NUEVAS OBRAS DE LUIS GONZÁLEZ REY

Francisco Manuel Ramírez León (25/07/2012)


 

Galería de Fotos

 

Estas esculturas para vestir, en madera de pino y policromadas al óleo, completan el misterio del Prendimiento de la cofradía de los Dolores, el denominado Paso Negro de la localidad almeriense de Tabernas. Inició el escultor gaditano este proyecto sobre el año 1999 con el encargo la hechura de un Cristo Preso. El resto de las tallas del conjunto -Judas Iscariote traicionando a Jesús con un beso y un soldado romano, ambas entregadas en el año 2002-, son también de González Rey. Satisfechos los cofrades del Paso Negro con su trabajo, le encargaron en 2006 un Crucificado expresivo y agónico, acabado bajo calidades de realismo extremo.

Cuando ha pasado más de una década del primer encargo, la pasada Semana Santa se estrenaron estas dos efigies de San Juan Evangelista y un sayón, en las que González Rey, siguiendo tradicionales usos artísticos, ha dejado bien patente la naturaleza antagónica de los representados.

La efigie de San Juan Evangelista ha sido idealizada por el autor basándose en su creatividad, sin modelos paradigmáticos de la imaginería ni repetir los suyos propios del mismo tema. Toma las formas de un joven esbelto y bien proporcionado, con la anatomía bien dibujada y resuelta en las partes que se muestran. Su comedido dinamismo, ideado para ajustarse a los dos escenarios que lo van a acoger -el Jueves Santo en el paso y el resto del año junto a la Dolorosa en la capilla-, ofrece una solución gestual expresiva y serena aunque levemente dolorida, sin excesiva angustia ante el suceso. La cabeza, dominada por el atractivo rostro, se observa muy trabajada, con variedad de perfiles a cual más bello. La despejada faz de viriles rasgos queda enmarcada y destacada por los espesos cabellos. Tratadas las distintas partes del rostro en armonía y con mucha corrección en su dibujo, representa con el modelado suave de las formas la plenitud de la adolescencia, visible en el incipiente y ralo bigote y en la breve perilla, resueltos ambos únicamente con la aplicación del color. Bajo los carnosos labios se muestra la dentadura perfectamente dibujada con la gubia. Los cabellos, abundantes, voluminosos y peinados hacia atrás, trabajados en individualizados, grandes y compactos mechones, caen más hacia el lado derecho debido al suave movimiento de la cabeza, resaltándose el perfil del lado contrario. El acabado polícromo termina por insuflarle el necesario hálito vital a la escultura. González Rey aplica el color con pericia, logrando con el uso de las veladuras y los detalles a punta de pincel un acabado muy naturalista. Predominan los tonos claros en las carnaciones para insistir en la pureza del personaje. En los cabellos, variaciones de la gama cromática de los tonos castaños, se buscan con el color efectos de claroscuro más allá de los logrados con la gubia. Los ojos se resuelven también con la policromía, en consonancia el color del iris con el de los cabellos. Se trata de una de las más bellas representaciones varoniles del artista gaditano.

Contraponiéndose a la figura del santo, el sayón adquiere la apariencia de un hombre de cabellos escasos pero largos y algo cargado de años, casi a las puertas de la senectud. Como es habitual en el Arte, el escultor capta la malicia del personaje haciendo uso del feísmo. Pero un feísmo contenido que no alcanza lo repulsivo ni lo caricaturesco, pues González Rey gusta mostrar la violencia o la mezquindad de estos actores "antipáticos" de la Pasión, tan solo con el recurso de un gesto algo exagerado que pone de manifiesto actitudes o acciones agresivas contra Jesús. De esta forma, no podemos decir que este sayón posea una apariencia horrorosa en lo estético; solo leves deformaciones apreciables en la despegada oreja derecha, así como el dibujo de una torcida mueca, ridiculizan al sujeto y manifiestan su agresividad. Así mismo, no solo el acto de ir contra Jesús, sino también el aspecto avejentado, simbolizan una vida impía apartada de la moral cristiana. Acudimos a la regla 10:27 del Libro de Los Proverbios para justificar este hecho: "Los años de los malvados serán acortados". Otro ejemplo lo encontramos en Berchorius, teólogo francés del siglo XIV, el cual recoge en sus antiguas mitografías pasadas bajo la tutela de la moral cristiana que el dios-astro Saturno, regente del patronazgo de la vejez, queda personificado en un alto cargo eclesiástico que ha encanecido en el pecado. El sayón, parado sobre los pies tras un breve paso, gira el tronco hacia la izquierda y alza la mano del mismo lado, en la que porta un candil de forja. En la otra, sostiene una amenazante clava que resalta sus violentas intenciones. En el bien construido semblante, algo enjuto, de afilada nariz y entreabierta boca, son notorias las huellas de la incipiente vejez y la expresión. Los grises y persistentes cabellos de las sienes y del largo mechón de la frente aparecen pegados al cráneo, simulando estar húmedos y apelmazados. La policromía de las carnaciones eleva en este caso el tono, ajustándose a la edad y al carácter malévolo del personaje.

Rafael Rovira nos trae el magnífico reportaje fotográfico de las obras. La Hornacina bien se presta a difundirlas, mostrándonos con las creaciones de González Rey en particular, y con las de otros muchos artistas, la buena salud que actualmente goza la imaginería en nuestro país. No van a ser pocos los que apreciarán estas dos esculturas, y aquellos que vivan del mismo oficio del autor aprenderán de ellas. Otros al contemplarlas, quizás sólo busquen llenar gratamente un rato de ocio, pues no resulta mala vía la que el Arte nos ofrece para evadirse un poco de esta crisis tenaz y disparatada que, por desgracia, tanto cariño nos ha tomado.

 

Nota de La Hornacina: acceso a la galería fotográfica a través del icono que encabeza la noticia.

 

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