NUEVAS OBRAS DE JOSÉ MARÍA MOLINA PALAZÓN

Francisco García Marco (15/01/2015)


 

 

 

El escultor José María Molina Palazón, en su localidad natal de Blanca (Murcia), realizó para la cofradía murciana de la Misericordia, dos ángeles pasionarios que figuran a los pies de la imagen de Nuestra Señora y Madre de Misericordia, titular mariana de la citada cofradía. Su estreno sirvió para conmemorar las bodas de plata de su primera salida procesional. Las pequeñas imágenes, talladas en madera de cedro real, tienen poco más de 50 cm de altura y han sido donadas por el cuerpo de nazarenos estantes del paso de la Virgen.

En estas dos obras, Molina Palazón continúa la senda iniciada en 2012 con los ángeles pasionarios que realizó para la cofradía de la Dolorosa de la pedanía murciana de La Ñora, presentados en La Hornacina el 11 de octubre de 2013. Se trata de seres angélicos que abandonan la conocida iconografía de acompañantes del dolor mariano, para convertirse de lleno en ángeles dotados de vida propia; en este caso, tenantes de las Arma Mariae, asunto que aquí alcanza plena madurez. Los ángeles pasionarios no sólo lloran, como lo hace la Virgen, sino que nos muestran las causas del dolor mariano y del suyo propio. Para ello, el de la derecha porta una cruz con un corazón en su centro, una palma, una lanza y los clavos -jeroglífico pasionario que resume los Dolores de María en la Pasión y nos devuelve a los instantes más gloriosos de la "Devotio Moderna" del Seiscientos- y el de la izquierda el puñal, símbolo del Primer Dolor y síntesis de los Dolores de María en la infancia de Jesús, sobre todo del tercero: el Niño Perdido en el templo; este dolor, al mismo tiempo, es una prefiguración del séptimo dolor, la Soledad de María, cuando Jesús estuvo tres días en el sepulcro hasta su Resurrección. Esta iconografía de ángeles pasionarios, novedosa entre los numerosos ejemplos que existen en Murcia, incorpora una fuerte carga icónica y catequética en consonancia con la nueva evangelización de la Iglesia y que encuentra, en la renovación formal de los iconos penitenciales, un lenguaje válido e inteligible.

Por otro lado, estas dos nuevas imágenes encajan en un paso que, aun partiendo de la iconografía archiconocida de la Dolorosa murciana, ofrece una visión diferente, al ser ataviada la Virgen con colores oscuros y llevar sus manos caídas al modo de la Soledad. Esta sobriedad demandaba unos ángeles que no buscan integrarse en el icono, sino que se manifiestan como seres autónomos. Esta independencia formal viene subrayada por la asimetría de sus poses y por la diagonal que dibujan, rompiendo por la base la verticalidad de la visión de la efigie mariana. No obstante, el carácter central de la Virgen viene resaltado por el hecho de que el ángel niño de la derecha, no solo nos invita a ver y entender el significado de los atributos de la "Passio Cristi" que porta, sino que recoge nuestra atención y la dirige hacia el ángel niña de la izquierda que, con su mirada doliente, devuelve nuestra atención hacia el rostro suplicante de María. De este modo, lo que durante 25 años ha sido el paso de la portentosa Madre de Misericordia que talló José Sánchez Lozano, se convierte en un "Misterio de Virgen" a la altura de las restantes tallas de la cofradía: el Cristo de la Misericordia (el Crucificado más antiguo de la Semana Santa Murciana, que gubió Domingo Beltrán en el Seiscientos), el Nazareno "del Bailío", de Roque López, y el espectacular paso del Descendimiento de José Hernández Navarro.

En ambas esculturas están presentes todos los rasgos de su obra precedente; pero se aprecia una manifiesta evolución, patente en un dibujo y modelado más precisos. Para ello, dota al primer ángel de una dirección clara en el movimiento de paños y pelo, y al segundo de unas calidades que nos ofrecen detalles anatómicos de gran precisión, carentes de idealización y poseedores de unas proporciones muy reales.

En síntesis, Molina Palazón da muestras de una evidente madurez tanto en la concepción formal de las imágenes como en su ejecución, sin perder un ápice de su personalidad. Unas obras en la que están presentes las influencias de sus maestros murcianos y andaluces: un acendrado barroquismo, pero, ante todo, un realismo y naturalismo profundos que aúnan el recuerdo de tiempos antiguos con la utilización de modelos actuales.

 

 

 

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