NUEVAS OBRAS DE PINTURA SACRA

Con información de sus autores (05/02/2017)


 

Nota de La Hornacina: Obras presentadas antes del 1 de febrero de 2017.

 

 

Isabel Sola

El lema que acompaña la pintura que anuncia la celebración del IV Centenario del Crucificado de los Desamparados que Juan Martínez Montañés talló para los frailes carmelitas en 1617 es Cuatrocientos años con los desamparados. Todo un gesto de amor hacia los que sufren, presentes en nuestro convulso mundo, en el que el vacío y la destrucción de la guerra dejan a aquellos que comienzan en la vida abandonados a su suerte. Sus inocentes ojos se inundan del terror que nunca debieran haber contemplado.

Jesús, en la magistral representación de Montañés, el Cristo de los Desamparados, con dulce expresión, apoya su rostro sobre uno de esos pequeños que, después de haber vencido al ocaso del mar de la incertidumbre y la desesperación, llegan a la orilla de una nueva vida. Otros no lo lograron. Asumieron el riesgo de abrazarse a la muerte huyendo del infierno que asfixió sus esperanzas. Casi en una expresión mutua de compasión, la mirada de esos cándidos ojos parece demandar una respuesta a la insistente pregunta de un niño que no entiende el porqué de las cosas; reclama el cariño que el mal le arrebató, por la ausencia de Dios en el corazón humano. Dicen que los niños se abrazan a las piernas de sus padres cuando tienen miedo, pues así se sienten protegidos, lo hacen aterrorizados por el constante sonido de las bombas. Del mismo modo una niña abraza a Cristo, cubierta con esas destellantes y plateadas túnicas que los preservan del frío y las inclemencias del tiempo, como si envolvieran el regalo de un nuevo amanecer. Mientras, mira hacia el ángel que le ofrece su protección.

El reflejo de Martínez Montañés, aproximando a Cristo a una de las pequeñas, completa la escena. Jesús, a través de ese gesto paternal, representa la victoria sobre la muerte, sobre el mal, y muestra su abrazo de amparo. Él siempre vive en el amor y la misericordia. Como el Pescador de hombres, llega a la orilla de nuestras conciencias y nos pide que, junto a Él, busquemos otro mar.

El paso del tiempo, de esos cuatro siglos desde la creación de la obra y la constante dedicación de los Carmelitas Descalzos a la oración y la ayuda a los necesitados, están representados con el color simbólico de la Orden y el fondo sobre el que se sitúa la tipografía, cuarteado, como metáfora de esos cuatrocientos años.

En las letras podemos ver la madera del soporte, evocando la materia con la que Martínez Montañés labró la sagrada imagen. La muerte se transforma en vida a través de la misericordia. Cristo extiende su mano hacia la luz que ha de iluminarnos en nuestro camino, y nos deja acercarnos a Él cuando nuestro corazón late sintiendo la vida con la fruición y la pureza de un niño. Solo quiere que dejemos en la orilla nuestras diferencias para construir las redes de un amor sin límites.

 

 

José María Muñoz-Poy Sánchez

El cartel de las fiestas en honor a Nuestra Señora de la Candelaria, patrona de Benagalbón (Málaga), es una alegoría a la Virgen de la Candelaria, su festividad y la comarca de la Axarquía.

Una gran vela surge de entre las flores de metal, simbolizando la fe y la purificación del alma al tiempo que marca el eje vertical del cuadro. Los protagonistas en el centro: María y el Niño, representando la Purificación de la Virgen y la Presentación de Jesús en el templo. De entre las flores más numerosas, la del almendro, que anuncia la llegada de la festividad de la Candelaria, donde febrero y la Axarquía se dan la mano.

Una gran lazada corona la orla, sirviendo de conexión entre la zona superior (espiritual) y la inferior (terrenal). Las cintas se enredan entre las flores hasta tocar una pandereta decorada con la fachada principal de la iglesia de Benagalbón. Instrumento característico, festivo y del folklore del pueblo, los verdiales. La tipografía pretende enfatizar a la verdadera protagonista de la obra.

El cuadro, cuyas medidas son 130 x 81 cm, ha sido realizado en técnica mixta: temple en el fondo y motivo decorativo al óleo. El lienzo, de lino natural, ha sido preparado a la manera tradicional.

El autor es licenciado en Bellas Artes y especialista en Conservación y Restauración de Bienes Culturales por la Universidad de Sevilla, habiendo obtenido un máster en dicha materia por la Politécnica de Valencia. Así mismo, es socio fundador del estudio malagueño Santa Conserva, dedicado precisamente a la Conservación y Restauración de Bienes Culturales.

Esta obra es la primera obra realizada para el público por José María Muñoz-Poy Sánchez. Su obra pictórica se mueve entre el retrato realista, el paisaje, la sarga, etcétera.

 

 

Maripaz García González

En esta pintura, realizada en óleo y acrílico sobre lienzo para la Asociación Porta Coeli de Cádiz, la autora ha querido resaltar el puesto tan privilegiado que tiene el cuerpo de acólitos en una procesión de Semana Santa, ya que están muy cerca de la imagen durante la estación de penitencia.

Aquí tenemos a alguno de los jóvenes que acompañan a María Santísima de la Trinidad, una de las grandes obras del imaginero Francisco Buiza (1967), iluminando con sus ciriales la negrura de una noche en la que esta Dolorosa no encuentra consuelo y perfumando su camino para hacerlo más liviano.

Pero lo anterior no es suficiente para calmar tanta pena y es inevitable que las lágrimas fluyan por el rostro de María, por ello la artista ha pintado un ángel confortador asomado por detrás del manto, con la intención de enjugar tanta tristeza con un pequeño pañuelo.

En la parte derecha del cuadro, observamos unos motivos florales que son muy representativos de la Semana Santa andaluza en general y gaditana en particular, ya que aparecen en mantos, sayas, pasos e insignias... predominando el morado y el blanco al ser los colores de la mencionada hermandad.

 

 

Manuel Prados

Este óleo sobre lienzo de 70 x 50 cm, titulado Purísima de Triana, representa el Dogma de la Pura y Limpia Concepción de María a través de Nuestra Señora de la Esperanza de Triana, venerada y controvertida imagen reproducida por Antonio Castillo Lastrucci (1929) a partir de una hechura antigua que unos sitúan en el siglo XVII y otros en el XIX, relacionándola incluso con las gubias de los Astorga.

Prevalecen en la pintura del artista granadino varios detalles que hacen peculiar la composición: la túnica inspirada en los tejidos usados en los tocados que luce habitualmente la Señora, el broche interpretado según el personal puñal de pedrería, o la misma media luna que toma su geometría del puente de Isabel II, el cual une cada Semana Santa la Esperanza a Sevilla y lleva el apodo del populoso barrio de Triana.

 

 
     
     

 

Antonio Díaz Arnido

Con el título Santo Crucifijo (2017), el reconocido pintor y restaurador sevillano ha realizado esta cruz de celda en técnica mixta sobre tabla para una colección particular de Sevilla.

El frontal muestra un crucificado muerto en la cruz, con la tablilla en la parte superior y el cráneo de Adán en la inferior, mientras que la trasera muestra los símbolos del sol y la luna como alfa y omega del ciclo pasionista, así como el Sagrado Corazón de Jesús, espinado y llameante, y la firma del autor.

Como su propio nombre indica, este tipo de cruces fueron habituales en las paredes de las celdas conventuales, siendo muy famosa su representación en los simulacros teresianos.

 

 

Ignacio Pizarro Ortego

También para una colección privada es esta obra titulada Señor de Pasión, realizada por el joven artista en Papel Canson con acuarelas y grafito. Muestra el famoso perfil derecho del Nazareno de Pasión, obra de Juan Martínez Montañés que, pese a no estar documentada, es sin duda de las más emblemáticas del maestro.

Se representa con profunda verticalidad a la venerada imagen del Jueves Santo sevillano durante su concurrido besamanos, con las manos atadas con las "esposas", que es como popularmente se conoce al singular cordón morado que anuda las manos del Señor durante los cultos internos de su archicofradía.

Empleando igualmente Papel Canson, pero en este caso solamente grafito, la composición De San Julián a Orfila (imagen inferior) muestra otros dos famosos perfiles cristíferos de Sevilla: el del Cristo de la Buena Muerte de la Hermandad de la Hiniesta y el de Nuestro Padre Jesús del Soberano Poder en su Prendimiento, de la Hermandad de Los Panaderos, ambas de Antonio Castillo Lastrucci.

En esta última obra, las dos efigies se muestran cara a cara, como si existiera una conversación entre ambos pasajes pasionistas que comparten un mismo destino: la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús.

 

 

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