NUEVA OBRA DE ELÍAS RODRÍGUEZ PICÓN

Elías Rodríguez Picón (18/06/2015)


 

 

Una cantante se derrumba por el desamor sufrido. El dolor la envuelve tras el escenario mientras siente la necesidad de componer para reflejar su melancolía en una canción. Caído, el metrónomo toma el papel de instrumento de descontrol, de desorientación del ritmo del tiempo.

Las flores vuelven a protagonizar una creación fotográfica de Rodríguez Picón. Flores que en este caso son rosas amarillas, símbolos del tránsito de un amor a otro, a las que una soga amenaza con asfixiar. Están además dispuestas en forma de aspa como símbolo de los caminos diferentes tomados por los amantes.

 

 

 

Al igual que la Julia Martínez descrita por Ruben Geller en su obra Los Hijos del Comandante, dos hilos negros bajan por las mejillas de la modelo (la valverdeña María Carcela). Huellas dejadas por su maquillaje, arrasado por ese mar de lágrimas. De lágrimas negras como su vida.

El autor la inmortaliza en el momento en que recibe una llamada al móvil, cuyo motivo deja a la imaginación del espectador. Detrás de ella aparece una bandera pirata, en este caso no como un emblema de la rebeldía del músico sino como un objeto de deseo, del deseo de franquear los espacios ajenos.

 

 

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