NIÑO ALADO DE LA CONCHA. UNA OBRA INÉDITA DE AURELIO DE LA IGLESIA

02/03/2015


 

 

El programa de microexposiciones temporales 2015 en el Museo de Navarra (Santo Domingo 47, Pamplona), de entrada libre y gratuita, comienza con la muestra dedicada a la escultura Niño Alado de la Concha, que se prolongará hasta el próximo 7 de junio en horario de 09:30 a 14:00 y de 17:00 a 19:00 horas (de martes a sábado) y de 11:00 a 14:00 horas (los domingos y días festivos).

En ocasiones los museos custodian bienes de procedencia desconocida, lo que dificulta su identificación, documentación y catalogación. Es el caso del Niño Alado de la Concha, título descriptivo para una pieza que era conocida como Amorcillo Dormido. El origen de la misma sigue envuelto en el misterio, peso a haber sido recientemente estudiada desvelándose su autor, Aurelio de la Iglesia Blanco, y lugar de ejecución, Zamora (1886). En el momento de su ejecución significaba una obra de gran modernidad.

Representa a un pequeño de unos seis meses, de cuerpo entero, tendido sobre una venera que le sirve de cuna, con su cabeza recostada sobre un manojo de posidonias, un tipo de planta marina. El niño tiene alas plegadas en la espalda. En el suelo están varadas conchas marinas. Una banda de virtuosos pliegues cubre parte del cuerpo desnudo. La criatura parece sumida en un profundo sueño con la boca levemente entreabierta y los ojos cerrados. En uno de los vértices se puede leer la firma abreviada, la fecha y el lugar donde se ejecutó: "Aulº [rúbrica] / 86 [números ligados] / Zamora".

La escultura, ejecutada en escayola endurecida y patinada, descansa sobre una mesa contemporánea a la pieza escultórica. La obra fue restaurada en el año 2002 por la empresa Abadía (Alicia Ancho Villanueva), habiéndose realizado un nuevo tratamiento en la mesa el pasado año 2014.

Algunos aspectos de esta criatura aparentemente dormida, que tapa su desnudez con un paño de pureza y que aparece recostado sobre un lecho a modo de cuna-pesebre, son coincidentes con la iconografía navideña del Niño Jesús. Pero el sueño de este niño es realmente perturbador, haciéndonos evocar el sueño eterno, la muerte, uno de los temas más queridos por el arte del Romanticismo. La venera tendría el simbolismo del renacimiento espiritual y el tránsito hacia la nueva vida.

Se trata de un niño con alas, un amorcillo. Ello relaciona la obra con el tipo iconográfico del Amor Dormido, proveniente de la antigua cultura clásica, mantenido hasta el barroco, que se vinculó con el culto funerario. Esta vinculación con la muerte infantil, así como ciertos aspectos técnicos de la obra que sugieren que puede tratarse de un retrato tomado del natural, enlaza con la imagen de la muerte que se tiene en el siglo XIX. Por un lado, con el deseo de mantener el recuerdo de un ser querido y por otro, con la idea de que la muerte en un niño significa la ascensión como protegido de Dios al cielo en forma de ángel.

El autor nació en Zamora en la década de 1860 y falleció en la misma ciudad en el primer decenio de 1900. Fue discípulo del maestro imaginero zamorano Ramón Álvarez Moretón, en cuyo taller entró como aprendiz a mediados de la década de 1870. Estudió en el Instituto Técnico de Zamora donde su buena colección de láminas de dibujo y yesos le proporcionó sus primeras impresiones de la escultura clásica.

Gracias a un busto realizado en su periodo de aprendizaje obtuvo una beca de ampliación de estudios en Roma, tras la cual, parece seguro que se trasladó a Madrid para montar su propio taller. A pesar de ello mantuvo el vínculo con su tierra natal y de sus pocas obras identificadas, ya que su carrera se truncó por una prematura muerte, las más conocidas son las figuras que realizó para dos pasos procesionales de la Semana Santa de Zamora: Jesús en el Sudario, para el que tomó como modelo el cadáver de un ahogado, hasta tal punto objetivo que le talló órganos sexuales y vello en las axilas, concibiendo su pecho con la marcada hinchazón producida por el ahogamiento -lamentablemente, el obispo Ortiz y Gutiérrez, escandalizado por tales connotaciones, mandó al escultor hacerle algún retoque para dulcificarlo de cara a la procesión-; y la Elevación de la Cruz, de profundo naturalismo, fuerza expresiva y dinámica composición, formado por ocho tallas en pino de Soria, la mayoría retratos de gente conocida de Zamora en aquellos años, simulando los ropajes con lino encolado.

El estilo de Aurelio de la Iglesia responde al eclecticismo de su tiempo a consecuencia de la mezcla de lo barroco y lo académico, del realismo e idealismo. El Niño Alado de la Concha, que aúna todo ello, nos descubre además una sorprendente faceta de modernidad en el artista, en tanto que la pieza comparte rasgos simbolistas en la elección y tratamiento del tema y proto-modernistas en la concepción y plasmación de carnaciones y elementos vegetales, en el marco artístico que precede al fin del siglo XIX.

En definitiva, el Niño Alado de la Concha, magistralmente modelado, denota unos amplios conocimientos iconográficos en su autor, revelando al mismo tiempo, una gran libertad personal para utilizarlos. Confirma la atracción que por el mundo clásico debió sentir, a la vez que le configura como hombre de su tiempo.

 

 

FUENTES

ZUBIAUR CARREÑO, Francisco Javier. "Una obra del escultor zamorano Aurelio de la Iglesia en el Museo de Navarra", en Studia Zamorensia, vol. XIII, 2014, pp. 219-238.

 

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