EL SIGLO XIX EN EL PRADO

29/10/2007


 

 

El Museo Nacional del Prado de Madrid viste de gala su ampliación devolviendo a la luz pública su excepcional colección del siglo XIX tras un largo período de inaccesibilidad, durante el que se ha realizado una profunda revisión de la misma y una completa restauración que han propiciado no solo la celebración de esta exposición sino también la posibilidad de elaborar un exhaustivo catálogo que reúne las obras maestras de la colección. Con la simultaneidad de ambos proyectos, el Museo propone el redescubrimiento del arte español desde el último cuarto de siglo de vida de Goya hasta el nacimiento de Picasso, dos grandes nombres del arte universal entre los que se inscribe un siglo en el que tuvo lugar el triunfo de varias generaciones de artistas.

La presentación de El Siglo XIX en el Prado en las grandes nuevas salas de exposiciones temporales, con una selección de más de un centenar de obras que resumen la historia del arte español del siglo XIX, de Goya a Sorolla, ha sido la fórmula elegida por el Museo para saldar su deuda con estos grandes maestros a los que hasta ahora no se había otorgado el espacio y visibilidad que merecen.

Compuesta por 95 pinturas y 12 esculturas, la exposición cuenta además con una sección complementaria en la que se mostrará una selección de dibujos de Goya protagonizada por el magnífico Toro con alas, obra que se muestra al público por primera vez tras su ingreso en las colecciones del Museo el año pasado.

En la primera sección de la exposición, Goya y el Neoclasicismo, se muestran algunos de los retratos decimonónicos más emblemáticos de Goya, como La Marquesa de Santa Cruz, junto con otras pinturas de los artistas con los que el aragonés convivió de forma natural durante más del primer cuarto de siglo, como Retrato del Pintor Francisco de Goya, de Vicente López, o La Muerte de Viriato, de José de Madrazo.

El recorrido continúa con una sección dedicada a El Romanticismo, que agrupa la obra de los principales exponentes de esta corriente tan popular del XIX español: Leonardo Alenza, Gerardo Pérez Villamil, Eugenio Lucas y Antonio María Esquivel. Tras ellos, Federico de Madrazo y el purismo académico protagonizan el tercer apartado de la exposición, dando paso a otra sala dedicada en exclusiva al gran maestro Eduardo Rosales con su famoso lienzo Doña Isabel la Católica Dictando su Testamento como protagonista.

 

 

En la sala dedicada a La Pintura de Historia, se comienza con un espectacular conjunto en el que se incluyen algunas de las pinturas más impresionantes de las colecciones modernas del Museo y en las que se han forjado algunos de los grandes iconos de la cultura contemporánea española para generaciones enteras, como Doña Juana la Loca, de Francisco Pradilla; Los Amantes de Teruel, de Antonio Muñoz Degrain; La Rendición de Bailén, de José Casado del Alisal, o Fusilamiento de Torrijos, de Antonio Gisbert.

En la última sala, la exposición adquiere un tono más intimista. El Paisaje Realista, protagonizado por Carlos de Haes, da paso a la pintura y escultura de Fortuny y su Círculo; se puede admirar en este apartado desde el realismo exquisito y virtuosista de Mariano Fortuny, con obras como Viejo desnudo al Sol o Los Hijos del Pintor en el Salón Japonés, hasta la pintura cosmopolita de Raimundo de Madrazo o Martín Rico.

El penúltimo bloque de la exposición muestra el desarrollo de la pintura decimonónica Del Realismo al Fin del Siglo, con exponentes como Francisco Domingo Marqués o Ignacio Pinazo. Por último, y desembocando en el lenguaje más audaz y moderno de fin de siglo, se concluye con una sección dedicada a Sorolla y Beruete, donde se pueden contemplar lienzos tan universales como Aún Dicen que el Pescado es Caro o Chicos en la Playa.

Seleccionadas con el mismo rigor y exigencia de calidad que las demás obras que forman parte de la colección permanente del Museo Nacional del Prado, expuesta en el Edificio Villanueva, las más de cien obras que conforman la exposición se integrarán en el discurso histórico del Museo a partir de la clausura de la misma, como parte de la otra ampliación del Prado (la que se producirá en su sede tradicional gracias a la liberación de espacio expositivo con el traslado de distintas dependencias y servicios a los nuevos espacios).

 

Hasta el 20 de abril de 2008 en el Museo Nacional del Prado de Madrid

 

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