NUEVA OBRA DE JOSÉ ÁNGEL PONCE VÁZQUEZ

Antonio Martínez Rull (25/10/2011)


 

Galería de Fotos

 

Realizado en barro cocido, José Ángel Ponce presenta su nueva obra en el Monasterio de Santa Rosalía de Sevilla. Se ha escogido este sevillanísimo lugar por la vinculación que el artista tiene con la comunidad de religiosas Capuchinas, quienes al ver la obra concluida y antes de ser entregada, pidieron al imaginero dejarla con ellas un tiempo, siendo cautivadas por la hermosura del Niño que representa.

Nos muestra la imagen del Niño de Dios en actitud de bendecir a quienes lo contemplan. La escultura ha sido realizada dentro de los cánones del último barroco, gustando de un amaneramiento de las formas que conecta a la perfección con la candidez y hermosura propia de la tierna infancia que representa. Nos encontramos ante una reinterpretación de dichos cánones con la aportación creativa del autor que tras asimilar modelos antiguos lo sintetiza en una obra que siendo contemporánea conserva el sabor añejo.

Anatómicamente, el artista presenta un gran dominio de la técnica a la hora de representar la morbidez propia de un cuerpo que inicia la vida, todo ello potenciado por la policromía, exquisita en tonos nacarinos, con un fuerte predominio y contraste de acentos rosáceos en las zonas más delicadas de la piel tan del gusto dieciochesco, con clara inspiración en la porcelana llegada de la Corte de Francia. Para los ojos, el artista ha decidido pintarlos, optando por un tono azulado en contraste con la encarnadura. El pelo, de color castaño, está dispuesto mediante grandes mechones en movimiento partiendo de la coronilla. La escultura podríamos encuadrarla dentro del estilo preciosista donde se cultiva el detalle y la exquisitez de las formas.

Iconográficamente el Niño se muestra abriendo sus brazo en actitud de acogida, inspirando a quienes lo contemplan la seguridad de saberse queridos por Dios. Su semblante, a la vez que risueño, da muestra de la profundidad del alma que encierra a todo un Dios encarnado. Su mirada apunta la infinitud de un corazón que lo abarca todo. La desnudez y fragilidad del cuerpo indefenso del Niño deja traslucir la fuerza y el amor que encierra la segunda persona de la Trinidad.

En la galería de fotos que presentamos se observa la imagen bellamente ornada por finas ropas procedentes del ajuar de uno de los Niños del monasterio. Todas las piezas fueron confeccionadas por las religiosas en el siglo XVIII. El primero de los vestidos consiste en una túnica acasacada, bordada en seda marfil combinada con oro fino. Muy curioso es el terno sacerdotal consistente en alba realizada en hilo y encajes, confeccionado en el taller conventual, casulla, estola y manípulo bordados en oro, talcos y lentejuelas sobre raso blanco. El hecho de presentarlo de esta manera responde al concepto teológico que define a Cristo como sacerdote, víctima y altar.

Quizás el tercero de los conjuntos, consistente en una camisa de tul bordada en seda, sea el que le da un mayor sabor monacal. Las monjas quisieron ver al niño con esta ropa tan propia de la infancia, siendo deleite de la comunidad contemplar la humanidad que mostraba. Este detalle da prueba de la unción que respira la imagen, fundamental en la imaginería. Vivimos una época artística en que las obras son perfectas en su ejecución pero carentes de vida. La imaginería es un arte que está dirigido a una finalidad concreta que no es otra que servir al culto y fomentar la devoción a aquellos que contemplan la imagen. De ahí que hayamos escogido este entorno para presentar la escultura. Cuando las obras son expuestas en los museos están descontextualizadas. Somos de la opinión que estas imágenes no son acabadas por el autor. Sin lugar a dudas es quien las contempla quien culmina lo que simplemente el artista sugiere. El mérito del autor está en saber conjugar sutilmente técnica y espiritualidad en su obra, como deja buena prueba la pieza que hoy presentamos.

Finalmente, la túnica de raso bordada en hilos de seda natural de colores, muestra el Niño con carácter más majestuoso al tiempo que hace florecer la amplia gama de tonalidades cromáticas que posee la paleta del autor.

Como apuntábamos anteriormente, queda a criterio de quien la contempla determinar si esta obra del joven escultor e imaginero onubense, afincado en Sevilla, cumple o no para el fin que fue creada.

 

Nota de La Hornacina: acceso a la galería fotográfica de la obra a través del icono que encabeza la noticia.

 

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