NO ME DIGAS NADA

21/06/2007


 

La exposición de Carlos Pazos (Barcelona, 1949) hace un recorrido irónico a lo largo de más de treinta años de trayectoria de un artista que sigue siendo un «estorbo» en las coordenadas del arte contemporáneo. Pazos es el creador de ricos microcosmos autorreferenciales. Ecosistemas que se desarrollan entre el laconismo de la negación y la voluptuosidad de la pura acumulación. Su trabajo  se inserta en el marco de una estética del silencio, entendida como un deseo de nada frente a la pérdida de la ingenuidad y frente a la constatación de la imposibilidad de la imagen de constituirse en realidad.

Las políticas de la identidad (silenciada mediante una máscara narcisista), las poéticas objetuales (ensamblando souvenirs despojados de su tiempo real) y el gusto por lo abyecto (declinado ahora como fetiche) son las líneas que articulan todo el ruido con el que Carlos Pazos construye su silencio: decir que ya no queda nada por decir. Ahora bien, en su caso, ese «no decir nada» que organiza la poética del silencio toma al propio sujeto como objeto de reflexión, como ponen de manifiesto las obras Voy a hacer de mí una estrella (1975) o Conocerle es amarle (1977). El propio artista, al referirse a sus inicios, afirma: "Yo quería ser nada. En realidad, yo no quería ser. Pero puesto que estaba ahí [...] Puestos a ser, ser nada. Puestos a estar, con las estrellas. Ser star". Se trata de un planteamiento tan irónico como revulsivo, ya que la voluntad de ser una «estrella» es, en realidad, una forma de diluirse en una imagen, una estrategia de ocultación tras una máscara vacía.

Pazos, a quien se le otorgó el Premio Nacional de Artes Plásticas en 2004, inició su trabajo bajo la huella del arte pop europeo y lo desarrolló hacia el lenguaje del objeto, del ensamblaje y de la asociación de significados, con una fuerte relación con el arte povera, en el que se daba protagonismo al elemento cotidiano y a sus códigos iconográficos.

No Me Digas Nada no sigue una evolución lineal ni formal, sino que intenta reconstruir los diferentes ecosistemas de la obra de Pazos, ofreciendo  una visión global y exhaustiva de un artista que acierta en la diana de un presente marcado por la ecología del vacío.

Una retrospectiva se basa siempre en un procedimiento coleccionista. Y el coleccionismo (o el acaparamiento) constituye la base de la elaboración artística de Carlos Pazos. Además de su carácter de metacolección, la exposición hace hincapié en la herramienta bruta del trabajo del artista, su archivo repleto de colecciones, su «museo sentimental» al que se nos permite echar una ojeada, como en una visita de taller.  En su trabajo resulta difícil distinguir una secuencia cronológica, biográfica o evolutiva. La pulsión de "acumular, con codicia obsesiva, retazos de pasado, con o sin pedigrí, para "apaciguar" ansiedades nostálgicas", ante la imposibilidad de acceder a un sistema de conocimiento universal e idealista, sustituye la evolución formal.

Para Carlos Pazos, el potencial evocativo de los objetos remite al tiempo vivido, a la experiencia huidiza que no puede detenerse más allá de sus huellas objetuales. De ahí que el artista hable literalmente de souvenirs: "el recuerdo es lo que has perdido, el souvenir lo que tienes". El souvenir articula, pues, un arte de la memoria, pero de la memoria de nada real o, en el mejor de los casos, de la memoria del artificio. Es un armamento para soportar el peso del tiempo. Si la estrella era la imagen sin original, el souvenir (un cliché, un recuerdo prefabricado) aparece como objeto sin fondo; dos modos de amputación que conducen a casi nada.

La exposición se completa con una película-collage producida especialmente para esta ocasión: Mnemocine. Película recortable (2006-2007), concebida y realizada por Pazos como síntesis y «catalogación audiovisual» de su trayectoria.

 

Hasta el 8 de octubre en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía

 

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