OBRAS MAESTRAS DEL KUNSTMUSEUM DE BASILEA EN MADRID
18/03/2015
Los tesoros del Kunstmuseum de Basilea, formados por 10 pinturas fundamentales de Picasso, 104 obras de la colección permanente del museo y 62 de las colecciones privadas de Im Obersteg y Rudolf Staechelín depositadas en esta institución, se exhiben ya en dos museos madrileños: el Prado y el Reina Sofía. Se trata de tres muestras irrepetibles que han sido organizadas gracias a la generosidad del museo suizo, el cual ha cerrado sus puertas para llevar a cabo tareas de ampliación y modernización.
Y son irrepetibles porque nunca el Kunstmuseum de Basilea volverá a ceder tal cantidad de obras fundamentales -muchas de las piezas no se prestan habitualmente- y porque la pintura Nafea Faa Ipoipo (imagen superior) de Paul Gauguin, que se expondrá a partir del mes de julio y que se ha convertido en la obra más cara de la historia al haber sido vendida por el coleccionista Rudolf Staechelin a la Autoridad de Museos de Qatar por más de 300 millones de dólares (263,3 millones de euros), no regresará al museo suizo tras su exhibición en Madrid y Washington. |
Fuego Blanco: La Colección Moderna del Kunstmuseum Basel El Kunstmuseum Basel está considerado el primer museo público municipal de la historia del arte. Los dos ejes fundamentales de su colección están constituidos por obras que datan de los siglos XV y XVI, por una parte, y el arte de los siglos XIX al XXI, por otra. Con ocasión de las obras de ampliación del museo suizo, una selección de 104 obras maestras del siglo XX, pertenecientes a su colección permanente, se presentan ahora en el Museo Reina Sofía. La exposición propone no solo un recorrido por obras capitales del arte contemporáneo sino también un análisis de la historia y criterios que han forjado una colección que hoy se encuentra entre los más destacados fondos públicos de arte moderno y contemporáneo del mundo. Los fondos de arte del siglo XX del Kunstmuseum Basel cuentan con obras de primer orden relativas, principalmente, a dos períodos: las vanguardias históricas europeas de las primeras décadas del siglo y el arte procedente de Estados Unidos desarrollado durante la segunda mitad de la centuria, centrado de manera particular en el desarrollo de las prácticas artísticas posteriores al expresionismo abstracto. La colección del Kunstmuseum Basel tiene su origen en las dinámicas sociales e institucionales de la ciudad de Basilea: por un lado en la iniciativa pública, a través de los organismos municipales que desde el siglo XVII iniciaron una colección ligada al presente; por otro, en la participación privada, mediante la contribución de destacados coleccionistas provenientes de la burguesía suiza que, a lo largo del tiempo, han cedido o depositado sus fondos personales en el museo. El conjunto de obras cubistas que forman la donación de Raoul La Roche incluye obras firmadas por Pablo Picasso, Georges Braque y Juan Gris, que reflejan la evolución temprana del movimiento cuyas especulaciones visuales alterarían para siempre la mirada moderna. Pero esta sección encuentra su especificidad en la inclusión de tendencias que vinieron a matizar los postulados cubistas, desde la estética maquinista y la nueva rotundidad formal de Fernand Léger -obra Dos Figuras (Desnudos sobre Fondo Rojo) de 1923 en la imagen superior- a las naturalezas muertas de los suizos Amédée Ozenfant y Le Corbusier, donde se muestra una nueva estética purista, destilada y cargada de una intencional frialdad arquitectónica. La celebración por parte del régimen nazi de la exposición Arte degenerado en Múnich en 1939 ridiculizaba a autores internacionales de la vanguardia, en especial a los artistas del norte de Europa. Esto ocurría mientras, desde Suiza, el Kunstmuseum Basel, siendo director Georg Schmidt, apostaba con firmeza por estos nuevos lenguajes y veía en la venta pública de aquella exposición la oportunidad de incrementar sus fondos mediante la adquisición de algunas de las obras denostadas por el gobierno alemán. A partir de la donación que Marguerite Arp-Hagenbach realizó en memoria de su marido, el artista Hans Arp, las tendencias abstractas de la vanguardia impregnan de manera decisiva la colección del museo. La obra de Paul Klee, nacido en Suiza, marca otro de los puntos fuertes de la pinacoteca a partir de la donación de Richard Doetsch-Benziger. La colección también incluye el depósito de una cuarta parte de los fondos originales de la Fundación Alberto Giacometti, con sede en Zúrich, que recoge gran parte del legado del artista suizo. Por último, como hemos apuntado antes junto a la representación de las vanguardias europeas, la segunda gran sección de la colección del Kunstmuseum Basel la forman obras de arte realizadas por artistas estadounidenses durante la segunda mitad del siglo XX: Mark Rothko, Franz Kline, Barnett Newman, Agnes Martin, Robert Ryman, Andy Warhol, Donald Judd, Carl Andre, Bruce Nauman, On Kawara o Walter De Maria. Desde su origen, la colección permanente del Kunstmuseum Basel ha querido permanecer ligada al presente. En la actualidad, se recogen diversas obras de numerosos creadores activos hoy en la escena artística internacional como Gerhard Richter, Pierre Huyghe, Steve McQueen o Fischli & Weiss, que establecen nuevos diálogos con la colección histórica y actualizan su discurso. |
Coleccionismo y Modernidad. Dos Casos de Estudio: Colecciones Im Obersteg y Rudolf Staechelin Esta exposición reúne dos destacadas colecciones de arte de la primera modernidad, hoy integradas en los fondos del Kunstmuseum Basel (Basilea, Suiza), la Colección Im Obersteg y la Colección Rudolf Staechelin, y ofrece la oportunidad de disfrutar de obras de los artistas más reconocidos de ese periodo (en su amplia mayoría nunca antes presentadas en España), además de profundizar sobre el fenómeno del coleccionismo y destacar su centralidad en el entramado del arte moderno. Suiza, lugar donde nacieron las colecciones Im Obersteg y Rudolf Staechelin, formó parte del grupo de países cuyas élites industriales lideraron el panorama del coleccionismo moderno: Estados Unidos, Reino Unido, Francia y Alemania. Sin embargo, el país helvético mostró peculiaridades distintivas: en los albores del siglo XX era relativamente joven y su realidad nacional -fragmentada lingüística y geográficamente- dificulta la forja de una cultura única y diferenciada en un momento de auge de los nacionalismos en el resto de Europa. Aunque situada en el ámbito de influencia política y cultural de Francia, Alemania e Italia, hasta entrado el siglo XX estuvo bajo el eminente influjo político, económico y cultural alemán. Por ello, el cambio hacia "lo moderno", marcado por una preponderancia de lo francés, tuvo implicaciones que trascendieron la esfera de lo artístico. Los debates que se suscitaron alrededor de esta cuestión así lo confirman: de un lado, el discurso ultranacionalista que identificaba cultura con territorio y, del otro, el que apoyaba un nuevo internacionalismo artístico. En definitiva, esta nueva orientación cultural hacia la modernidad comportaba un cambio generacional y político que marcaría de manera profunda la historia cultural suiza. A pesar de esa identificación de "lo moderno" con la cultura francesa, no sería la zona del país de influencia gala la que presenciaría en primera instancia este cambio. Fueron los cantones germanoparlantes -en concreto, las ciudades de Basilea y Zúrich- el escenario en el que surgieron los primeros coleccionistas de impresionismo y posimpresionismo y donde se presentaron las primeras exposiciones de arte contemporáneo procedente de Francia. En el tiempo transcurrido entre la primera de estas muestras, celebrada en Zúrich en el año 1897, y el inicio de la Primera Guerra Mundial, se produjo el llamado "cambio de gusto", un proceso por el que se hizo crecientemente notoria una manifiesta preferencia por "lo nuevo", escenificada en dos exposiciones organizadas de manera simultánea y dedicadas, respectivamente, al arte francés y al arte alemán contemporáneos; la primera recibió 20.000 visitantes; la segunda, unos 10.000. La influencia de Alemania sobre Suiza a lo largo de estos primeros años del siglo XX afectó a diversos ámbitos, incluido el militar, y perduró en el tiempo, como muestra la difusión del temor a una invasión germana durante la Segunda Guerra Mundial. De ese modo, la reorientación de los gustos culturales suizos se convirtió en el síntoma de un deseo de independencia, latente en algunas de las personalidades más influyentes del país, entre ellos destacados coleccionistas. Esta búsqueda de una identidad cultural propia se materializó también en el interés de los coleccionistas suizos por los artistas locales. Así, una de las pautas comunes de estas colecciones es la de marcar su inicio mediante adquisiciones de obras de artistas autóctonos, para abrirse posteriormente a los creadores foráneos, fundamentalmente franceses. Los casos de Ferdinand Hodler y Cuno Amiet, artistas suizos, son paradigmáticos en la medida en que, habiendo desarrollado parte de su carrera en París, se convirtieron en autores de culto tanto en Suiza como internacionalmente. De intereses múltiples e internacionalistas, Karl Im Obersteg y Rudolf Staechelin compartieron amistad y formaron parte del Comité de las Artes de Basilea. La visión aplicada a sus colecciones fue clara y su trayectoria rápida, dirigida por ellos mismos de una manera intuitiva y segura. Aplicaron criterios personales que, en ambos casos, el tiempo se ha encargado de ratificar. Mientras las primeras adquisiciones se centraron en artistas modernos suizos, en adelante entraron a formar parte de sus inventarios obras de autores mundialmente reconocidos como, por citar algunos ejemplos, Picasso, Van Gogh, Chagall -obra Judío en Blanco y Negro de 1914 en la imagen superior-, Modigliani, Renoir o Pissarro. Las colecciones Im Obersteg y Rudolf Staechelin han enriquecido el patrimonio artístico público de Basilea desde su depósito en el Kunstmuseum Basel, donde complementan el rico acervo de la institución y se encuentran al alcance de los ciudadanos. |
10 Picassos del Kunstmuseum Basel Los diez picassos que integran la exposición son sin duda las obras más destacadas del artista malagueño en las colecciones del Kunstmuseum de Basilea y constituyen diez ejemplos excepcionales de la evolución de su producción, desde el verano del año 1906 -su período "ibérico", previo a las investigaciones del pintor que derivarían en el cubismo- hasta las obras libérrimas y un tanto melancólicas del Picasso final, del año 1967, conformando así una suerte de pequeña exposición retrospectiva:
Tanto el Museo del Prado como el Museo Reina Sofía ponen a disposición del visitante una modalidad de entrada conjunta al precio de 18 euros, que puede adquirirse en taquillas y en www.entradasprado.com. Esta entrada, válida desde el 18 de marzo al 14 de septiembre de 2015, permite visitar las tres exposiciones. |
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