hizo posible la fabricación de la verdadera porcelana, un acontecimiento que tuvo lugar en Meissen, Sajonia, en 1709 -hace por tanto 300 años- de la mano del químico y alquimista alemán Johann Friedrich Böttger.

Tras su fundación, la manufactura de porcelana de Meissen alcanzó una fama inmensa y la fórmula, pese a haber sido celosamente guardada, fue imitada, de modo que en su pasta y en su decoración se basaron las numerosísimas fábricas de porcelana que se fueron creando en Europa: Du Paquier en Austria (1718), Doccia en Florencia (1737), Capo di Monte, Nápoles (1743), Nymphemburg en Baviera (1744), Fürstemberg en Westfalia (1746), Berlín (1751), Le Nove en Venecia (1752), Frankenthal en el Palatinado (1755), Chelsea en Inglaterra (1755), Ludwigsburg en Wurttemberg (1758), Kloster Veilsdorf en Turingia (1760), Buen Retiro en Madrid (1760), etcétera

Es esta la primera vez que se muestra en nuestro país una colección de porcelana de Meissen de esta importancia, con el valor añadido de que abarca los primeros cincuenta años de la producción de tan famosa manufactura, el periodo más brillante de la misma. Ello se ha debido a la especial complicidad de Brigitte Britzke, que ha dedicado toda su vida a reunir una interesante colección de piezas específicamente dieciochescas, las más difíciles de encontrar en el mercado y de ver en exposiciones monográficas.

La porcelana es un invento medieval chino muy apreciado que comenzó a llegar a Europa a través de las caravanas que cruzaban Asia. Eran piezas consideradas de altísimo valor debido a su exquisitez (“oro blanco” se las ha llegado a llamar). En los albores del Renacimiento, Portugal hizo importantes importaciones de porcelana a través de su ruta marítima por el Cabo de Buena Esperanza y sus factorías de Macao; posteriormente se le unirían en este comercio España, Holanda, Inglaterra, Dinamarca, Francia, etcétera.

Durante varios siglos se generalizaron en Europa los intentos por conseguir imitar tan preciada mercancía. Los primeros resultados se consiguieron en Florencia en 1575, bajo el mecenazgo del Gran Duque Francisco I Medici, gracias a una información que llegó desde Oriente Medio; con ella, se consiguió hacer una pasta muy aceptable con la que se produjeron piezas con formas chinas, pero esta producción sólo duró unas décadas, desapareciendo posteriormente. No será hasta 1709 cuando se descubra en Europa el componente secreto, el caolín.

La exposición está estructurada en siete secciones; a través de ellas el espectador irá contemplando los logros técnicos, los cambios de modas y las diversas temáticas que se cultivaron en el campo ornamental. Las primeras pastas que elaboró Johann Friedrich Böttger al servicio del monarca Augusto I el Fuerte, rey de Polonia y elector de Sajonia, protagonizan el capítulo inicial. Böttger, primeramente, hizo unos buenos barros rojizos y después porcelana, lo que desembocó en que el rey firmara el 23 de enero de 1710 la patente para la creación de una fábrica de porcelana. Durante los años siguientes, de la llamada “porcelana de Böttger”, se fabricaron sobre todo vajillas para las bebidas exóticas -café, té y cacao- y como adornos se sobreponían, a veces, ramas de rosal, hojas de acanto y otros elementos de plantas. Aunque ya era posible pintar las piezas con oro, la policromía no resultaba tan fácil, al no soportar las pinturas las altas temperaturas de cocción. Muchas de sus primeras obras fueron repintadas en oro posteriormente en Augsburgo, tal y como podrá verse en la exposición.

 

 

Las llamadas "Chinerías" o temas chinos de vida cotidiana, escenas portuarias, paisajes y escenas de caza, nos introducirán después en otro de los logros de Meissen, el color, un avance en el que tuvo mucho que ver el pintor Johann Gregorius Höroldt y el arcanista Samuel Stötzel. Höroldt dirigió un equipo de artistas dedicados a la decoración de porcelanas con estas iconografías. Los relatos de viajes y grabados sobre China servían de base para las pinturas de las figuras chinas, que se ejecutaban con gran imaginación.

En el desarrollo de la decoración oriental, tercer capítulo de la exposición, incidió el hecho de que el rey poseyera una colección bastante impresionante de porcelanas orientales y su idea de que en la planta baja de su pequeño “Palacio japonés”, que adquirió en 1717, se expusieran exclusivamente piezas chinas y japonesas. Para completar dicha colección la fábrica tenía que hacer copias exactas (ahorrándose así las caras importaciones) y fueron incontables las veces que se llevaron piezas a la fábrica para que fueran copiadas.

A continuación el espectador encontrará la llamada “Decoración pintada en azul bajo vidriado”, epígrafe que viene a significar que las pinceladas se aplicaban en azul sobre la pieza directamente para finalmente aplicar un barniz transparente antes de su posterior cocción. La colección de Augusto el Fuerte incluía numerosas porcelanas chinas y japonesas con pintura en azul bajo vidriado, que fueron también copiadas en la manufactura. Después de la muerte del rey Augusto del Fuerte, en el año 1733, disminuyó el interés por las chinerías y los decorados europeos se situaron en primer plano. El escultor Johann Joachim Kaendler, contratado por la fábrica, desarrolló muchas nuevas ideas, siendo de las más llamativas “los decorados en relieve”, que marcan en parte el nuevo estilo; sobre ellos flores, pájaros, escudos y un sinfín de nuevos motivos vinieron a animar las novedades plásticas.

La sexta sección reúne una serie de “Piezas Galantes”, en alusión al rococó imperante en la Europa de mediados del siglo XVIII. Aquella sociedad galante y sofisticada demandaba numerosas piezas con un gusto irrenunciable por la belleza: vajillas y cubiertos, tabaqueras, cajitas de rapé, pequeños frascos de perfume, petacas de peregrino, figuras con perros cuyas cabezas se podían desmontar, alfileteros, atacadores de pipa, etcétera, se adornaron con toda la gama de decorados ornamentales existente hasta entonces, de la cual da buena cuenta la exposición.

La última parte de la muestra se ha dedicado a las figuras. En el período barroco las mesas de los banquetes de la corte se adornaban profusamente con plata, centros y figuritas hechas de azúcar y tragacanto (una resina de goma), que se realizaban en las pastelerías de los palacios. Estas piezas se podían guardar y utilizar varias veces. A lo largo del siglo XVIII las figuras de porcelana van a ir sustituyendo a estas figuras perecederas para decorar las mesas. La principal misión de las piezas creadas por Johann Joachim Kaendler y sus colaboradores era la de adornar los banquetes. Las fiestas palaciegas solían celebrarse bajo un lema específico, creándose por ello nuevos grupos de figuras para contribuir a la diversión de los invitados, sobre todo por la larga duración de las comidas y cenas que constaban de numerosos platos. Entre ellas existen temas galantes, mitológicos, alegóricos, músicos, los llamados “gritos de París” ó de la “Commedia D`Arte”, religiosos, costumbristas, etcétera.

 

Hasta el 30 de agosto de 2009 en el Torreón de Lozoya (Sala de Exposiciones
Caja Segovia, nº 5 de la Plaza de San Martín) Horario: laborables, de 17:00 a 21:00 horas;
sábados y festivos, de 12:00 a 14:00 y de 17:00 a 21:00 horas; lunes, cerrado.

 

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