CIENCIAS NATURALES

Rafael Doctor Roncero (26/09/2011)


 

 

 

Aunque parezca increíble se trata de la primera exposición de Juan Gatti, un artista capaz de transitar por diferentes ámbitos de la creación contemporánea que hasta la fecha no había sentido la necesidad de exponer su trabajo aislado en una galería de arte. Sin embargo, alguien en el que confluyen todos los requisitos que se le pueden exigir a un artista del presente: esencialmente la efectividad, la comunicación, el saber acoplar el contenido a la imagen y, al mismo tiempo, al medio para el que la imagen ha sido concebida.

Un artista plástico que no ha precisado hasta la fecha de los espacios elitistas de gran arte y sin embargo ha sido capaz de construir su propio mundo estético y discursivo ajeno a los engranajes y vaivenes que rigen lo que se entiendo como espacio de las bellas artes y además llegar a trascender mucho más que la mayor parte de los artistas encerrados en la cápsula de lo exclusivamente artístico.

En La Fresh Gallery podemos ver el resultado de un trabajo que el autor ha realizado como parte de la ambientación de la última película de Pedro Almodóvar, La Piel que Habito, punto de partida para esta exposición, continuando así una línea de colaboración que ya dura casi dos décadas en la que ha sabido aportar la imagen gráfica y conceptual al cuerpo de trabajo del cineasta español más universal.

 

 

Juan Gatti, como filosofía de trabajo, parte de entender que el mundo está repleto de imágenes y estéticas a las que puede constantemente recurrir para configurar la suya propia. No se trata de inventar sino de saber mirar y repensar el trabajo que miles y miles de profesionales del diseño y de la fotografía han realizado a lo largo de todo el siglo XX para saber acoplar sus logros en la concepción de una obra que, aún con esta clara visión recurrente, sea capaz de aparecer ante nuestros ojos como nueva, brillante y siempre acoplada perfectamente a su objetivo de comunicar a través de su contemplación.

En los collages de la serie Ciencias Naturales que ahora se presenta en la Fresh Gallery lo que encontramos es un cocktail perfecto de imágenes que funden dos obsesiones del siglo XIX: el estudio del cuerpo humano y la taxonomía de las plantas y animales del mundo. Los médicos y científicos para ello recurrieron a la producción de imágenes en la que junto a las descripción precisa de los elementos que investigaban adoptaban una estética preciosista que hacía de los dibujos y grabados algo más que espacios para la investigación. Dibujantes que lograban comunicar con estos estudios los resultados científicos sin por ello renunciar a un académico y exquisito sentido estético. Ahora, dos siglos después, nos encontramos las mismas imágenes fundidas para la consecución de una nueva obra con otro objetivo distinto, pero que fascinan de la misma manera pues respetan la atracción que de por si generan estas aproximaciones a la naturaleza y al cuerpo humano.

Así vemos cómo dialogan las flores o los pájaros con nuestros cuerpos despojados de piel, siendo todo parte de una todo natural que parece ansiar volver a estar de nuevo en comunicación, como reclamando un paraíso siempre perdido. Todo es bello, pero al mismo tiempo esa belleza es una perversa trampa que nos sitúa en un mundo que nosotros hemos dominado, explotado y destruido, pero al que irremediablemente nos vemos abocados. El ser humano está desnudo mientras el resto de seres vivos es capaz de mantener su apariencia exterior. Desposeídos, entablamos una comunión añorada, un ansia de volver a ser lo que los vericuetos de nuestra razón y evolución han impedido. Todo es piel ahora que aparecemos trasparentes y despojados de ella.

 

 

Así, vemos cómo dialogan las flores o los pájaros con nuestros cuerpos despojados de piel, siendo todo parte de una todo natural que parece ansiar volver a estar de nuevo en comunicación, como reclamando un paraíso siempre perdido. Todo es bello, pero al mismo tiempo esa belleza es una perversa trampa que nos sitúa en un mundo que nosotros hemos dominado, explotado y destruido, pero al que irremediablemente nos vemos abocados. El ser humano está desnudo mientras el resto de seres vivos es capaz de mantener su apariencia exterior. Desposeídos, entablamos una comunión añorada, un ansia de volver a ser lo que los vericuetos de nuestra razón y evolución han impedido. Todo es piel ahora que aparecemos trasparentes y despojados de ella.

Gatti con esta serie vuelve a reclamar sus propios principios presentes en todo su trabajo: un claro sentido de la belleza ajeno a todo tipo de tendencias o modas imperantes, respeto y uso de las diferentes estéticas acumuladas en nuestro bagaje cultural y construcción de un mundo particular en el que lo esencial es el sentido comunicativo que toda obra de arte, acoplada o no a un fin, tiene siempre que poseer.

Gatti, en este sentido, es el prototipo del artista que reclama el siglo XXI, un artista que realiza para los demás, siempre sabedor de que la obra está realizada para aquel que la va a contemplar, un artista de una desbordante generosidad para con todo y con todo y un ejemplo insuperable de amor por la galaxia de lo visual en la que el ser humano se encuentra flotando y divagando eternamente. Esta exposición Ciencias Naturales supone un preámbulo a la que, con el título Contraluz, se llevará a cabo sobre Juan Gatti en noviembre, en la sala de exposiciones del Canal de Isabel II de Madrid.

 

 

 

Hasta el 21 de octubre en La Fresh Gallery (Calle Conde de Aranda, nº 5, Madrid)
Horario: lunes, de 17:00 a 20:30 horas; de martes a viernes, de 11:00 a 13:30 y de 17:00 a 20:30 horas.

 

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