NUEVA OBRA DE LUIS GONZÁLEZ REY PARA CÁDIZ

Francisco Manuel Ramírez León y Miguel Ángel Castellano Pavón (30/04/2011)


 

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Allí donde se deja sentir con fuerza el carácter enérgico del singular universo marinero, la Virgen del Carmen toma sitio de privilegio entre las más populares devociones del lugar. Y claro queda que la ciudad de Cádiz, por su naturaleza, no puede ser ajena a dicha devoción. Así pues, la Virgen de Carmen, -cuya cofradía se fundó en el convento de los dominicos allá en el siglo XVII- posee desde el siglo XVIII un bello y barroco convento propio en el más bello de los lugares gaditanos, la Alameda. Y también se le rinde culto en el neoclásico Barrio de San Carlos, en otro cenobio de monjas descalzas de fundación más moderna, aunque en un caserón de los antiguos; y un hospital de los que ya cuenta su tiempo por siglos, el conocido Hospitalito de Mujeres, está puesto bajo su patrocinio. Y muchas son las iglesias gaditanas que cuentan con una imagen o capilla dedicada al devoto icono, y no menos los particulares en nuestra ciudad, que tienen su pequeño oratorio dedicado a una representación de Nuestra Señora del Monte Carmelo, ya sea ésta de mayor o menor calidad artística.

Pues traemos un más que notable ejemplo de la devota imagen del Carmelo, salida del genio del escultor e imaginero gaditano Luis González Rey para recibir culto dentro de la intimidad familiar. Hechura del icono fuertemente inspirada en la titular de la gaditana Archicofradía de Nuestra Señora del Carmen Coronada, talla que preside un magnífico retablo mayor allá en su convento de la Alameda. Obra ésta de candelero para vestir y firmada por el artista Jacinto Pimentel, -notabilísimo escultor e imaginero del siglo XVII que aún no ha alcanzado el justo reconocimiento que su obra merece-, aunque ya muy transformada según los gustos de las distintas épocas. El Niño que porta es obra del siglo XVIII, atribuida al genovés afincado en Cádiz Domenico Giscardi.

Difícil tarea se le plantea al imaginero cuando ha de satisfacer al comitente con la imagen exacta del venerado icono, sin dejar de poner en juego la propia creatividad; y somos de la opinión que González Rey aquí lo logra y con mucho acierto, ofreciéndonos una imagen bellísima, novedosa, y a la vez llena de rigor, de la titular de la Archicofradía del Carmen Coronada. Resuelve su particular visión de la obras de Pimentel y Giscardi, confiriéndole un formato en busto largo, de unos 70 centímetros de altura, trabajándola en terracota policromada y patinada. La obra transparenta el vigor creativo del escultor, quedando patente su habilidad y sapiencia a la hora de trabajar con la arcilla, fundamental para todo el que quiera alcanzar la dignidad de ser llamado escultor-imaginero.

El Niño se nos presenta desnudo, un tanto mayor que el original y con mayor flexión en sus piernas. El rostro, muy cercano a los grafismos de Giscardi, capta con gran acierto el gesto amable y candoroso. Los rasgos se dibujan con firmeza y sutilmente acabados en su modelado, contrastando con las maneras más sueltas y ágiles de los cabellos. Repite las formas someras en el modelado de la anatomía, blanda pero sin llegar a lo excesivo.

Por otro lado, La Virgen se nos presenta bellísima, claramente inspirada en la imagen que presentaba el original de Pimentel en vísperas de su Coronación Canónica: tocada con velo que simula ser trabajada manufactura de encajes, y ceñida coronita de flores doradas. Ha sido una muy acertada elección: llamativa y efectista, simplemente por sencilla. El rostro es conmovedor, extraordinariamente sugestivo, fuertemente atractivo y bien hermoso; cercano al prototipo, como no podría ser de otra forma, pero con una nota de melancolía en la mirada que aún lo hace más emotivo. Al igual que en el Niño, bien perfiladas las líneas del rostro sobre el barro, pero con mayor delicadeza en el acabado del modelado, alcanzado apariencia de piel juvenil y tersa. Se peinan los cabellos imitando los tirabuzones de pelo natural, que casi siempre se dejan ver en la obra de Pimentel.

Viste el hábito de la orden adornado con imitación de bordados florales. Se acompaña de amplio manto que enmarca a las imágenes en dibujado y cerrado óvalo, y a la vez sirve de asiento al Niño; recurso éste que refuerza la íntima relación materno-filial y apoya la lectura doctrinal de las imágenes divinas. Se ciñe dicho manto al cuello de la Virgen mediante broche dorado que muestra el escudo de la orden, para acabar, sirviendo como base a las imágenes, formando suaves y amplios pliegues ligeramente modelados, sin insistir en los claroscuros.

En cuanto a la policromía, se resuelve dentro de un cromatismo muy ajustado, sutilmente aplicado y casando a la perfección con un material soporte que se deja ver bajo la fina capa de color, otorgando así una apariencia cálida y unitaria al conjunto. Toma las carnaciones el color propio de la arcilla, sin policromía, solamente patinadas. En los rostros tan sólo aparecen los aportes de rojo en los labios y el color blanco en las partes propias de los ojos, resolviéndose los iris en oscuros tonos pardos. Los cabellos simulan ser castaño claro en el Niño, y más oscuro en la Virgen, como en las obras de referencia. La vestimenta de María se ajusta al color de la orden, con la nota viva de los dorados. Sorprende el color del manto: en un verde muy suave en vez del color crudo que acostumbra la iconografía. Muy vistosa nos resulta, por los contrastes de blancos y dorados enfrentados a los distintos tonos marrones, el acabado cromático de la testa de Nuestra Señora del Carmen.

Pues ésta es la gaditana Señora del Monte Carmelo según la ha sentido Luis González Rey. Escultura que satisface con creces al devoto comitente en su deseo de tener cercano a su venerado icono, o simplemente a quien solo busca lo que le resulta bello y sabe apreciarlo. Se pueden considerar dichosos los poseedores de la obra, así como el escultor e imaginero de Cádiz por ser artífice de una pieza que sinceramente opinamos como excelente. Y algo de dicha aún quedará para nosotros, pues aunque solo sea a través del reportaje fotográfico de Rafael Rovira, bien que la podremos disfrutar. Así pues, pinchemos sobre el icono, como es costumbre en esta casa, ¡y disfrutemos!

 

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