Se trata de dos figuras que representan a la Virgen del Rosario y San Marcos, patronos de El Saucejo (Sevilla), para procesionar en las capillas laterales del paso del Cristo de la Sangre. Miden 45 cm y están realizadas en madera de caoba policromada y estofada. La decoración pictórica está realizada en los colores habituales de cada iconografía, resuelta a base de dibujos silueteados sobre fondo dorado. La minuciosa labor se completa con una delicada policromía de tonos claros que muestra mayor intensidad cromática en los frescores.

En la composición de la Madonna, el artista resuelve la figura, que porta el rosario con la mano derecha y se alza sobre un escabel de formaciones nubosas, con un contrapposto, apoyando la pierna derecha y basculando levemente el torso hacia su izquierda, donde reposa el Niño Jesús, que sujeta en su mano el orbe de nácar con cruz de plata. La delicada cabeza de María, levemente girada a su derecha, se cubre con paño minuciosamente plegado, dejando entrever algunos mechones de pelo que caen a ambos lados del cuello.

Por su parte, San Marcos aparece escribiendo el evangelio, sujetando la pluma (de orfebrería, al igual que el nimbo) con la mano derecha y el libro con la izquierda. Caprichosos pliegues del manto sobre el hombro y la rodilla provocan fuertes efectos de claroscuro, al tiempo que permiten el lucimiento de escultor y dorador. A los pies del santo, que mira al cielo en busca de la claridad divina, se halla reposando el rugiente león que lo simboliza, ya que una de las primeras fases de su evangelio nos dice: "voz que clama en el desierto".