LA COLECCIÓN NACIMIENTO TRADICIONAL PEÑA MARTÍN EN LOS MUSEOS DE ESPAÑA

Con información de María Teresa Marín López y Ángel Peña Martín (04/12/2022)


 

 

La exposición temporal El belén murciano, de ayer y de siempre recupera en el Museo Salzillo (Plaza de San Agustín 3, entrada por calle Doctor Quesada, Murcia) parte de la historia del belén murciano y su contexto, los belenes de los hogares españoles desde finales del siglo XIX y hasta la primera mitad del XX a través de una significativa selección de obras pertenecientes a la Colección Nacimiento Tradicional Peña Martín.

La muestra podrá verse en las fechas navideñas desde mañana lunes, 5 de diciembre, en el siguiente horario: lunes a sábado, de 10:00 a 17:00 horas; domingos y festivos, 6 y 26 de diciembre y 2 de enero, de 11:00 a 14:00 horas; tercer domingo de cada mes, de 12:30 a 14:30 horas; 24 y 31 de diciembre, de 10:00 a 14:00 horas; cerrado los días 8 y 25 de diciembre y 1 y 6 de enero.

La artesanía belenística forma parte del patrimonio cultural, la identidad y la memoria de la ciudad de Murcia. La popularización del nacimiento en los hogares españoles a finales del siglo XIX hizo que surgieran en la ciudad numerosos talleres que se dedicaron a realizar sus figuras. Muchos de ellos se localizaron en los barrios de San Juan y San Antolín, integrándose en el tejido urbano y la vida cotidiana de la ciudad y sus gentes. En las primeras décadas del XX algunos talleres se transformaron en industrias, convirtiendo a Murcia en el mayor centro productor español de nacimientos. Con el objeto de subsistir a lo largo de todo el año, puesto que las figuras de nacimiento no se vendían hasta el final del mismo, estos talleres de figuras de barro policromado elaboraban también imágenes religiosas y figuras artísticas de imitación porcelana, figuras de capricho, lámparas, violeteros, palilleros y diversos géneros corrientes, entre los que se encontraban figuras de Semana Santa, santos, monjas para vestir, tipos regionales, suertes del torneo y lances de la lidia, caricaturas y figuras raras con sus cabezas de movimiento, estudiantinas, gran surtido de bichos, etcétera. A las figuras de barro algunos talleres añadían la producción de juguetes de madera y cartón.

Artesanos e industriales como José López, Antonio Pérez Gil, José García Martínez, Antonia Rocamora Sánchez, Cayetano Serrano Lozano, P. Abellán López, Juan Antonio Mirete Rubio, Rogelio Pérez Garre, Manuel Ortigas Méndez, Elías Martínez y otros tantos, llevaron el nombre de Murcia por toda la geografía nacional.

Sus figuras de nacimiento, en las semanas previas a la Navidad, eran vendidas en las tradicionales ferias de belenes y mercados navideños que acogían las plazas de nuestras ciudades, como la de Santa Cruz de Madrid, a las que acudían las familias para comprar todos los elementos necesarios para la construcción del nacimiento en sus hogares. En los puestos se vendían las figuras de barro junto a los materiales para armar los nacimientos, como las construcciones de corcho y cartón, el corcho para simular rocas y precipicios imponentes, el musgo para las verdes praderas, la indispensable estrella de latón y las velas de colores para iluminarlos.

De vuelta a casa, con todos los elementos necesarios, comenzaba por fin la obra transcendental, la construcción del nacimiento, involucrando a toda la familia. Sobre el paisaje de papel de estraza, corcho y musgo, se disponían las casas, el ramaje, el río de espejo y multitud de figuras de barro, puesto que los nacimientos murcianos decimonónicos, herederos del creado entre 1776 y 1783 por el escultor murciano Francisco Salzillo para el noble murciano Jesualdo Riquelme y Fontes, se caracterizaban por ser un relato continuo, en el que aparecían representados en el mismo espacio diferentes episodios evangélicos, que además tenían lugar en diferentes localizaciones, tales como Nazaret, Aim Karim, Belén y Jerusalén.

Esta representación del nacimiento de Cristo no era una recreación realista de los lugares y paisajes evocados, sino lo que se mostraba era un paisaje simbólico en el que se resaltaba el carácter extraordinario de las escenas representadas, desde la gloria divina del respaldo del pesebre de Jesús, hasta las acciones más corrientes de las costumbres y la vida cotidiana de nuestro pueblo. Gracias a este anacronismo, que hoy reviste un interés etnográfico de primer nivel, el nacimiento no era algo frío ni distante en el tiempo y en el espacio, sino que, al hacer tan próximo el relato, las familias se identificaban plenamente con lo representado, ya que se reflejaba su sistema de vida, con sus atuendos y enseres, y su relación con el entorno.

Tras la Misa del Gallo tenía lugar la colocación de la figura del Niño Jesús en el pesebre, que el 28 de diciembre, festividad de los Santos Inocentes, sería retirada para evitar que cayese en poder de los soldados de Herodes. Día a día, los niños acercaban las figuras de los Reyes Magos hasta el portal de Belén, siguiendo la estrella por los caminos de serrín, entre montañas de corcho y musgo, con el objeto de que el 6 de enero adoraran al rey de reyes. Ante el nacimiento se rezaba, se recitaban versos y se entonaban villancicos. Pasado el día de Reyes, las zambombas y las panderetas callaban, las figuras del nacimiento volvían a sus cajas, a su letargo de once meses, y todo retornaba a su estado ordinario.

 

 

Por su parte, el Museo de las Ferias (Calle San Martín 26, Medina del Campo, Valladolid), dentro de la exposición temporal Mercados de Navidad del siglo XIX. Colección Nacimiento Tradicional Peña Martín, que podrá verse en la Sala Simón Ruiz hasta el 8 enero del próximo año 2023, exhibe como "Obra Destacada" un nacimiento de taller malagueño de finales del siglo XIX.

La exposición ha sido organizada por la Fundación Museo de las Ferias y la Colección Nacimiento Tradicional Peña Martín (Zamora), con la colaboración del Ayuntamiento de Medina del Campo y la Diputación de Valladolid. Podrá visitarse de martes a sábado; de 10:00 a 13:30 y de 16:00 a 19:00 horas; domingos y festivos y días 24 y 31 de diciembre, de 11:00 a 14:00 horas; cerrado los lunes, 6 y 25 de diciembre y 1 y 6 de enero.

Los antiguos nacimientos españoles, como este que nos ocupa, se caracterizaban por su carácter narrativo, en los que, como relato continuo, aparecían representados en el mismo espacio diferentes episodios evangélicos, como la anunciación a la Virgen María, el sueño de San José, la petición de posada de María y José en Belén, el nacimiento de Jesús, la anunciación a los pastores, la huida a Egipto, etcétera. Como consecuencia de ello, las figuras de María, José y Jesús se repetían en varias escenas.

El nacimiento contiene referencias simbólicas al mundo celeste y a la divinidad, como la presencia divina en el respaldo de la cuna del Niño Jesús, materializada en la gloria o nube con el haz de rayos. María y José se encuentran arrodillados y orantes en adoración de su hijo, del Hijo de Dios hecho hombre, que se muestra desnudo en el pesebre, mostrando su condición de Dios encarnado.

Un trompetero abre el cortejo de los Reyes Magos, que van montados en caballos que se alzan sobre sus patas traseras y se cubren con turbantes con dos grandes plumas. Por otro lado, algunos pastores, llenos de júbilo por el nacimiento del Redentor, corren presurosos, por las trochas y veredas, con sus ofrendas hacia el portal de Belén, mientras que otros, después de haber entregado sus humildes presentes, cantan y danzan al son de las sonajas y castañuelas, festejando la llegada al mundo del Rey de los Cielos. Al mismo tiempo, en una de las grutas que conforman este paisaje sagrado se encuentra la figura de un ermitaño en atenta lectura de las sagradas escrituras, como símbolo de la conveniencia de la meditación y el sacrificio, así como de la espera de la venida al mundo de Cristo.

Este nacimiento, destinado a la piedad familiar, es, asimismo, una "clara expresión de la Encarnación del Hijo de Dios en la cultura y la tierra propia y patria" (Llompart, 1968, p. 264) y, por lo tanto, un trasunto de nuestro pueblo y el mundo pastoril, con sus atuendos y enseres. Junto a las escenas principales hay una multitud de pastores que reproducen los tipos populares españoles y que, como fiel reflejo de su tiempo, visten igual que los tipos de las láminas de la "Colección de trajes de las provincias de España", publicada por Juan de la Cruz Cano y Holmedilla en 1777. Las pastoras aparecen ataviadas con manteos, mandiles, camisas y jubones y cubiertas con sombreros de amplio vuelo, mientras que los pastores visten calzones cortos, polainas, camisas, chalecos, chaquetillas, cinturones y sombreros de paño. Los pastores representan las más variadas faenas domésticas, quehaceres diarios y oficios, tales como atender el ganado, transportar mercancías en burros, cocinar, acarrear agua, etc. A estos oficios se añaden algunos propios de nuestra celebración navideña, como el zambombero y la pavera. Todos estos personajes de barro son, en realidad, un trasunto de los que había en nuestros campos y calles, que, asimismo, podemos encontrar en numerosos grabados y estampas de las publicaciones periódicas y revistas ilustradas decimonónicas.

Por lo que respecta a la posible autoría de estas figuras, que responden a varias manos y calidades, nada es lo que se puede plantear, ya que es muy poco es lo que se conoce acerca de la producción de las figuras de nacimiento en Málaga, al haber desaparecido todo vestigio de sus talleres y no existir tampoco ningún estudio científico sobre los mismos. Pero de este nacimiento no solo es destacable el paisanaje, sino también el paisaje. El hecho de que esté dentro de una vitrina por su carácter cerrado, ha posibilitado que la escenografía original llegue hasta nuestros días, frente a los nacimientos que se montaban de manera estacional.

La escenografía, en disposición vertical, simula un paisaje rocoso realizado con madera, corcho y cartón. Entre los riscos se sitúan arquitecturas de papel y cartón pintados, como la casa de la Virgen en Nazaret y el palacio de Herodes en Jerusalén, y de barro, caso de la posada de Belén y una fuente, al formar parte de las propias figuras. El paisaje, en un maravilloso horror vacui, se cubre con flores de tela, cuya presencia es simbólica, puesto que se identifica a Jesús con la primavera, una naturaleza en pleno renacimiento por la presencia de Jesús, y conchas, que simbolizan el nacimiento a la vida futura, esto es, la resurrección.

 

 

También el Museo Casa Botines Gaudí (Plaza de San Marcelo 5, León) acoge, por segundo año consecutivo, la actividad La Obra Invitada en Navidad, en colaboración con la Colección Nacimiento Tradicional Peña Martín (Zamora). En esta ocasión, muestra hasta el 15 de enero de 2023 un característico belén mallorquín de finales del siglo XIX (hacia 1890), que permite al visitante comprender cómo se celebraba la Navidad en la época en que se vivía en la Casa Botines, palacio modernista de 1893 obra del famoso arquitecto Antoni Gaudí.

El nacimiento se puede visitar dentro del horario de visitas de la Casa Botines: lunes, jueves y domingo, de 10:00 a 19:00 horas; miércoles, de 15:00 a 19:00 horas; viernes y sábado, de 10:00 a 20:00 horas; cerrado los martes y los días 25 de diciembre y 1 y 6 de enero.

Se trata de un característico "betlem de monja" mallorquín dispuesto en una vitrina, que las monjas de clausura montaban para regalar a sus familiares, amistades o bienhechores. Si la condición de isla de Mallorca ha permitido que su patrimonio esté especialmente bien conservado, lo mismo sucede con muchos de sus nacimientos de vitrina, por su carácter cerrado. Estos nacimientos, destinados a la piedad doméstica, imitaban a los mayores en sus rasgos principales, genuinos de la belenística mallorquina: preponderancia de la cueva, decoración a base de concha triturada y aparición de la gloria.

El belén consiste en una cueva, con forma de boca de horno, realizada con papel basto, arrugado y encolado, de manera que se adhirieran la arena, las conchas, el musgo (herbeta de betlem), las florecillas y las plantas. La cueva, y en especial su suelo, se decoran con concha triturada, conchas y caracolillos, que simbolizan el nacimiento a la vida futura, esto es, la futura resurrección de Cristo. Rodea el frente de la cueva una guirnalda de flores de papel, cuya presencia es simbólica, puesto que se identifica a Jesús con la primavera, una naturaleza en pleno florecimiento por su nacimiento.

La cueva acoge a la Sagrada Familia. La Virgen María, San José, el buey y la mula rodean y veneran al Niño Jesús. Tres pastores, con el atuendo regional mallorquín, acuden a adorar al Niño Jesús. Visten pantalón al ample o bombacho y chaquetilla oscura, mostrando la camisa blanca sobre el pecho y se tocan con anchos sombreros negros. Sobre los hombros visten una piel de cabra, que era la natural defensa de los aldeanos insulares para resguardarse del hostigo. El más cercano al Niño Jesús aparece arrodillado, habiendo dejado su sombrero en el suelo, y ofrenda un cordero; el siguiente lleva en la mano su sombrero, mientras que con el otro brazo porta una cesta y el tercero aparece retirándose el sombrero, y en el otro brazo sujeta un cesto de manzanas rojas. En cuanto a la autoría de las figuras, de barro moldeado, cocido y policromado, recuerdan al arte basto o burdo del Santet junior, tal y como lo denominó el padre Llompart.

Sobre el Misterio aparece la gloria celestial, presidida por el Espíritu Santo, consistente en un fondo de nubes, orladas con cabezas de querubines de papel, que son litografías de vivos colores. La gloria está rodeada por las figuras de varios ángeles, también de papel cromolitografiado, que se implantaron en los belenes mallorquines desde mediados del siglo XIX hasta comienzos del XX. Por lo que respecta al escaparate del belén, es una sencilla caja, con un único panel de vidrio frontal, que se apoya en cuatro patas torneadas.

 

 

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