NUEVA OBRA DE JOSÉ MARÍA MOLINA PALAZÓN

Francisco García Marco (12/11/2016)


 

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El pasado año 2015, al terminar el jubileo teresiano por el V centenario del nacimiento de la Santa de Ávila, la parroquia del Carmen de Murcia decidió renovar la efigie a la que daba culto, de carácter seriado y en disonancia con el rico patrimonio artístico y devocional que el antiguo templo arciprestal atesora. En línea con el enriquecimiento que, en los últimos años, está teniendo el patrimonio mueble del templo, los responsables parroquiales confiaron en el buen hacer de José María Molina Palazón la hechura de la nueva imagen de la santa Doctora de la Iglesia y así, desde el pasado mes de septiembre, ya recibe las miradas y oraciones de los cientos de carmelitanos y murcianos que visitan a diario este importante templo.

El escultor sabía que su nueva imagen iba a estar junto al Cristo de la Sangre de Nicolás de Bussy, auténtico imán devocional de su archicofradía, barrio, y de toda la Murcia cofrade que, junto con la huerta, desborda las calles de la capital, cada Miércoles Santo, para contemplar a los miles de nazarenos coloraos que escoltan al Señor del Carmen. También sabía que iba a estar junto a la titular del templo, la Virgen Niña del Carmen que preside su altar mayor y que, por dos ocasiones cada año, tiene la dicha de mirar cara a cara a la Virgen de la Fuensanta cuando baja a la Catedral desde su santuario del monte.

Así podríamos estar todo este comentario, glosando el rico acervo devocional, histórico y artístico que guarda este templo murciano y para el que José María Molina tenía que realizar una nueva aportación. Para esto el escultor, sin perder sus señas de identidad, centradas en una profunda religiosidad, naturalismo barroco y en la búsqueda de nuevas significaciones iconográficas ha elaborado una escultura muy clásica y equilibrada en la que todos los recursos convergen, en una primera instancia, en la parte superior de la imagen: un alargado óvalo que tiene por extremos las manos de la santa y por centro la cabeza de la misma. Una soberbia testa en la que sobresale una de las mayores innovaciones y aportaciones de José María: una estudiada, calculada y conseguida idealización que sin escapar del acendrado naturalismo de José María Molina Palazón sí se aparta de modelos reales y actuales, presentes en otras obras de su producción.

Como vemos en las instantáneas fotográficas de JOMAMOLGA, el escultor ha tallado una mujer joven y serena en la que la acertada policromía, más nacarada que en otras ocasiones, acentúa una belleza intrínseca que no nos conduce a una contemplación sensual sino a una profunda unción religiosa. El juego de sus dedos invoca la inquietud religiosa e intelectual de la santa al tiempo que la pluma que porta en su diestra y el libro abierto que nos presenta con su mano izquierda nos recuerdan su rica producción mística en prosa y poesía. El Espíritu Santo en forma de paloma que viene a posarse sobre el texto, subraya la santidad de la imagen, al tiempo que acentúa la primacía de todo este espacio superior del simulacro letífico.

En una segunda instancia, pero a la altura de la mirada del fiel, destaca, en la parte inferior de la imagen, el escueto rompimiento de gloria situado en la peana de la imagen y consistente en nube, querubín alado y corazón traspasado que tanto nos llevan a "la llama ardiente de amor" de la mística y tan poco a otros modelos iconográficos que han bebido de fuentes profanas. Estos motivos anteriores junto al halo de santidad son los únicos recursos alegóricos, en una imagen en la que, nos volvemos a repetir, destaca su naturalismo.

Detalles como la gota de tinta que parece caer de la pluma levantada, el corazón palpitante, las tiras de cuero de las sandalias y, sobre todo, el habito de la santa, confeccionado por las monjas de la Encarnación de Ávila, nos remiten de nuevo al mismo José María Molina de siempre, al tiempo que logran atraer la atención del fiel y subrayar el carácter ascético y austero de la reforma teresiana.

Con esta obra José María Molina Palazón entra en una etapa de madurez en la que, sin perder sus señas de identidad, está logrando producciones plenas de belleza formal y unción religiosa, elementos claves de toda imagen sagrada que quiera transmitir con la madera el espíritu de Dios a los fieles.

 

Nota de La Hornacina: acceso a la galería fotográfica de la obra a través del icono que encabeza la noticia.

 

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