FACE TO FACE

Silvia Alzueta (01/05/2011)


 

 

"La imagen se define habitualmente como una representación, es hacer presente lo que no está, un objeto ausente" (1).

 

Entre Long, Long Time Ago, Hidden Cycle y Once Upon Time -las tres series que componen la exposición Face to Face- existen múltiples concomitancias a pesar de que cada una de ellas relata una historia diferente. En todas ellas la representación aparece en sus amplias acepciones; tanto como imagen que acontece o se despliega como otra cosa, la idea de una puesta en escena de una obra, o la imagen que la hace presente a la conciencia como un objeto interior o exterior a esta. Y todas ellas se definen de forma más que adecuada. A Fernando Bayona (Linares, Jaén, 1980) no le interesa el instante preciso o la idea de captar lo inesperado, sino que le interesa controlar todos y cada uno de los elementos que aparecen en sus imágenes. Cada una de ellas ha sido pensada y diseñada como un elemento creado "ex profeso" desde la mente del artista a su materialización como acontecimiento. La imagen cobra sentido sólo al ser fotografiada y al ser mirada, y existe sólo para ser fotografiada no de forma autónoma a la representación. La obra imita a la imagen mental del artista, pero su referente sólo existe como presencia mientras dura la sesión fotográfica, una vez ésta pasa lo que queda son simplemente restos o fragmentos de realidad.

Por tanto cada imagen creada por Bayona deviene de un proceso creativo que cobra sentido no sólo al ser materializado sino al ser fotografiado, al ser inmortalizado y por tanto el tiempo de la imagen se convierte en narración. Cada una de las imágenes que el artista realiza no son obras válidas o terminadas sino que sólo aquellas que Fernando Bayona decide pasan a formar parte del fragmento que compone la narración. Cada una de las fotografías tiene capacidad y tensión narrativa de forma autónoma, pero también dentro de la serie que nos muestran un imaginario muy íntimo y personal del artista. La estructura narrativa evidencia la contaminación de géneros que existe en su fotografía que bebe de la literatura en su estructura y especialmente de los cuentos, de hecho los personajes de la serie Long, Long Time Ago no son otros que Caperucita Roja, el Mago Merlín o Gepetto, personajes de cuentos populares que nos remiten al cuento original pero que a su vez generan otra unidad narrativa, como es el caso de la historia de un violín (2) que conforman las 12 fotografías que componen Long, Long Time Ago. Esta simple estructura narrativa está presente también en la serie Once Upon Time en la que se nos cuenta la historia de Iris y la malvada Gum dentro de un contexto circense, o en su último trabajo Hidden Cycle, en la que toma como referencia la "Divina Comedia" de Dante. El narrador es un omnisciente en todo momento y de hecho en las ediciones de los catálogos apreciamos con total precisión lo que en sala o al ver las obras en otros contextos pasa desapercibidos, de hecho existe también en la serie una moraleja latente.

Se hace necesario destacar cómo Fernando Bayona a través de estos cuentos muestra los aspectos de las relaciones humanas que normalmente se ignoran o no se tratan, tales como el placer y el dolor unidos, el odio, la envidia y ciertas pasiones humanas. Hay una clara preocupación en su obra por el otro, por los mundos que no se muestran o se castran. A través de la contención en unos casos y de lo excesivo en otros, ambas actitudes nos devienen obras en lo que lo carnal y visceral de la serie Hidden Cycle convive con el imaginario ingenuo de Long, Long Time Ago ya que ambas son huellas de esa herida que no es otra que la de la propia realidad ficcionada.

 

 

Ni la obra reciente de Fernando Bayona, ni prácticamente la anterior, tienen sentido sin pensar en la importancia que para él tiene generar un contexto para la imagen o la voluntad de contar historias a partir de temas concretos, planeando en muchas ocasiones una visión alternativa, más o menos polémica, a la historia contada. Para eso se sirve de escenarios creados "ex profeso", para mostrarnos la imagen o narración que forma una escena dentro de la propia secuencia donde cada uno de los elementos que la componen es de vital importancia y donde se cuida hasta el más mínimo detalle. El valor cinematográfico de las imágenes posee también un aspecto relevante en el resultado final. La secuenciación de cada una de las obras nos recuerda a la de las películas: incluso el tiempo adquiere un valor cinematográfico dentro de su obra y en la propia sala de exposiciones.

Los personajes que pueblan sus fotografías son actores que representan un papel perfectamente definido por el artista como si de un guionista y director se tratase. Cada uno de ellos ha sido elegido de forma consciente y su personaje existe antes de que ellos lo representen. En la obra de Fernando Bayona lo que cuenta se encuentra casi a un mismo nivel de cómo lo cuenta. Es decir, el cómo, sus escenarios, su "atrezzo", los actores, todo cobra una importancia relevante al igual que el proceso en el que se materializa la ficción. La presencia del espectador, su mirada, condiciona toda la presentación formal, de ahí que en la propia sala de exposiciones nos encontremos no sólo con las obras terminadas, sino también con elementos que han formado parte del decorado de la obra e incluso un decorado propiamente realizado para que este espectador que acude a ver sus obras consiga recrear también de una forma vivencial el marco en el que se generan sus fotografías.

Las obras de Fernando Bayona, por otra parte, parecen "copias de cuadros" que jamás han existido y que sin embargo parecen remitirnos a algo conocido, a una imagen fotográfica que se adhiere a la realidad. El "como si" está presente al visionar sus imágenes y se encuentra contaminada de múltiples referencias icónicas pero también formales. La multiplicidad de lenguajes se concreta en una fotografía pero, sin embargo, sus construcciones muestran un dominio pleno del volumen y la formación de un escultor, sus composiciones nos remiten a un amplio dominio de la tradición icónica pictórica, su forma de narrar es plenamente cinematográfica y, por qué no, el mundo de la comunicación tal como los anuncios o la fotografía de moda están también presentes en su obra. Sus obras funcionan como pinturas, ya que se realizan igual que se realizaban las naturalezas muertas o los retratos, sentando o disponiendo lo que se va a pintar, previa una disposición concienzuda de cada uno de los elementos que se van, en este caso, a fotografiar. La idea de naturaleza muerta en su obra cobra mucho sentido, ya que da una vuelta de tuerca a la pintura fotorrealista al usar su mismo lenguaje.

 

 

Existen múltiples reflexiones en torno a las relaciones entre la pintura y la fotografía, sus afinidades y sus desavenencias, así como sobre el uso de la perspectiva heredada del Renacimiento y como ésta es recuperada e incluso perfeccionada por este medio mecánico de representación. En palabras de Juan Antonio Ramírez, "el espacio plástico del Renacimiento no desaparece en nuestro siglo. Todo lo contrario: sólo con la llegada de la fotografía, con su reducción estática y monofocal de la realidad, alcanza ese sistema, como ya hemos dicho, una dimensión universal y una verdadera coherencia" (3).

La fotografía no es la imagen de la realidad sino uno de los modos posibles de representarla, por motivos obvios: la realidad no es bidimensional, no es fragmentaria (aunque si puede serlo nuestra percepción), estática y tampoco monofocal, entre otros aspectos. Me interesa retomar esta idea de que la fotografía representa de forma subjetiva la realidad, aunque de hecho, más que representar, la fotografía reinventa la realidad y la percepción que tenemos de ella. Es un artificio visual tan convencional para nuestra visión, que lo damos por bueno, por fiel representante del mundo, de lo que acontece ante nuestra mirada pasiva.

Debemos tener presente que, a lo largo de la Edad Moderna, la pintura y, por ende, la perspectiva lineal geométrica, se entendía como la forma más exacta de representar la realidad y sin embargo, hoy en día, sabemos que es un convencionalismo representativo, una creación subjetiva de una personalidad concreta, por lo que entraña un alto grado de representación y de ficción, en tanto en cuanto supone un constructo mental del artista independientemente del grado de "naturalismo" de la obra pictórica. Esta afirmación en la obra de Bayona cobra gran importancia ya que a lo largo de su producción la presentación de imágenes nos sugieren escenarios posibles que se construyen a partir de un juego complejo que surge en la mente del artista y que se materializan temporalmente. Cada obra es un escenario nuevo que existe sólo como acontecimiento y sólo en el ser fotografiado.

 


 

NOTAS

(1) MELOT, Michel. Breve Historia de la Imagen, Madrid, Siruela, 2010, p. 16.

(2) El violín, Panete, fue creado por Giuseppe Guarneri en 1737 y pertenece al banco suizo BSI.

(3) RAMÍREZ, Juan Antonio. Medios de Masas e Historia del Arte, Madrid, 1992, p. 168.

 

 

Nota de La Hornacina: Silvia Alzueta es comisaria de la exposición y crítica de arte.

 

Hasta el 29 de mayo de 2011 en la Sala Siglo XXI del Museo de Huelva (Alameda Sundheim, nº 13)
Horario: martes, de 14:30 a 20:30 horas; miércoles a sábado, de 09:00 a 20:30 horas;
los domingos y festivos abiertos, de 09:00 a 14:30 horas; cerrado los lunes y el día 1 de mayo.

 

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