NUEVAS OBRAS DE PINTURA SACRA

Con información de Sergio Cabaco, Genoveva Gallardo Martín y sus autores (04/02/2018)


 

Nota de La Hornacina: las obras con un asterisco en el nombre de su autor han sido presentadas antes del 1 de febrero de 2018.

 

     
     
Obra concluida
     
     
 
     
     
 
     
     
 
     
     
Proceso de ejecución

 

José María Ruiz Montes*

El cartel de la Semana Santa de Málaga 2018 tiene como eje central la cruz, el mayor símbolo del cristianismo, a través de la figura del malagueño Cristo de la Redención, obra de Juan Manuel Miñarro (1987), que aparece de espaldas para que, de esta manera, se enfatice y aumente la imagen de la propia cruz-silueta. Una imagen además la de este crucificado que, visto desde este ángulo, se ha convertido en todo una estampa clásica gracias al peculiar arqueado de sus brazos y la profunda caída de su cabeza.

Del Cristo emana una potente luz, en alusión a las palabras del profeta Isaías sobre la gloria que emana de Jesús (Is 60, 19). En su interior aparece la Santísima Trinidad, entrelazada con el Alfa y el Omega. Este conjunto, cuyo primer golpe visual pretende recordar a una custodia, es rematado por la torre de la Catedral de Málaga, en la cual figura el anagrama del Ave María.

El autor, más conocido por su faceta escultórica que pictórica, se ha inspirado también en el relieve de las Edades del Hombre que modeló para el trono de este crucificado (ver enlace), de ahí la presencia de la infancia a través de los acólitos niños, de la madurez a través del nazareno de la izquierda en actitud de instruirlos, y de la vejez a través del nazareno de la derecha que porta el martillo de mayordomo de trono como símbolo de sabiduría y vivencias que proporcionan el aplomo y la templanza para dirigir a los demás.

Pasando a la zona inferior de la pintura, observamos la caligrafía, cuyo protagonismo es notable ya que ocupa casi una sexta parte vertical del formato, imprimiéndole Ruiz Montes un aspecto de madera tallada y dorada, con ornamentos barrocos, muy compactas en composición para recordar a un cajillo de trono y a un basamento para el conjunto de figuras del cartel. El color rojo alude al sacramento, y el morado y el verde a los colores de la bandera de Málaga. La corneta hace referencia a la música, tan importante en la Semana Santa, y el azahar y los limones "cascarúos", típicos de la Semana Santa de Málaga, a los olores y sabores de la fiesta.

Para concluir nos pasamos a la parte superior del cartel. En un segundo plano, y siendo lo más paisajístico del conjunto, la Alcazaba y Giblafaro (monte del faro), monumento que custodia Málaga desde el siglo XI. En el lado opuesto, la bahía y su farola, monumento que el pasado año cumplió 200 años de existencia. Por último, en el cielo, la luna de parasceve: la Pasión y Muerte y el amanecer, la Resurrección representada como el comienzo de un nuevo día, con la constelación de Piscis, que además se identifica con el emblema eucarístico de Cristo (el pez) y coincide con las fechas astrológicas de marzo, mes en el que transcurre este año la Semana Santa.

 

 

José Antonio Jiménez Muñoz

Cartel anunciador de la próxima salida procesional que la Real Cofradía del Santísimo Cristo del Amor y María Santísima de la Caridad (Málaga) hará el Viernes Santo de 2018. Fue presentada el pasado 2 de febrero en Ars Málaga. Palacio Episcopal, como viene siendo costumbre en los últimos años.

El lema Ubi Caritas alude al devocionario eucarístico sobre la Caridad y el Amor -donde hay caridad y amor, allí está Dios-, precisamente las advocaciones de los dos titulares de Fernando Ortiz a los que rinde culto dicha corporación de penitencia. El crucificado del Amor es el protagonista absoluto de la obra, enmarcado por la proporción áurea -símbolo de omnipresencia, al igual que Dios- sobre fondo negro.

Como es habitual en el autor, su cartel no es solo color, es materia real que se hace presente y se transfigura para visibilizar la unión del espíritu y la carne, del cielo y la tierra. En definitiva, la intención no es otra que hacer converger lo divino y lo humano. En ese proceso de humanización, la pintura de Jiménez Muñoz hace reconocer la simbolización de los iconos, constituyendo emblemas religiosos e identitarios que hacen próximo a nuestro entorno el concepto de santidad y cercanía de la propia Iglesia.

En definitiva, es un reto lo que el propio artista concibe de una imagen sagrada como la del malagueño Cristo del Amor, creando un equilibrio tan perfecto como la proporción áurea entre la calidad artística y la transmisión espiritual que ésta alcanza, independientemente de su valor material.

 

 

Jonathan Sánchez Aguilera

De un inquietante fondo negro parece emerger la imagen del Santo Ecce Homo del Portal, advocación original del conocido en Osuna como Jesús Cautivo, vulgo Cristo de la Caña. Se trata de una escultura labrada en torno a 1760, de tamaño natural, sedente, y que, al igual que la anterior, realizó Fernando Ortiz.

Sobre la roja clámide vemos un paisaje urbano de la ciudad, también muy tenebroso, apenas iluminado por un haz de luz morada, en el que se aprecian varios ejemplos de su rico patrimonio monumental. Los elementos pasionistas de la corona de espinas y los tres clavos sirven para confeccionar dos de las letras que aluden a su carácter de cartel anunciador de la Semana Santa de Osuna 2018.

Las tres llaves que cuelgan de dicha leyenda aluden a las del tabernáculo donde se guardaba el Cristo en el desaparecido convento de San Francisco, las cuales estaban a cargo del prior de los franciscanos, del abad de la Colegiata y del corregidor de la Villa, de ahí que fuese titulado como Santo Ecce Homo del Portal.

 

 

Sergio Cornejo*

Cartel que conmemora el Primer Centenario Fundacional de la Hermandad de Pasión (Huelva). La obra, pintada mediante la técnica del pastel, se concibe como un homenaje a los 100 años de historia de dicha corporación sacramental de penitencia, que coincide con el crecimiento de la capital onubense desde el primer tercio del siglo XX, del que toma el estilo modernista con el que están diseñados el marco y las letras.

El autor utiliza los colores corporativos, el morado y el rojo, así como elementos decorativos de los mejores ejemplos de la arquitectura urbana onubense de ese periodo de tiempo, coetáneos con la fundación de la Hermandad de Pasión y con los que se identifica la ciudad.

Un cartel que ha querido unir el pasado y el presente de la Hermandad, recordando a los fundadores, las calles señeras de su procesión, la Iglesia de San Pedro... y todo ello en torno al Nazareno titular, centro de devoción y salvación para todos los hermanos y devotos que hacia su gloria partieron en estos 100 años de historia, y que están simbolizados en las flores de pasión que, como almas prisioneras, van prendidas en sus vestiduras.

 

 

Francisco Caro García*

El Vía Crucis de Utrera es un acto que inicia una de las fechas más intensas para las hermandades de dicha localidad sevillana. El cartel que lo anuncia es una obra pictórica realizada sobre lienzo de 50 x 70 cm, usando la técnica de óleo. Su composición es estable y simétrica, y el color que predomina es el celeste. Se pretende, al utilizar la vivacidad de estos colores, aludir a Cristo como luz del mundo.

Sobre una vista de Utrera, aparece el Cristo de la Buena Muerte, talla atribuida al escultor Francisco de Ocampo (siglo XVII), como en una representación paleocristiana, de las más antiguas de la crucifixión, que muestra a Jesús crucificado pero sin el madero, mostrando la idea de un Cristo que, pese a estar representado ya muerto, está vivo entre nosotros. Al obviar la cruz, se muestra también a un Cristo misericordioso dispuesto a acoger.

Cristo de los Gitanos, coronado por Dios y no por el hombre, de ahí el nimbo en lugar de las potencias y que la corona de espinas solo esté esbozada. En el resplandor puede leerse el texto evangélico "Ego Sum, Via, Veritas et Vita", una afirmación que debe el concepto de Vía Crucis o tener a Cristo como camino.

Con esta pintura, el artista utrerano no pretende anunciar un Vía Crucis como un trayecto físico acompañando a una imagen -en este caso, entre los templos de Santa María y Santiago-, sino como un camino espiritual que nos lleve a entender a Cristo, que en su Buena Muerte se muestra como efusión total de amor al prójimo.

 

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