NUEVA OBRA DE DOMINGO GARCÍA CHAHUAN

Francisco Zaragoza Braem (09/10/2020)


 

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Siguiendo la producción de Divinos Infantes, que viene realizando nuestro escultor en los últimos años con diferentes advocaciones, presentamos en la actualidad la dedicada al Buen Pastor, última obra salida de las manos del escultor alicantino Domingo García Chahuan. Denominada así al ser vestido como pastor del XVIII que se hace acompañar del cordero y recordando el pasaje evangélico de San Juan: "Yo soy el Buen Pastor y conozco a mis ovejas". Está directamente inspirada en el cuadro de Bartolomé Esteban Murillo (1618-1682) existente en la colección Lane de Londres 1660 (imagen inferior) y con los ejemplos escultóricos más cercanos en obras de la escuela salzillesca murciana representada por Roque López (1740-1811) o su discípulo Marcos Laborda (1752-1822) en sus representaciones del Divino Infante.

La obra Divino Infante del Buen Pastor tiene 45 cm de altura y está realizada en barro cocido y policromado a la estofa. Se asienta sobre preciosa peana de estilo isabelino rematada en las esquinas por preciosas volutas que la elevan, consiguiendo una altura adicional de 15 cm, también dorada y esgrafiada.

El niño se representa de manera delicada y humana, andando, siguiendo el esquema compositivo de la obra que realizó Roque López en 1800 para el Convento de Santa Clara de Murcia, cambiando la cruz portada sobre su hombro para colocarla en vertical y dorarla, consiguiendo un efecto estético muy interesante y actualizando la representación. Va vestido con túnica hasta los pies color verde agua marina con una profusa estofa de ramos de flores, demostrando con ello el dominio de la técnica que posee. Sobre la misma porta una pelliza ajustada a la cintura con una airosa cinta, también decorada a la estofa. Adelanta su pierna izquierda mientras flexiona la derecha dotando la figura lo un airoso movimiento. El brazo izquierdo se eleva para sostener una cruz arbórea, también dorada, mientras la derecha se echa hacia atrás en ademán de acariciar el cordero que se encuentra a su lado, símbolo del alma humana a la que guía. La cabeza mira hacia arriba, implorando al altísimo, ojos pintados, mofletes sonrosados y larga cabellera rubia con profusión de rizos que caen sobre su espalda. Como detalle añade el autor potencias de ráfaga, indicativo de su sapiencia, en madera dorada y tallada.

Esta magnífica pieza está destinada a la devoción particular y es una nueva muestra del dominio que sobre el barro y las técnicas decorativas posee nuestro escultor y que hace patente en cada una de sus creaciones.

 

 

Nota de La Hornacina: Francisco Zaragoza Braem es Presidente de la Asociación Cultural "Arte Sacro Levantino". Acceso a la galería fotográfica de la obra a través del icono que encabeza la noticia.

 

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