Esta dramática representación muestra a María profundamente afligida, buscando en la oración alivio para el castigo de Jesús y fortaleza que le permita sobrellevar tan brutal tragedia, de ahí que su lívido rostro, surcado por seis lágrimas de cristal, aparezca cabizbajo y ausente por hallarse concentrado en sus rezos.

Partiendo de una base clásica -en este caso concreto, la obra toma elementos de la estética sevillana imperante entre el último tercio del siglo XVIII y buena parte de la centuria siguiente-, el artista jiennense lleva a cabo una nueva escultura de fuerte cariz hiperrealista, corriente que podemos advertir en la imaginería de los últimos años a través de las creaciones de jóvenes artistas como Juan Vega Ortega, Juan Manuel Parra Hernández, José María Ruiz Montes, Ana Rey o el propio Francisco Malo Guerrero.

Dicho hiperrealismo en la escultura sacra no se basa tanto en la exactitud de los detalles fisonómicos, dolorosos o martiriales -estos dos últimos en el caso de las obras pasionistas-, costumbre secular entre muchos imagineros, sino en la captación de lo natural con las menores concesiones posibles, dando a las figuras una apariencia de persona real, a veces casi fotográfica, que las acercan bastante a lo cotidiano.

Como hemos apuntado, existen algunas concesiones debido al fuerte sentido tradicionalista que ciñe estas piezas por exigencias devocionales, encaminadas sobre todo a idealizar la imagen de la divinidad.

La Dolorosa de Malo Guerrero, advocada María Santísima del Rosario en sus Misterios Dolorosos, posee la particularidad de haber sido labrada con dos juegos de manos: uno con ambas entrelazadas, y otro con una de ellas extendida para sostener el pañuelo y la otra semicerrada para llevar las cuentas del popular instrumento de oración del que toma su título.

Realizada para los desfiles procesionales de Cortegana (Huelva), sustituye a una obra catalana del año 1943 que, desde el pasado 3 de marzo, es venerada como Virgen del Rosario en sus Misterios Gloriosos.