ESPAÑA DECLARA EL BELENISMO COMO PATRIMONIO CULTURAL INMATERIAL

10/01/2022


 

 
 
Museo de Belenes de Mollina (Málaga)

 

El Ministerio de Cultura y Deporte, a través de la Dirección General de Bellas Artes, ha incoado el expediente para la declaración del Belenismo como Manifestación Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial, lo que supone su anotación preventiva en el Inventario General mientras se procede a la tramitación para su declaración definitiva. La incoación del expediente por parte del Ministerio implica un reconocimiento y una salvaguarda de la práctica del Belenismo. De acuerdo a la legislación competente, será el Consejo de Ministros quien, en el plazo máximo de un año, podrá acordar la declaración definitiva, que se materializará mediante un Real Decreto. La Ley 10/2015, de 26 de mayo, para la salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial establece que corresponde al Ministerio de Cultura y Deporte, en colaboración con las Comunidades Autónomas, la salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial mediante la Declaración de Manifestación Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial, además de regular el procedimiento de declaración.

La acción de montar el Belén es una tradición de religiosidad popular que tuvo su origen en la Europa Medieval y que consiste en construir una escenografía formada por un escenario y figuras sistematizables que se arman o montan cíclicamente coincidiendo con la época de Navidad y que evoca, directa o indirectamente, pasajes relacionados con el nacimiento de Jesús. Se trata, por lo general, de construcciones efímeras y estacionales, de un pequeño universo reducido, que alberga personas, animales y casas. Hoy en día, el belén trasciende lo estrictamente religioso para encuadrarse en una dimensión más amplia, la cultural, convirtiéndose en un hecho sociológico. El Belenismo comprende tanto al arte de fabricar las figuras del Belén a través de sus artesanos, como al colectivo especializado en armar o montar el Belén, empleando ciertos conocimientos y destrezas, en un proceso en el que se aplican técnicas y prácticas tradicionales y actuales, transmitiendo al espectador sensaciones emocionales y simbólicas, que inundan los sentidos mediante la recreación de cada escena, olores característicos como el del musgo y del corcho y las diferentes texturas de sus figuras, construcciones y elementos complementarios. En el primer grupo, formado por los artesanos y fabricantes de figuras y demás elementos del Belén, los conocimientos suelen transmitirse de una generación a otra en el seno de grupos familiares o talleres, siguiendo una trayectoria estilística mantenida con escasas variaciones a través del tiempo, que determina desde el punto de vista estético áreas culturales distintas. El segundo grupo, formado por diseñadores y montadores, no siempre procede de una formación consuetudinaria como en el caso anterior, sino que se corresponde con personas creadoras, profesionales, en las que confluyen ciertos conocimientos de historia, paisajismo, decoración, diseño, electricidad, pintura, fontanería, albañilería, carpintería, matemáticas y botánica. En ambos grupos se pone de manifiesto el buen gusto, la paciencia, la tenacidad y el cariño, sin olvidar la religiosidad, arte, costumbres, tradiciones, cultura e ingenio.

Son muchos los valores culturales que presenta el Belenismo, que justifican por tanto su declaración. El Belenismo conforma un Patrimonio Cultural Inmaterial con fuerte carga identitaria. Incluye una serie de manifestaciones y expresiones muy representativas para buena parte del territorio español, primando el valor de la diversidad que este tipo de patrimonio representa, creando y compartiendo una identidad colectiva. Está instalado en prácticamente todas las regiones españolas. Contribuye a la trasmisión y al conocimiento de la cultura popular al mostrar por medio de sus escenas, de manera didáctica y atractiva, modos de vida y oficios tradicionales (en muchos casos desaparecidos). Desarrolla y potencia diferentes oficios vinculados con los productos y elementos que le son característicos, como los artesanos y artesanas de figuras, construcciones, enseres, que, si bien tienen elementos comunes, varían en cada región española, presentando particularidades que enriquecen los tipos y la diversidad de expresiones de las figuras. La riqueza de sus bienes muebles asociados está constituida por un extenso fondo de figuras, esculturas y construcciones a nivel doméstico y otras muchas de acentuado valor artístico, repartidas entre coleccionistas particulares, centros religiosos, Patrimonio Nacional y numerosos museos situados por toda la geografía española. Los conocimientos, habilidades y destrezas se transmiten y recrean. Cada persona o asociación, desde su experiencia y capacidad creativa, lo modela en función de sus conocimientos, raíces y cultura; todo ello genera una gran variedad de belenes que enriquecen la diversidad del movimiento belenista, algunos mostrando altos niveles decorativos y compositivos. Se trata de un universo plural y diverso de ámbito nacional y con trascendencia internacional. El Belenismo tiene una estrecha relación con la tradición oral, al vincularse con multitud de villancicos que aluden al Belén que han ido conformando nuestro Cancionero Popular Navideño. Los cantos populares de Navidad son una constante en todos los pueblos de España, con sus correspondientes particularidades y forman parte de nuestra literatura popular. En muchos casos la letra y la melodía han sido transmitidas de forma oral de una generación a otra. Existe una responsabilidad social en el movimiento asociacionista que en torno al Belenismo es amplio, con un gran nivel de compromiso, para mantener y divulgar esta actividad, canalizando y recogiendo la iniciativa popular, como primer motor del mantenimiento de esta tradición a través de los siglos. Y esto sucede no solamente en nuestro país, sino también en buena parte de Europa y América latina, confirmando una tradición centenaria que actualmente tiene cabida en multitud de países. Además de su valor identitario, cabe destacar su dimensión económica y productiva. No obstante, esta actividad artesanal no solo es importante desde un punto de vista económico por sí misma, sino también por la conexión que tiene con otras actividades, como el turismo (interior y exterior), otras industrias culturales, el sector artesanal, el coleccionismo...

La devoción a los misterios de la infancia de Cristo, a la humillación de su encarnación y su desvalida niñez, fue un rasgo común a toda la espiritualidad monástica de los siglos XII y XIII, especialmente entre las órdenes de franciscanos y clarisas, quienes contribuyeron a la instauración de los nacimientos en la tradición católica. Como primer belén, ya sí con figuras, se tiene al realizado en 1291 por Arnolfo di Cambio para la Basílica de Santa María la Mayor en Roma, en el que sus monumentales esculturas en alabastro se situaban en un espacio físico con ciertos aspectos teatrales. En el caso de España, se considera al "Belén de Jesús" de la Iglesia de la Anunciación de Palma (Mallorca), procedente del convento franciscano de Nuestra Señora de los Ángeles, fechado a finales del siglo XV, como el belén más antiguo aún en uso. Esto no implica que sea el más antiguo, puesto que en el Museu-Monestir de Pedralbes de Barcelona se conserva un misterio, de bulto redondo y tallado en alabastro, datado en la segunda mitad del siglo XIV y atribuido al escultor y maestro de obras barcelonés Bernat Roca. Sin embargo, no está claro si su función respondía a la de componer con ellas un belén. Sí que consta documentalmente que en 1468 se renovaron las figuras del Misterio de la Catedral de Valencia para exponerlas en la fiesta de Navidad y en 1502 ya aparece la expresión "poner el Belén".

A modo de apunte, ya que sería muy extenso reseñar todo el desarrollo del belén en España, podemos exponer que ya en el siglo XVI en algunos monasterios se armaba el belén. Sirvan a modo de ejemplo una cabalgata de los Reyes Magos, de escuela castellana, fechada en la segunda mitad del siglo XVI conservada en el Convento de San José de Toledo, o las noticias como las de que un beneficiado de la Catedral de Vic (Barcelona) tenía en 1585 "unes ymages de terra, del naixement". En este mismo siglo, y fuera ya del ámbito religioso, hubo hogares de la nobleza que contaron con nacimientos. En 1576 el VII duque de Medina Sidonia, don Alonso Pérez de Guzmán el Bueno, encargó un belén para la capilla de su palacio en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), aunque hasta ese momento, su esposa, doña Ana de Silva y Mendoza, mandaba montar, en su oratorio particular, un belén desmontable sobre una estructura de madera. Este ejemplo temprano no conservado, y además de carácter civil, nos permite ver como el belén ya estaba desarrollado en la España del siglo XVI.

En el siglo XVII existen noticias de la presencia de belenes en palacios españoles, pero no se conservan ejemplares, y en ese mismo siglo muchos monasterios españoles encargaron y recibieron grandes belenes, parte de los cuales fueron escenificaciones fijas, tanto en capillas como en salas del belén; algunos de ellos se han conservado, como el belén de las capuchinas de Palma (Mallorca). En relación a la práctica belenista, hubo monjas y religiosos que confeccionaban nacimientos, como la hermana Juana de la Virgen (1605-1665) del Convento de la Inmaculada Concepción de Barcelona, el venerable Andrés de Guadalupe (1602-1668) en una capilla de la parroquial de Constantina (Sevilla), o la venerable Francisca Inés de la Concepción (1551-1620), del Convento de Nuestra Señora de Belén de Cifuentes (Guadalajara), quien no solo montaba el nacimiento, sino que "aconsejaba que cada uno lo hiciese en su casa". En este mismo siglo llegarían varios belenes napolitanos a España y es que durante los últimos años del Virreinato español de Nápoles, los lazos y la circulación de obras entre Nápoles y España se intensificaron, documentándose el encargo por parte de los virreyes españoles de numerosas obras de arte, entre las que se encontraron numerosos belenes. Entre los artistas destacados de la segunda mitad del siglo podemos traer aquí a la figura de la escultora Luisa Roldán (1652-1706), autora de numerosos nacimientos. Entre las figuras creadas por la escultora, y si conservadas, se encuentra una cabalgata de los Reyes Magos, compuesta por 19 figuras, hoy en el Museo Nacional de Escultura.

En el siglo XVIII hay dos belenes que marcan la historia del belén en España, el Belén del Príncipe y el Belén de Salzillo, considerado este último como uno de los belenes históricos más relevantes del arte español. Los belenes cortesanos de tipo napolitano contaron, como el del Príncipe, con figuras que representaban tipos españoles, puesto que los belenes napolitanos, ya en la Península, eran completados por escultores españoles que representaban los más variados tipos populares del país, que convivían con los italianos. Mientras esto sucedía en la corte, el noble murciano Jesualdo Riquelme y Fontes encargaba en 1776 al escultor Francisco Salzillo (1707-1783) un nacimiento para su hogar. Un belén de misterios realizado para la piedad doméstica, en el que predomina el sentido de intimidad y el desarrollo narrativo de la historia sagrada.

Si en los siglos XVI, XVII y XVIII el belén estuvo presente en iglesias, conventos y palacios, en el transcurso del siglo XIX se produciría la denominada "democratización del nacimiento", generalizándose su instalación en los hogares españoles, convirtiéndose, de esta manera, en una expresión de la cultura popular que llega hasta nuestros días. Estos belenes hogareños tenían carácter narrativo, por lo que sus figuras representaban diferentes escenas evangélicas, como la anunciación a la Virgen María, la visitación de la Virgen María a su prima santa Isabel, el sueño de San José, la petición de posada de la Virgen María y San José en Belén, el nacimiento del Niño Jesús, la Huida a Egipto de la Sagrada Familia, el taller de Nazaret... Junto a ellas, había gran cantidad de pastores, de carácter anacrónico, que reproducían los tipos populares, como verdadero reflejo de nuestro pueblo y de sus costumbres, vestidos como los tipos de las láminas de la "Colección de trajes de las provincias de España", publicada por Juan de la Cruz Cano y Holmedilla en 1777. Estos pastores, además, realizaban las mismas faenas domésticas y oficios, mostrando, asimismo, la relación de los pastores con su entorno, la España rural, incluyendo construcciones que reproducían la arquitectura popular. Los nacimientos familiares se poblaron con figuras realizadas en Granada, El Puerto de Santa María (Cádiz) y, muy especialmente, en Murcia, que fueron las preferidas por los españoles, tanto por su calidad como precio. Esto hizo que la ciudad de Murcia llegase a ser el mayor centro productor español de figuras de nacimiento, convirtiéndose en una de sus industrias y, finalmente, en una de sus señas de identidad a lo largo del siglo XX. En las ciudades las familias visitaban las tradicionales ferias navideñas, donde convivían los frutos y comestibles con los instrumentos musicales y las figuras para el nacimiento. En Madrid, la plaza de Santa Cruz junto a las calles adyacentes, como la calle Esparteros, fue el lugar donde se vendían todos los elementos necesarios para la construcción del nacimiento desde 1765. En Barcelona lo fue la Feria de Santa Lucía desde 1786.

En las primeras décadas del siglo XX los anacronismos de los belenes pasaron de ser aplaudidos a ser duramente atacados, al defender un nuevo tipo de belén que buscaba la fidelidad arqueológica. El belén tradicional y popular sería sustituido por otro de tipo historicista, con paisajes y figuras orientalizantes. Al escultor catalán Domènec Talarn (1812-1902) se atribuye la creación de las primeras figuras orientalizantes, dando origen al denominado "belenismo arqueológico", a quien siguió una abundante nómina de escultores. Este falso verismo histórico sería asumido por las nacientes asociaciones de belenistas (por ejemplo, en 1863 se creó la Sociedad de Pesebristas de Barcelona, refundada en 1921 como Asociación de Pesebristas de Barcelona), que impulsaron la nueva tendencia, junto a la perspectiva de sus dioramas, y, de esta manera, las figuras de barro policromado que plasmaban la sociedad rural española comenzaron a entrar en declive. Aunque algunos artesanos se resistieron a este cambio, como el granadino Antonio Jiménez Rada (1873-1949), cuya obra fue continuada por su hijo José Jiménez Mariscal (1909-1995), y el artesano Ángel Martínez García (1882-1946) de El Puerto de Santa María (Cádiz), en cuyas figuras reflejaron su entorno. Las figuras de la escuela de Olot, de pasta de madera, con su pretendida fidelidad histórica, al vestir a sus personajes con atuendos atemporales en base a túnicas, mantos y turbantes, conquistaron el mercado. Numerosas instituciones, especialmente parroquias, conventos y colegios, se decantaron por estas figuras para sus belenes monumentales, uniformizando todo lo relativo al belén. Para los paisajes, frente al corcho y musgo, la nueva estética encontró en la escayola un material con el que recrear sus pretendidos entornos bíblicos, a la vez que se impartían reglas de naturalismo, perspectiva y fidelidad histórica, entendida al modo de la época. Todo ello fue favorecido aún más por las directrices que, después de la Guerra Civil, se dieron desde las asociaciones belenistas para desterrar los anacronismos del belén, ya que no había sitio para nada que no fuese verdad histórica y evangélica. Como consecuencia de ello, el nacimiento en los hogares quedó reducido a la representación de la anunciación a los pastores, el Misterio y la cabalgata de los Reyes Magos. En esta labor de depuración, algunas tradiciones, figuras y símbolos fueron desterrados, aunque una parte de aquello ha podido llegar a nuestros días.

 

 
 
Museo Nacional de Escultura

 

Existen numerosas formas de representar el Belén según atendamos a la técnica del montaje, al estilo de confección, al entorno representado, a la existencia o no de movimiento, al tamaño y a los personajes utilizados. De acuerdo con la técnica del montaje se dividen en abiertos, cerrados (diorama) o santuario móvil. Según el estilo de confección, pueden ser populares (domésticos) o artísticos. Los primeros se realizan utilizando materiales sencillos y tradicionales como corcho, musgo, serrín, plantas, papel de aluminio... y construcciones y figuras sencillas fabricadas en serie; además no suelen tener perspectiva. Los segundos son obra de belenistas profesionales, con técnicas y materiales que permiten una representación lo más realista y detallada posible del entorno. Esos belenes se pueden identificar como bíblicos, locales o modernos. También hay que tener en cuenta si el Belén tiene o no movimiento, distinguiendo aquellos que disponen de mecanismos mecánicos o eléctricos, y también entre vivientes (con personas y animales reales) o inanimados. Por último, los belenes pueden tener cualquier tamaño desde belenes en miniatura hasta belenes monumentales que pueden ocupar una gran superficie. Por lo que respecta a los estilos se pueden encontrar de todo tipo, y sus cambios a través de los siglos han sido acordes con su tiempo. Así pues, han ido pasando desde una forma primitiva, con sus representaciones en el Románico, al Gótico, al Renacimiento con el estilo napolitano, al estilo Barroco en las figuras, el salzillesco, el popular murciano, el olotense, el hebreo y finalmente los estilos regionales.

En lo relativo al tipo de material en el que están hechas las figuras, las más habituales han sido modeladas en barro cocido y algunas en madera tallada. A mitad del XX se usó el yeso y la escayola, actualmente en desuso por su fragilidad; la cera, aún en boga en países como México; el papel o "papel maché", los fieltros y el cartón. Actualmente se utilizan otros materiales como los derivados de los plásticos y resinas. Las figuras, según el proceso de creación, pueden ser "a palillo" (piezas únicas, modeladas a mano por el artesano-imaginero, generalmente de barro cocido y policromado, modeladas mediante palillos de madera de modelar el barro o las arcillas), a "semi-palillo" (elaboradas mediante un molde y posteriormente retocadas por el artesano-imaginero, son reproducciones de un original y normalmente tienen tiradas limitadas) y "de serie" (elaboradas mediante molde, generalmente en resina, con tiradas ilimitadas. En cuanto a la aplicación del color, lo habitual es que estén policromadas mediante barnices, anilinas y pinturas acrílicas, y en función de su acabado pueden estar envejecidas mediante pátinas o técnicas especiales.

Los materiales básicos empleados para la construcción de un Belén son el corcho, la madera, la escayola, el yeso, el porexpan o polietileno expandido o extruido, la espuma de poliuretano y las telas, y para su acabado el musgo, el verdín, el serrín, las luces, los cables, las piedras, la arena, las pinturas y los tintes. El corcho bornizo es el material usado más tradicional en los belenes, pues facilita la construcción de pesebres, cuevas o grutas, montañas, rocas... ya que puede ser fácilmente manipulado. La espuma de poliuretano se emplea para realizar huecos y montañas; la madera se usa para estructuras, el yeso para enlucir y las telas para el celaje, todos ellos materiales muy utilizados por los belenistas en la construcción. Para su acabado, el musgo es un elemento tradicional que sirve para tapar imperfecciones y establecer zonas más húmedas, así como las piedras, tierras y fragmentos de espejo para diseñar caminos y ríos. En la iluminación se utilizan diferentes tipos de bombillas, lo que permite obtener todo tipo de colores y ambientaciones, desde un haz de luz concentrado para destacar una escena, hasta la luz difusa de ambientación, pasando por la luz de imitación de fuego, las antorchas, los faroles y las estrellas. Las pinturas pueden ser acrílicas, plásticas y al agua, usando y mezclando los colores que más se acomoden al elemento a imitar.

Las diferentes etapas de la actividad belenista necesitan de una serie de actividades y oficios que la complementan. Los artesanos-imagineros modelan y tallan en diferentes materiales las figuras que compondrán las diferentes escenas y las pintan. El tipo de producción, en la mayoría de los casos, es el de un taller con un maestro artesano y unos pocos ayudantes, en su gran mayoría varones. Los talleres que se incluyen no dan fe del número exacto de ellos ya que se nutren de pequeños artesanos, agrupados todos ellos por la necesidad comercial de dar a conocer su producto. Los artesanos realizan las construcciones y complementos que ambientarán las escenas del Belén. En tiendas y mercadillos se comercializan los diferentes componentes que intervienen en la confección de un Belén, como figuras, construcciones, enseres, complementos, musgo, corcho, pintura, celajes, plantas, luces, motores, cables, etcétera. El papel de la mujer cobra cada día más importancia, no únicamente en el mantenimiento de esta tradición sino en su labor como artesana y con una presencia cada vez mayor en entidades y museos vinculados al Belenismo.

La producción de figuras de Belén y sus complementos ha seguido en paralelo a un desarrollo histórico que se inició prácticamente con la escuela de Salzillo, en Murcia, inspirada en las figuras napolitanas que introdujo Carlos III a su llegada a España. La siguió la imaginería localizada en Olot (Barcelona), esta vez de influencia francesa, y en paralelo, aunque de menor producción, en Andalucía y Valencia. En la actualidad esta actividad productiva se encuentra repartida en numerosas Comunidades Autónomas, destacando Murcia, Cataluña y Andalucía. La Región de Murcia ha continuado manteniendo la mayor producción de figuras en España, y en particular las figuras de tipo enlienzado, con un gran repertorio de las de barro cocido y policromado. Destacan a su vez en Murcia los artesanos figuristas de Puente Tocinos, Murcia capital, Zarandona, Casillas y Ceutí. Por otro lado, Cataluña, inicialmente con Olot como centro productor único, ha provisto a todos los belenistas españoles desde hace décadas. En la actualidad es probablemente el mayor empleador de artesanos figuristas. Las figuras producidas en Cataluña son del tipo barro cocido y policromado, con la excepción de Olot que son de pasta de madera. Además de Olot destaca, en la provincia de Girona, Riudaura. En la de Barcelona, los talleres de Castellar de Vallès, Barcelona capital, Mataró, Cubelles y Piera. También Andalucía ha destacado en los últimos años por la gran cantidad de artesanos figuristas que han surgido, probablemente debido a las tradicionales esculturas de Semana Santa, lo que ha creado una escuela importante de escultores. En paralelo se ha desarrollado una gran producción de todo tipo de complementos, incluidos los relacionados con la automatización de los belenes, su informatización y escenografía. El material de las figuras es básicamente el barro cocido. Destacan como artesanos figuristas los talleres de Jerez de la Frontera, El Puerto de Santa María, San Fernando y Medina Sidonia en Cádiz. En Granada, su capital; en Sevilla, Lebrija, Los Palacios y Villafranca, así como Sevilla capital. En cuanto a fabricación de complementos y accesorios de belenes, resaltamos los talleres de Montilla, Lucena y Córdoba capital, así como algunos en Sevilla y Granada.

La Comunidad Valenciana cuenta con conocidos artesanos figuristas y una gran capacidad comercial de difusión de todo tipo de figuras y complementos. Destacan los talleres de Callosa de Segura, en Alicante, y en Valencia, Requena y Valencia capital. En la Comunidad de Madrid encontramos artesanos que han sido referencia en la fabricación de figuras de Belén, destacando José Luis Mayo en la capital. Destaca también en Madrid la actividad de venta de figuras y complementos del Belén, que son una referencia en toda España y también internacionalmente vía Internet. Castilla-La Mancha dispone de artesanos con la particularidad de su dispersión dentro de la Comunidad, que da buena muestra de la amplitud del movimiento belenista. Destacamos el taller de Villarrobledo, en Albacete; el de Nalvalcán, en Toledo; el de Alobera, en Guadalajara, y el de Granátula de Calatrava, en Ciudad Real. Castilla y León dispone, entre otros, del más conocido miniaturista en barro cocido MIBAKO. Por último, en prácticamente todas las Comunidades existe actividad productiva en cuanto a artesanos figuristas y de complementos, así como las correspondientes actividades comerciales, incluyéndose Navarra, Aragón, Galicia, Baleares, País Vasco, Extremadura y La Rioja.

Las asociaciones de belenistas comenzaron a crearse a principios del siglo XX por Europa, iniciándose en Italia. En España, la primera de esas asociaciones fue la Unión de Pesebristas creada en Barcelona en 1863, siguiendo entre otras las de Madrid y Murcia. A este movimiento se fueron sumando progresivamente asociaciones en todo el territorio nacional. Las asociaciones de belenistas agrupan y canalizan a las personas que tienen como pasión el Belén. Los objetivos perseguidos por el movimiento asociativo, como agentes portadores del acervo belenista, se dirigen fundamentalmente hacia el conocimiento, conservación y promoción del Belén, reconociendo su diversidad cultural. Además, a través de la comunicación, se promueve el interés de las instituciones y del público en general, mediante publicaciones específicas y en medios de todo tipo, en particular hoy día las redes sociales. La Federación Española de Belenistas está compuesta por 78 entidades belenistas asociadas, ubicadas por todo el territorio nacional. A este conjunto pertenecen unos 32.000 socios o federados en toda España, si bien debido al carácter eminentemente familiar y tradicional de estas entidades, el número de belenistas sobrepasa largamente los 60.000. Pero siendo estos los impulsores y generadores que mantienen y propagan el Belenismo, no hay que olvidar los miles de hogares, negocios o entidades que participan de estas manifestaciones, viviéndolas y salvaguardando la tradición. Así pues, podemos decir que existe en nuestra sociedad un gran tejido social que sustenta el Belenismo y que tienen voluntad y preocupación común por su salvaguarda como expresión de nuestra cultura tradicional y popular.

Se proponen tres campos para la actuación de las estrategias de salvaguarda: medidas de documentación y protección: investigación, identificación, catalogación, inventario, registro, mantenimiento, restauración de los bienes materiales asociados, y defensa frente a su exportación y expoliación -para ello, además de la musealización de las colecciones existentes, se deberá proceder al estudio y catalogación de los bienes materiales (figuras, escenografías, dioramas, belenes completos, técnicas artesanales), creando registros e inventarios; además, al ser el Belén normalmente efímero y estacional, se deben documentar las representaciones, la ambientación, los componentes, las figuras y la técnica, como legado a las futuras generaciones-; medidas de carácter educativo y divulgativo: planes de estudios que contemplen formación relativa a la adquisición de competencias y habilidades para su protección, transmisión, difusión y promoción; asimismo, facilitar y promover estudios de investigación, documentación sobre este patrimonio y la realización de inventarios; por último, las medidas de promoción y sensibilización: informar y sensibilizar a la opinión pública de lo que representa en todos los sectores de actividad y de las amenazas que conlleva, así como promover iniciativas de los distintos colectivos y sectores.

El Belenismo está presente en muchas regiones y zonas del planeta, participando el estado español de esta riqueza cultural general de la manifestación a nivel mundial. Hay tradición belenista en países europeos como Alemania (Baviera, el Tirol y Múnich), Italia (Nápoles), Austria, Suiza (Oberland y Lungern), Francia (la Provenza y Marsella), Portugal (Estremoz, Barcelos y Évora), Chequia, Eslovaquia y Polonia, así como América Latina (Argentina, Perú, Ecuador, El Salvador, Bolivia y México), donde goza de una gran implantación.

 

 
 
Museo Diocesano de Arte Sacro de Orihuela

 

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