RESTAURACIÓN DEL INAH

Con información de Salvador Guillén Jiménez y Lilia Rivero Weber (16/10/2012)


 

 

Producto de casi dos años de labores constantes en la Capilla del Santo Cristo, ubicada en el municipio de Tlacolula de Matamoros (Oaxaca-México), especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta) concluyeron la restauración in situ de más de cincuenta obras religiosas de los siglos XVII y XVIII, así como de los cientos de relieves con hoja de oro que decoran el interior de la ermita.

La atención en el recinto religioso, que data del siglo XVI, incluyó la intervención de la imagen del Señor de Tlacolula (Crucificado), que fue creada en esa misma centuria con pasta de caña policromada, y que es objeto de profunda veneración popular en la región.

La Capilla de Tlacolula (edificada por la orden dominica) se ubica a 34 km de la ciudad de Oaxaca, donde más de veinte restauradores del INAH, coordinados por el especialista Salvador Guillén Jiménez, se avocaron al rescate de la vasta cantidad de relieves que fueron hechos con cal y bellamente decorados con hoja de oro, con las representaciones de santos, mártires, arcángeles, ángeles, cristos y vírgenes.

 

 

La labor también incluyó la restauración de siete retablos y siete esculturas, treinta pinturas sobre vidrio y lienzo que datan de los siglos XVII y XVIII, así como de ocho piezas metálicas, entre ellas una baranda de plata, el púlpito y una reja de hierro que comunica a la capilla con el Templo de Nuestra Señora de la Asunción. Así mismo, se recuperó una pintura mural de 300 años de antigüedad, que estaba oculta por repintes en el guardapolvo, con imágenes de ángeles y flores.

Los trabajos de restauración de la capilla comenzaron con el registro de los deterioros; luego se procedió a fumigar el inmueble a fin de eliminar termitas que afectaban los retablos de madera.

En la primera etapa de intervención (efectuada entre mayo y diciembre del pasado año 2011), las labores se enfocaron en los relieves de 250 años de antigüedad, catorce pinturas de caballete del siglo XVIII y cinco retablos con hoja de oro que datan de los siglos XVII y XVIII. Las tareas de rehabilitación consistieron en la eliminación de polvo superficial, así como en la limpieza química que se hace con solventes orgánicos; a la par, se consolidaron y repusieron elementos faltantes con injertos y forros de cedro, y en el caso de los resanes pequeños se realizaron con pasta de polvo de madera y cola animal (pegamento); finalmente, se reintegró el color y en los dorados se evaluó la pertinencia de utilizar micas u hoja de oro.

 

 

Durante la segunda etapa, a través de diferentes equipos de especialistas que trabajaron simultáneamente, se limpiaron y consolidaron dieciséis pinturas hechas sobre vidrio con un respaldo de papel pintado del siglo XVIII (de 47 cm de alto y 35 de ancho) que tenían suciedad y descamación de la capa pictórica.

En lo que respecta a las seis esculturas, se les hizo el retiro de suciedad y repintes, se atendieron faltantes por golpes, rajaduras, y se combatió el fuerte ataque de insectos que presentaban. Cuatro de las tallas (de 150 cm de altura en promedio) son de retablos, y corresponden a las representaciones de la Inmaculada Concepción, San José, San Juan y La Virgen Dolorosa; las dos restantes son ángeles lampadarios (de entre 80 y 100 cm de altura), de los cuales se sostienen dos lámparas de plata que también fueron restauradas.

Así mismo, se limpió y estabilizó la imagen del Señor de Tlacolula, modelada en el siglo XVI con pasta de caña policromada, la cual presenta buen estado de conservación, por lo que solamente se le resanó una fractura en el brazo izquierdo al nivel del hombro, se le reintegró color con pinturas al barniz y se montó de forma adecuada en su cruz para evitar futuros daños.

 

 

En cuanto a los dos retablos del siglo XVIII, hechos en madera policromada y con hoja de oro, el principal daño que tenían era de ataque de insectos a la entabladura y a las molduras decorativas, por lo que se les colocaron injertos de cedro; además se hizo remoción de manchas de cera y hollín, unión de fragmentos desprendidos, estabilización de bastidores de soporte, resanes y reintegración del color con pinturas al barniz y dorados.

De las piezas metálicas de la capilla, que datan de los siglos XVII y XVIII, se dio tratamiento a dos lámparas del presbiterio, tres candiles y una baranda de plata. Se intervinieron también el púlpito y una reja de hierro que comunica la capilla con la nave principal del Templo de la Asunción. Las piezas de plata presentaban capas de sulfuro que las manchaban, además de rayones y algunas fracturas; se les limpió la corrosión, se les dio un pulido para realzar el brillo y se les aplicó una capa de barniz protectora. Mientras que la reja y el púlpito, ambos de hierro, estaban oscurecidos por un barniz que les fue colocado en los años 80 del siglo XX y por la corrosión natural del metal; la herrería de la reja (pintada de dorado) estaba cubierta por capas de hollín y manchas de cera, con la restauración se logró recuperar el 70% de la policromía de la parte superior.

También se atendió el retablo principal, que es el único de estilo neoclásico de la capilla y data del siglo XIX. Finalmente, se recuperó la pintura mural del siglo XVIII, que estaba oculta en el guardapolvo por un repinte de tono rojo, y otros más de reciente aplicación. Singular por sus muros rebosados de relieves dorados e imágenes religiosas, la Capilla del Santo Cristo es una de las expresiones barrocas más importantes de México.

 

 
 

 

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