LE CORBUSIER: MUSEO Y COLECCIÓN HEIDI WEBER

07/06/2007


 

Entre 1958 y 1965, los siete últimos años de su vida, Le Corbusier (1987-1965) estuvo ligado por profundos vínculos de amistad y de colaboración artística con la suiza Heidi Weber, propietaria en Zurich de una galería de decoración de interiores. Heidi Weber sentía verdadera admiración no sólo por la arquitectura sino también, especialmente, por los muebles y la obra plástica de Le Corbusier, facetas ambas por entonces muy poco conocidas y que ella se propuso difundir.

En 1959 consiguió de Le Corbusier el acuerdo para producir y comercializar los muebles metálicos por él diseñados en 1929, tarea que continuó con gran éxito hasta 1962. Pero, además, comenzó enseguida, a promover exposiciones de pinturas, esculturas, tapices, obra gráfica, esmaltes, etcétera, de Le Corbusier, dedicándose de manera casi exclusiva a dar a conocer al público la obra de su admirado artista-arquitecto. Este último, que siempre había insistido en la idea de la unidad de las artes, en la imposibilidad de ser buen arquitecto si no se poseía además una gran sensibilidad plástica y en que la clave de su arquitectura había que buscarla en su pintura, vio por fin así cumplida su aspiración, por largo tiempo frustrada, de que se valorase su aportación artística en estos campos.

Gran parte de la obra de Le Corbusier que Heidi Weber exponía terminaba engrosando su propia colección de obras del maestro, una colección que ha llegado así a convertirse en el más importante conjunto de obras de Le Corbusier al margen del que custodia en París la Fondation Le Corbusier. Pero, además, en 1960 Heidi Weber dio el siguiente paso: encargar a Le Corbusier un edificio. No se trataba de una villa privada, ni tampoco de un museo en el sentido tradicional (algo que siempre detestó Le Corbusier), sino de un centro de arte que diera cabida a la multiplicidad de las actividades artísticas contemporáneas. Fue así como surgió La Maison de l’Homme o Centre Le Corbusier- Heidi Weber Museum de Zurich. Construido entre 1961 y 1967, inaugurado ya después de la muerte de Le Corbusier (acaecida en agosto de 1965), el pabellón de Zurich es, con su espectacular tejado metálico independiente, sus dos pisos construidos a base de cubos modulares y sus vibrantes fachadas de vidrio y acero esmaltado policromado, un verdadero resumen de las concepciones arquitectónicas de Le Corbusier, que hizo de esta obra póstuma el último eslabón de esa síntesis de las artes que persiguió como objetivo durante toda su carrera.

La presente exposición reúne una amplia selección de la colección de obras de Le Corbusier de Heidi Weber, incluyendo pinturas, esculturas, dibujos, tapices, esmaltes, grabados, litografías y muebles. Se presentan, además, numerosos documentos originales de la construcción del pabellón de Zurich. La única pieza expuesta que no forma parte de la colección de Heidi Weber es el cuadro La Caída de Barcelona, pintado por Le Corbusier en 1939, movido por el impacto que le causó la caída de la ciudad en manos de las tropas franquistas. Este cuadro es ahora parte de los fondos del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía gracias a la generosa donación que la propia Heidi Weber hizo del mismo en 1987.

El montaje ha pretendido, igualmente, reflejar las ideas de Le Corbusier en cuanto a la exhibición de las obras de arte, un campo en el que reivindicaba huir del monumentalismo de los museos y recuperar algo de la escala doméstica, contemplando las obras en ambientes más íntimos y a una altura menor de la que es habitual. Las piezas se exhiben, así, en ámbitos en los que se ha querido dar una idea de las medidas estándar del Modulor (los 2’26 m. de altura como elemento básico) tal y como fueron aplicadas en el edificio de Zurich. De este último se ha recogido también, en la parte central de la sala, la imponente presencia de la rampa.  Así, tanto la agrupación de las obras como su disposición espacial están pensadas para rendir homenaje a esa frase de Le Corbusier que Heidi Weber hizo suya y colocó como encabezamiento del catálogo de su colección: “No hay escultores solos, pintores solos, arquitectos solos. El acontecimiento plástico se realiza en una ‘FORMA UNA’ al servicio de la poesía”.

Hasta el 3 de septiembre en el Centro de Arte Reina Sofía. Horarios: lunes a sábado, de 10:00 a 21:00 horas; domingo, de 10:00 a 14:30 horas; martes, cerrado.

 

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