NUEVA OBRA DE LUIS GONZÁLEZ REY

Francisco Manuel Ramírez León y Miguel Ángel Castellano Pavón (03/05/2010)


 

 

 

Con destino al oratorio de un particular, el escultor e imaginero Luis González Rey ha labrado, en madera de cedro y con acabado polícromo al óleo, la imagen de un Niño Jesús Redentor.

Se trata de una obra inspirada en la que Martínez Montañés esculpiera para la Sacramental de la Iglesia del Sagrario de Sevilla, paradigma de estas representaciones del Divino Infante. No obstante, tomando González Rey distancia del modelo montañesino, logra con gran acierto hacer suya la iconografía, consiguiendo una obra de destacada calidad, pues el artista gaditano domina las representaciones infantiles, como podemos comprobar en su feliz conjunto de la Virgen Niña en la Cuna Acompañada de Dos Ángeles, de la Iglesia de San José de Cádiz.

La figura aparece sobre escueta y redondeada peña, avanzando la pierna izquierda; solución que la impregna de un moderado dinamismo, y la acerca a quien la contempla. Levanta el brazo derecho en actitud de bendecir, mientras que el izquierdo queda preparado para que la mano sustente algún aditamento ajeno a la hechura.

 

 

La infantil anatomía se resuelve de manera veraz y naturalista, sin excesos de blandura o macrocefalia. Destacamos el bello rostro, amable, efectista y lleno de candor, pero sin esconder cierto pozo de gravedad del que conoce su divina naturaleza y acepta su misión redentora. La mirada baja y la entreabierta boca, que muestra claramente la dentadura superior en esbozada sonrisa, refuerzan su disposición dialogante y comunicativa hacia el creyente. La inclusión de ojos de cristal y pestañas postizas de pelo natural contribuyen al verismo de la imagen.

Destacamos especialmente la solución adoptada para los castaños cabellos, gubiando el escultor una incipiente melena que le otorga mayor volumen a la testa, sin que ello desmerezca la armonía de sus proporciones. Así mismo, para la parte alta, ha simulado unos agitados, largos y diagonales mechones de importantes volúmenes que acaban con unos acertadísimos detalles resueltos a punta de pincel sobre la frente, a favor de lo gubiado.

Para las carnaciones, se han adoptado suaves tonos rosáceos, con aportes de tonos más elevados allí dónde la anatomía lo requiere, que contribuyen a marcar la tendencia neobarroca y naturalista de la bella escultura.

 

 

Fotografías de Rafael Rovira

 

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