NUEVA OBRA DE DOLORES FERNÁNDEZ, BORDADOS CLARÓS Y ARYUNA MIRA PARA MÉXICO

29/11/2023


 

 
 
 
 
 
 

 

Se trata del segundo encargo realizado para Nuestra Madre Santísima de San Juan de los Lagos. Tras el conjunto que presentamos el pasado año, ahora llega otro terno compuesto por manto y vestido, en este caso estrenado con motivo del cuarto centenario del primer milagro de la venerada imagen mexicana, acaecido en 1623.

De cara a su ejecución, se ha tomado como motivo argumental y ornamental, el óleo sobre lienzo más antiguo que se conserva de la Virgen de San Juan de los Lagos, encargado en 1668 por el entonces capellán mayor Juan Contreras Fuerte. En dicha pintura aparece una vista frontal de la imagen, a modo de "verdadero retrato", revestida con un terno de ricas telas que sigue la moda de la corte de los Austrias; compuesto de basquiña o falda acampanada, corpiño con gorguera de tul plisado, sobremangas de puntas amplísimas, propias del siglo XVIII, y manto. Todo ello bajo los colores inmaculistas: azul para el manto y blanco para el vestido y forro, arquetipo de artistas barrocos como Cano o Murillo.

En cuanto a la ornamentación, basada en el arte novohispano mexicano, todo el nuevo conjunto se articula a base de rocallas y flores típicas del estilo Rococó, cumbre de la expresión barroca propia de la primera mitad del siglo XVIII. Un estilo que se caracteriza por su función decorativa, apócope de "rocaille" ("roca") y "coquille" ("concha"), que llevó el Barroco a la exquisitez y que dio lugar a una ornamentación más delicada, exótica y minuciosa, pero especialmente exuberante, de marcado sentido teatral y efectista.

 

 
 
 
 
 
 

 

El eje del manto, en soporte de terciopelo de algodón de color azul empolvado, se articula en una gran cenefa perimetral que enlaza con la ornamentación del conjunto de vistas, y que deriva en la punta en una asimetría compuesta por una de las rocallas que se van repitiendo en todo el conjunto.

En la parte central del manto vemos cinco medallones pintados al óleo por el joven artista Aryuna Mira, todos ellos prendidos a una guirnalda en forma de collar. El medallón central y de mayor tamaño, representa el momento en el que la indígena Ana Lucía coloca la imagen mariana sobre el cuerpo de una niña fallecida, tras lo cual la niña vuelve a la vida. Los otros cuatro medallones recrean ángeles músicos, con filacterias que claman "¡No temáis porque la Cihualpili la resucitará!". Todas estas pinturas, bajo la premisa de la miniatura, se integran graciosamente en el manto que tan primorosamente ha diseñado Bordados Clarós y bordado con enrome talento el taller de Dolores Fernández.

El vestido, sobre soporte de tisú de plata, sigue el retratado en el cuadro: basquiña rematada en su cuello por tul plisado, puñetas ceñidas a las manos y amplias sobremangas en las que, de manera simétrica, se repite el elemento de la rocalla como ornamentación; además del uso de lazos de joyerías, compuestos de cristales en su color.

 

 
 
 
 
 
 

 

Todas las piezas del conjunto van sombreadas con delicados perfiles, en tono coral para el vestido y azul para el manto, buscando realzar las piezas y dar un aspecto "pictórico" al terno. Destaca especialmente el conjunto de flores a modo de tembladeras, realizadas y colocadas aparte, el empleo de collares de perlas barrocas como enlace entre las dos vistas, y los cinco colgantes pendientes de la trasera del manto, llamados popularmente "veneras" y que son lazos propios de la joyería femenina del siglo XVIII.

Se completa la obra con el ajuar para la cabellera de la Virgen de San Juan de los Lagos, destacando una lazada doble, bordada en hojilla, que a modo de moña recoge el pelo; que a su vez, se adereza con un ramillete de 16 flores a juego con las tembladeras, bordadas igualmente a mano con las mismas tonalidades.

En cuanto a la técnica del bordado, destaca especialmente el profuso empleo de hojilla montada sobre malla de algodón en su totalidad, el empleo de diminutas cartulinas bordadas en múltiples tipos de hilos (agua, muestra, moteado, caracolín, etcétera), las sedas matizadas en los colores de las flores y las distintas puntadas en los tejidos de las piezas, además del empleo de lentejuelas y canutillos dispuestos de diversas formas, buscando los contrastes de brillos y mates para los distintos volúmenes y sombras, propios de las obras del taller de Dolores Fernández.

Por último, el nuevo terno queda rematado en la totalidad de su perímetro por un encaje de oro, conocido popularmente como "conchas", el cual ha sido realizada manualmente para el conjunto por Jesús Gómez.

 

 

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