Se trata de una Dolorosa de pequeño formato (96 cm) en terracota policromada. Lleva incorporados ojos de cristal pintados a mano. Su advocación es Nuestra Señora de la Soledad y forma parte de una colección particular en Huelva capital. De hecho, recuerda a la Dolorosa titular de la cofradía onubense que lleva su nombre antes de que ésta fuese intervenida en la posguerra; una obra procedente de la provincia malagueña que, recientemente, hemos atribuido al escultor antequerano Antonio del Castillo.

Esta obra de candelero labrada por Alejandro López responde al modelo pasionista de Virgen que el joven artista viene cultivando últimamente. Una imagen muy intimista, con ciertos aires de misticidad en su mirada perdida y clara policromía, lo que nos trae a la memoria el arte de Pedro de Mena -de hecho, el maestro granadino fue el que más influyó en el estilo de Antonio del Castillo- y nos remite igualmente a la Dolorosa de Consolación y Lágrimas de la cofradía de la Sangre (Málaga) antes de su remodelación en los años 70.