ATRIBUCIONES A MAESTROS BARROCOS DE LA ESCUELA GRANADINA

13/08/2023


 

 

En el último número de Cuadernos de Arte de la Universidad de Granada (UGR), el historiador granadino José Antonio Díaz Gómez atribuye cuatro piezas de propiedad particular a maestros de primera fila del barroco granadino. Un trabajo que servirá de fiel documento con el fin de dejar constancia de su existencia e importancia para estudios futuros de los artistas implicados y sus catálogos, pues, probablemente, estas piezas de colecciones privadas seguirán sometidas durante tiempo a dinámicas de mercado y de herencias que dificultarán el acceso directo a las mismas.

La primera de ellas es un pequeño grupo labrado en terracota policromada, titulado Descanso en La Huida a Egipto, que Díaz Gómez atribuye al escultor, imaginero y pintor José Risueño. Pieza de bulto redondo dispuesta sobre base de madera y corcho tintada en tonos oscuros, simulando un terreno rocoso sobre el que se asientan las efigies que integran este conjunto escultórico: María con Jesús en su regazo, a la izquierda, y José en actitud orante, a la derecha. Ambas son figuras independientes, dispuestas una junto a la otra. En su parte posterior, el grupo se encuentra sin modelar y la base sin labrar, lo que evidencia un destino original pensado para estar pegada a una superficie vertical, probablemente un fondo pictórico que vendría a completar la escenificación del pasaje apócrifo representado.

 

 

La segunda es una Vera Efigie de La Virgen de La Soledad (óleo sobre lienzo. 97 x 74 cm) que recrea la imagen de la Soledad de Gaspar Becerra para Madrid, destruida durante la Guerra Civil española. Becerra, al parecer, se inspiró en una pintura de origen francés que la reina Isabel de Valois conservaba en su oratorio privado.

La pieza presenta un estado de conservación excelente, en soporte de lienzo original. El autor prescinde de representar dicha escultura en su totalidad para concentrar toda la atención en la ternura del rostro compungido y el ademán orante. De esta forma, la representación de la dolorosa alcanza hasta la cintura, quedando inscrita en el interior de un óvalo de sutil profundidad y sin mayor decoración que el tono ensombrecido dominante, lo que permite concentrar toda la intensidad expresiva en la sacra figura.

Díaz Gómez atribuye esta pintura a Alonso Cano por su estilo pictórico, y la compara con otra de idéntico tema y autoría, como es el gran lienzo con la vera efigie de "Nuestra Señora de la Soledad" de los mínimos madrileños, datada hacia 1650 y cuyo destino final fue la Capilla de San Miguel de la Catedral de Granada.

 

 

La tercera es un Ecce Homo de formato muy reducido, tallado en madera y policromado, que en este caso el historiador del arte relaciona con Diego de Mora. En esta, como en otras obras del mismo autor, como el "Ecce Homo" del Museo de Bellas Artes de Granada, se mantiene una observancia clara del legado de su hermano José de Mora a la hora de trazar los elementos capilares de la cabeza y el rostro.

Así también, la expresión patética, pero más dulce, que se concentra en la faz forma parte de esa impregnación de aire melancólico que es posible encontrar en otras tallas significativas de Diego de Mora, como Jesús del Rescate (1718) de la Iglesia de la Magdalena de Granada, el desaparecido Jesús Preso de Loja (Granada) o el Nazareno de Albuñuelas (Granada), con la característica forma de abordar la mejilla amoratada.

 

 

Por último, una Virgen Dolorosa de candelero para vestir, una de las últimas dolorosas de importancia salidas de la escuela granadina de un Barroco ya tardío, que Díaz Gómez cataloga dentro de la producción tardía de Diego Sánchez Sarabia, advirtiendo un rostro similar en la talla de la "Inmaculada Concepción" que, de manos de este autor academicista, corona el retablo mayor de la Basílica de San Juan de Dios de Granada.

En definitiva, esta Dolorosa de tamaño natural presenta unos estilemas presentes en obras documentadas de Sánchez Sarabia, autor relevante del último Barroco granadino que aún sigue sin estar lo suficientemente estudiado en su faceta como imaginero, la cual brilló singularmente durante las dos décadas que trabajó para órdenes religiosas de Granada, entre 1749 y 1769, siendo este el margen cronológico por el que opta este estudio para fechar esta talla.

 

 

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