SEVILLA Y LISBOA, JOSÉ DE RIBERA Y LUIS DE MORALES. LA OBRA INVITADA

27/09/2014


 

 

El Museu Nacional de Arte Antiga de Lisboa y el Museo de Bellas Artes de Sevilla han intercambiado dos pinturas de mérito dentro del programa "La Obra Invitada". La institución portuguesa ha recibido de la capital hispalense una obra de José de Ribera (1591-1652) titulada Santiago el Mayor (imagen superior), que fue ejecutada hacia 1638, año de notable actividad del pintor valenciano en la Cartuja de Nápoles.

Las figuras aisladas de apóstoles y filósofos de la Antigüedad fueron un tema predilecto en la trayectoria de Ribera. Admirando dichas piezas el público tiene la sensación de estar ante retratos tomados del natural, personalidades que transmiten un efecto de presencia, de interpelación real y sobrenatural.

Santiago se halla representado como un joven tranquilo y decidido que mira de frente al espectador. La capa roja, sujeta con la concha de peregrino, aparece como estandarte de su apostolado en España. Este óleo sobre lienzo, cuyas medidas son 120 x 97 cm, constituye un magnífico ejemplo de la pintura fuertemente naturalista, misteriosa y tenebrista de Ribera. Permanecerá en el museo lisboeta hasta el 11 de enero de 2015.

 

 

Por su parte, el museo sevillano ha recibido de Lisboa la obra Ecce Homo (Cristo de la Caña Verde), un óleo sobre tabla pintado por Luis de Morales (hacia 1515/1520-1586) en 1565. Esta pintura, cuyas medidas son 179 x 94 cm, es una muestra excepcional de los prototipos iconográficos popularizados por el afamado pintor pacense apodado "El Divino", siendo el Ecce Homo un modelo clave en su producción artística. Estará expuesta en el Museo de Bellas Artes de Sevilla hasta el 4 de enero del próximo año 2015.

La figura está de pie sobre una losa que simboliza el Santo Sepulcro, va coronado de espinas y acompañado de otros símbolos como la vara y el manto rojo que preludian su inmediato e ineludible destino, la Pasión. Al igual que el Santiago de Ribera, Jesús aparece representado de cuerpo entero, sobre fondo oscuro, aislado y solo, haciéndose evidentes tanto los nítidos perfiles de la figura principal como las sombras y texturas que desvelan su perfecta anatomía y los pliegues de las telas. Es muy probable que perteneciera a algunos de los retablos del monasterio de Santo Domingo de Évora, concretamente al situado en la Casa del Capítulo.

La portentosa figura mantiene una perfecta simetría en su configuración, siendo la mano que sostiene la fina caña, a modo de cetro real, el centro de la composición. El potencial comunicativo y devocional de la imagen se ve reforzado por la iluminación cenital que baña la figura, destacando suavemente su volumen sobre el fondo y enfatizando su languidez anatómica. La expresión ausente, de recogimiento espiritual, y su mirada perdida restan dramatismo a la representación, alejándose de cualquier evidencia de dolor físico.

 

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