MODIGLIANI Y SU TIEMPO

02/02/2008


 

 

El 5 de febrero abre sus puertas la exposición Modigliani y su Tiempo, un nuevo proyecto expositivo conjunto del Museo Thyssen-Bornemisza y la Fundación Caja Madrid. La muestra, que reúne un total de 126 obras, se propone analizar la trayectoria artística de una de las grandes figuras del arte del siglo XX, Amedeo Modigliani (1884-1920), desde su llegada a París en el año 1906 hasta su muerte. La gran novedad de este ambicioso proyecto es que, por primera vez, se presentará la obra del artista italiano en diálogo directo, tanto con los grandes maestros que influyeron en él -Cézanne, Picasso o Brancusi-, como con sus amigos de Montparnasse: Marc Chagall, Jacques Lipchitz, Chaïm Soutine, Moïse Kisling, Ossip Zadkine, Tsugouharu Foujita o Jules Pascin, entre otros.

Modigliani fue un artista abierto a los principales movimientos de la vanguardia parisiense anterior a la Primera Guerra Mundial pero, a su vez, se mantuvo siempre independiente de todos ellos; contemplar su obra junto a la de todos estos artistas -tanto grandes nombres de la historia del arte, como otros menos conocidos u olvidados, pero que fueron también protagonistas del arte europeo de comienzos del siglo XX-, permitirá valorarla en su justa medida. Sus inconfundibles retratos, desnudos, esculturas, dibujos e, incluso, paisajes, expuestos junto a escogidos ejemplos de artistas como Gauguin, Cézanne, Picasso, Brancusi o Derain, permitirán no sólo mostrar influencias, descubrir similitudes o destacar paralelismos, sino también presentarla al público con una luz nueva, en el entorno en el que fue creada, y poner de manifiesto su fuerte personalidad, sofisticada y elegante.

Las obras reunidas en esta exposición proceden de numerosas colecciones privadas, museos e instituciones de todo el mundo, destacando, tanto por la importancia de las obras como por el número de préstamos, las procedentes de la National Gallery of Art de Washington, la Tate de Londres, el Muzeul de Arta de Craiova (Rumanía), el MoMA de Nueva York, el Centre Georges Pompidou de París, el Metropolitan Museum of Art de Nueva York, la Association des Amis du Petit Palais de Ginebra, la Staatsgalerie Stuttgart, el Solomon R. Guggenheim Museum de Nueva York, el Musée Zadkine de la Ville de Paris, así como de diversas colecciones privadas.

Un año después de su llegada a París, Modigliani expone siete de sus obras en el Salon d'Automne de 1907, en el Grand Palais. Las grandes retrospectivas del París de esa época, como las dedicadas a Gauguin (1906) y Cézanne (1907) en el mismo Salon d'Automne, o las de Toulouse-Lautrec (1908) y, de nuevo, Cézanne (1910) en la Galerie Bernheim-Jeune, tuvieron una influencia decisiva en la formación plástica del joven Modigliani; al igual que la obra temprana de Picasso , que pudo conocer en sus visitas a las galerías de Ambroise Vollard y Clovis Sagot.

El contacto con las vanguardias parisinas produjo en el artista italiano un choque entre la impronta de su formación académica y la negación del arte del pasado por parte de las principales corrientes vanguardistas. Las obras reunidas en esta primera sala muestran cómo Modigliani intenta forjar su propio estilo asistido por el ejemplo de todos estos artistas; pero, muy particularmente, de Cézanne, en cuya obra vio resuelto el conflicto entre los maestros antiguos y un lenguaje plástico plenamente moderno.

Desde su llegada a París, Modigliani albergaba el deseo de ser escultor; él mismo referiría en más de una ocasión a sus amigos que su dedicación a la pintura era meramente "alimenticia", a la espera de poder desarrollar su verdadera vocación. Ésta vendría de la mano del descubrimiento del Arte Negro y de su amistad con el escultor rumano Constantin Brancusi, quien le alentó a emprender la talla directa en piedra dejando atrás los remanentes tardo-románticos de su producción temprana.

Derain y Picasso fueron algunos de los primeros artistas de la vanguardia parisina en mostrar su interés hacia el arte negro y ponerlo de manifiesto en su obra. Modigliani, quien posiblemente conoció Las Señoritas de Avignon en fecha temprana, estudió el arte negro junto a su amigo y mecenas Paul Alexandre en repetidas visitas a la sección de etnografía del Trocadero ya en el año 1908; ese mismo año realiza sus primeros estudios de cabezas y cariátides inspirados en modelos africanos, de los que en esta sala se presentan magníficos ejemplos.

Modigliani se dedicó casi exclusivamente a la escultura durante cinco años; su labor como escultor iluminará toda su obra posterior y será definitiva en la formación de su estilo pictórico maduro. Fue la tuberculosis lo que impidió a Modigliani proseguir su carrera escultórica debido al daño que el polvo de la piedra causaba en sus pulmones. En el mismo verano de 1914 en que estalla la Primera Guerra Mundial, el escritor Max Jacob le presenta al marchante Paul Guillaume y, aunque Modigliani no ha abandonado aún la escultura, se presenta a sí mismo como pintor.

 

 

Desde 1915 se dedica al género del retrato como principal medio de subsistencia y de acercamiento a la realidad multicultural de Montparnasse. Sus primeros retratos (1914) son deudores aún de la paleta fauve pero enseguida dan paso a un periodo en el que se evidencia cierta proximidad con el cubismo -movimiento al que el artista italiano fue adscrito en más de una ocasión tras su participación en la sala cubista del Salon d'Automne de 1912-; aún así sus retratos de esos años son marcadamente independientes, nutridos por su propia experiencia como escultor. Ya en 1916-1917 encontramos el estilo maduro de Modigliani, caracterizado por la síntesis entre línea y volumen plástico, manteniendo siempre en sus retratos un equilibrio entre la arquitectura formal de la obra y la fidelidad hacia la fisonomía individual del retratado.

Modigliani abordó el tema del desnudo femenino desde sus primeros años en París. Sus primeras obras están dotadas de un fuerte componente expresivo, acorde con la concepción simbolista del cuerpo femenino como fuente de pecado. Poco a poco, sus desnudos se fueron desembarazando de todo contenido moralista para abrazar la sensualidad mediterránea. Los grandes desnudos de Amedeo Modigliani datan de 1917 y fueron pintados en el apartamento de Zborowski en la rue Joseph Bara, a requerimiento del propio marchante que pensaba con ellos satisfacer la demanda de los coleccionistas más audaces. Sin embargo, las cerca de 30 obras pintadas entre 1917 y 1919 no recibieron la acogida esperada.

Con ellos el pintor italiano se suma a la gran tradición del desnudo recostado iniciada por Giorgione en el siglo XVI, sin renunciar a un lenguaje plenamente moderno. Así lo evidencia el aplanamiento de las figuras femeninas, el empleo de un punto de vista inusualmente cercano, casi de primer plano fotográfico, y el protagonismo conferido a la línea como elemento expresivo. La conjunción de todos estos factores hace de sus desnudos recostados un auténtico icono del arte moderno.

Entre los años 1917 y 1918 Modigliani pintó a mecenas y amigos, hasta llegar a conformar una verdadera galería de retratos del Montparnasse de los años 1910. Durante su estancia en Cagnes y en Niza -entre 1918 y 1919-, también posaron para él campesinos y jóvenes trabajadoras que se vieron dignificados en su obra. El retrato supuso para Modigliani algo más que un mero género: era una manera de abrirse al "otro", de penetrar en otras vidas.

Algunos de los artistas a los que Modigliani retrató en los últimos años de su vida -protagonistas igualmente del arte francés de los años 1910 y 1920- dedicaron también buena parte de su producción a este género; tal es el caso de los también judíos Moïse Kisling y Chaïm Soutine, a quienes frecuentó desde 1913. Algunos ejemplos del furioso expresionismo de Soutine y del lenguaje más contenido y luminoso de Kisling, se completan en esta sala con una obra temprana de Jeanne Hébuterne.

Siguiendo el ejemplo del Renacimiento, Modigliani llevó a cabo también desnudos erguidos; dos magníficos ejemplos, basados en La Fornarina de Rafael Sanzio, protagonizan este espacio dedicado al tema del desnudo en la obra de los artistas de Montparnasse. En él encontramos obras de Van Dongen, Suzanne Valadon -a quien Modigliani consideró su madre adoptiva-, de los pintores judíos Marc Chagall, Moïse Kisling y Jules Pacin, y del pintor japonés asentado en Montparnasse, Tsugouharu Foujita. Con estilos bien diferenciados, la obra de estos artistas evidencia la rica variedad del arte parisiense de las dos primeras décadas del siglo XX, que no puede reducirse a las etiquetas de los diversos "ismos".

Durante su estancia en Niza, la escasez de modelos llevó a Modigliani a emprender varios paisajes. Se trata de obras de perfil arquitectónico, a la manera de Cézanne, Braque o Derain, aunque dotadas de un componente melancólico nuevo. Pese a no ser un género muy frecuentado por el artista italiano -en total se conserva media docena de obras- el paisaje sí tuvo una notable importancia en pintores próximos a él, como Marc Chagall, Chaïm Soutine y Maurice Utrillo.

El dibujo constituyó una constante fuente de experimentación para Modigliani, el sustrato de muchos de sus logros pictóricos y su medio principal de subsistencia. El joven artista recorría diariamente los cafés de Montparnasse para retratar a los clientes sentados en las terrazas; con lo que obtenía por estos dibujos, tenía suficiente para subsistir hasta el día siguiente. Las obras aquí reunidas muestran la extraordinaria faceta de Amedeo Modigliani como dibujante, con retratos de amigos y conocidos.

La exposición se cierra con una sala dedicada a fotografías de Amedeo Modigliani y de aquellos que le rodearon, junto a imágenes de los lugares donde trabajó y vivió, que ayudarán al espectador a completar su acercamiento a la figura del artista italiano. Las fotografías son ampliaciones de originales de la época y proceden del Modigliani Institut Archives Légales, Paris-Rome.

 

Desde el 5 de Febrero hasta el 18 de Mayo de 2008 en el
Museo Thyssen-Bornemisza y la Fundación Caja Madrid

 

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