NUEVA OBRA DE MANUEL MARTÍN BOILLO

03/05/2020


 

 

El Ecce Homo en la iconografía tiene su entrada en una fecha tardía (siglo XV). No obstante, a partir de ese momento, su presencia se convertirá en motivo central de la espiritualidad del gótico tardío y renacentista. En el Ecce Homo la crítica ha visto la culminación de una puesta en escena de las pantomimas satíricas que se representaban en los circos romanos o también el pasatiempo del "rey burlado" que se representaba en las Saturnales. La presentación de Cristo al pueblo por Pilato suele ser la de un "roi de Carnaval".

 

"Jesucristo nuestro Señor, fue sacado de la audiencia de Pilato, cruelmente azotado, y vestido con una ropa colorada, y con corona de escarnio en los ojos de los que le veían, y de agudo dolor en el cerebro de quien la tenía; las manos atadas, y con una caña en ellas, los ojos llenos de lágrimas que de ellos salían, y de sangre que de la cabeza venía, las mejillas amarillas y descoloridas y llenas de sangre, y afeadas con las salivas que en su faz habían echado." (San Juan de Ávila)

 

La iconografía del Ecce Homo recibe en el arte occidental europeo un tratamiento que da origen a dos tipos diversos fundamentales. El primero de ellos es una composición narrativa de muchas figuras, que representa la presentación de Cristo por el prefecto romano al pueblo de Jerusalén. Para dicho tipo, Panofsky usa el término tardomedieval de "Ostentatio Christi". El segundo es una imagen que despierta la devoción, es decir "Imago Devotionis", y representa al Salvador coronado de espinas, de medio cuerpo y con fondo negro.

 

 

 

A diferencia del Ecce Homo que mira a la multitud insensible o que clava sus ojos en el suelo ajeno a todo, el Cristo labrado por Martín Boillo (terracota policromada al óleo, tamaño natural) alza su mirada al cielo, de forma parecida a como el pintor barroco Mateo Cerezo el Joven lo plasma en varias de sus pinturas devocionales sobre el tema, mirando a lo alto para encontrar el amor del Padre, por el que sufre la Pasión. Gotas de sangre surcan la cara. La espesa corona de espino cerca el cabello. Es un rostro entre suplicante y resignado.

 

"Y después que assí lo ovieres mirado, y deleitadote de ver una tan acabada figura, vuelve los ojos a mirarle tal cual aquí le ves, cubierto con aquella púrpura de escarnio, la caña por sceptro Real en la mano, y aquella horrible diadema en la cabeça, y aquellos ojos mortales, y aquel rostro defuncto, y aquella figura toda borrada con la sangre, y afeada con las salivas que por todo el rostro estaban tendidas." (Fray Luis de Granada)

 

Un Ecce Homo el del escultor e imaginero cordobés cuya realeza Pilato, si figurase a su lado como antagonista de Jesús, no trataría de ridiculizar como recoge Juan en su evangelio, sino que intentaría despertar la compasión de los judíos ante su lastimera figura, como lo tienen en cuenta los relatos sinópticos. El autor ha pretendido recrear una de esas caras inolvidables de Cristo que son herederas de un barroco español colmado de ascetismo. La encarnación de la religiosidad apasionada y fanática y del misticismo, reflejo del carácter nacional.

 

 

 

FUENTES

PEGO PUIGBÓ, Armando. "Un ejemplo de constitución genérica en la literatura espiritual: el "paso" del Ecce Homo", en Revista de literatura, tomo 63, nº 126, Madrid, CSIC, 2001, pp. 384-385 y 387.

KALUGINA, Elena. "Luis de Morales y Leonardo: nuevas fuentes iconográficas", en Archivo Español de Arte (AEA), tomo 77, nº 308, Madrid, CSIC, 2004, p. 422.

MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José. "Sobre Mateo Cerezo", en Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología (BSAA), nº 53, Ediciones de la Universidad de Valladolid, 1987, p. 404.

 

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