Con esta imagen, realizada para una colección particular de la provincia de Badajoz, el escultor rocianero se reafirma en su ideal femenino para el tema de la Mater Dolorosa, desarrollado desde hace más de una década en obras como la Virgen del Dulce Nombre de Huelva o la Virgen del Refugio de Jerez de la Frontera. Un ideal que responde a un concepto iconográfico fuertemente integrado en la tradición española desde el barroco.

Labrada en madera de cedro real para vestir, con claras carnaciones aplicadas al óleo y ojos castaños de cristal que miran pesarosos al cielo, la Señora mide 167 cm de altura. Sus manos, dispuestas de forma irregular a la altura del talle, muestran los dedos torneados para sostener los atributos propios de estos simulacros marianos. Sobre el pecho figura el puñal, símbolo de dolor al igual que las cinco lágrimas que corren por sus mejillas.