Las tres grandes religiones monoteístas que mayormente conforman nuestra cultura -las llamadas religiones del Libro- prohíben, con mayor o menor firmeza -según épocas y corrientes- el recurso a la imagen.

Sin embargo, el Cristianismo -en muchas de sus Iglesias-, a pesar de los virulentos episodios iconoclastas, ha recurrido a la imagen. Sin duda, mucho tuvo que ver en ello el proceso de evangelización del mundo pagano; un largo y profundo proceso que supuso también, en distintos aspectos, la paganización del Cristianismo. La representación antropomórfica de la divinidad estaba cantada.

Sin embargo, pronto apareció también la justificación teológica: no solo Dios había creado al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza, sino que Él mismo, llegada la plenitud de los tiempos, se encarna, siendo Jesucristo -hijo de mujer- la imagen visible del Dios invisible: en definitiva, su icono. El icono no solamente llenó las paredes de los templos. Iconos, trípticos y retablos inundaron también infinidad de hogares.

Una muestra de estos -de Rusia, Etiopía, Grecia, Líbano, Letonia y Armenia, cuya cronología abarca del siglo XVIII al XX, todos ellos hechos a mano, logrando una notable calidad artística en algunos casos- conforman Iconos, trípticos, retablos. De la devoción privada a la decoración doméstica, una exposición temporal del Museo de Chiclana que estará abierta el público hasta el 12 de febrero de 2017.

Esta exposición cuenta con tres espacios, uno para iconos, otro para trípticos y otro para retablos, y, además, se halla a tono con las fechas navideñas. Está compuesta de piezas de pequeño y mediano formato.