Esta imagen de la Inmaculada Concepción, de dimensiones inferiores al natural (80 cm la Virgen y 120 cm de altura total), es la última obra en salir del taller del escultor alicantino Ramón Cuenca Santo, teniendo como destino una colección particular de Jaén; tallada en madera de pino, ha sido policromada al óleo con imitación de tejidos planos en la vestimenta y pálida encarnadura, introduciéndose ojos de pasta vítrea y pestañas de pelo natural colocadas en párpados superiores.

Imbuida de clasicismo, participa de una versión menos habitual de la iconografía inmaculista, presentando la mano derecha sobre el pecho y la izquierda extendida, en ademán de posarse sobre un orbe plateado, que representa la luna a los pies de María. La cabeza, de rostro aniñado y redondeadas facciones, se gira hacia el lado derecho con la mirada elevada al cielo, terminando de perfilar una figura serpenteante, cuyo dinamismo se ve acentuado por el movimiento airado de las telas.

La sobriedad de los paños que envuelven la figura queda interrumpida por una serie de galones, a imitación de bordados, que guarnecen el perímetro de la túnica y el manto, así como el fleco tallado que remata el borde inferior de la sobretúnica o el ceñidor colocado sobre la misma; dicha ornamentación se ha labrado en el aparejo, siguiendo una serie de diseños realizados por Santiago Rodríguez López, siendo dorados por Manuel Ángel Lorente y acabados mediante esgrafiados y picados de lustre.