ANTONIO YUSTE NAVARRO RECIBE EL VIII PREMIO LA HORNACINA

Jesús Abades y Sergio Cabaco (14/11/2013)


 

"Es sin duda, un punto y aparte no solo en mi trayectoria como artista sino también en mi biografía"

 

 

¿Qué ha supuesto para Antonio Jesús Yuste Navarro recibir del público el VIII Premio La Hornacina?

Una gran alegría, además de una intensa satisfacción personal por la buena acogida del "Cristo de la Expiración", no solo en la Cofradía de San Pedro Apóstol y en Cieza, sino también, por lo visto, en el panorama nacional. El prestigio que se ha ganado La Hornacina convierte el premio, quizá, en el reconocimiento que más ilusión puede hacerle a un imaginero, especialmente si es un artista en formación, como es mi caso. Además, son muchas las personas que se han puesto en los últimos meses en contacto conmigo, para diversas propuestas, que lo primero que me dicen es "...hemos visto la obra que ha ganado el Premio de la Hornacina". Es sin duda, un punto y aparte no solo en mi trayectoria como artista sino también en mi biografía personal. Cuando era niño y modelaba en plastilina los Santos de mi pueblo no podía soñar siquiera algo así...

¿Cómo valoras la recepción de tus obras y cuáles crees que son las que han tenido mayor aceptación?

En realidad es la propia página de La Hornacina la que me ha permitido ver, a lo largo de estos últimos años, que lo que iba saliendo de mi taller resultaba de interés, en unas ocasiones para los expertos en la materia y en otros para la generalidad de los internautas. Aunque, en definitiva, lo que me permite tener cierta tranquilidad sobre la aceptación de mi trabajo, es que no he dejado de trabajar ni de tener nuevos proyectos en mi taller. Yo creo que tuvo especial importancia el "Despojado" que realicé para Cehegín (Murcia): era mi primera obra de talla completa, y de alguna manera fue mi tarjeta de presentación en el panorama imaginero murciano. También he podido comprobar que muchos de los que contactan conmigo me recuerdan la pieza que realicé para otra localidad murciana, Monteagudo, el "Nazareno de la Mirada", que tuvo fortuna en el terreno más estrictamente devocional. Aunque, por supuesto, ha sido este "Cristo de la Expiración" la obra que de alguna manera más reconocimiento ha tenido, además de ser la pieza que he trabajado de forma más intensa y libre, y por tanto con la que más me identifico como creador.

Estuviste tres años aprendiendo el arte de la escultura sacra con José Hernández Navarro. ¿En qué medida la huella del maestro sigue apreciándose en obras como el Cristo de la Expiración?

De mi maestro aprendí, ante todo, la necesidad de buscar un lenguaje propio, de no dejarme atrapar por postulados ya establecidos hace siglos. Hernández Navarro ocupa un lugar principal en la imaginería murciana, en la tierra de Salzillo, y lo ha logrado sin haber seguido sus pasos como habían hecho tantos otros. Aprendí de él a mirar, a buscar, a interesarme por todo lo que pudiera aportar algo a mi visión de la escultura para luego encontrar mi propia forma de expresarme. Y, por supuesto, desde el punto de vista técnico se lo debo todo. Fue extraordinariamente generoso como profesional y como persona, y cada vez que me acerco a su taller, cosa que hago con frecuencia, recuerdo con agrado y agradecimiento aquellas tardes en que venía desde Cieza, con toda la ilusión del mundo, a aprender de alguien a quien admiraba y admiro muchísimo. Por lo demás, es claro que su gusto por el naturalismo clásico ha influido en mis obras, así como su permanente empeño en evitar las rigideces formales y academicistas. Por otro lado, también dejó huella en mí su proceso de planificación creadora, donde siempre pude comprobar un verdadero amor por la madera y por su extraordinario poder expresivo.

Junto con Hernández Navarro, ¿hay algún otro artista que sea muy importante en tu proceso creativo? En Cieza las figuras de González Moreno y Carrillo Marco tienen un gran peso.

De Carrillo me quedo sobre todo con su asombrosa versatilidad, con esa audacia para atreverse con cualquier empeño artístico. Pero sin duda es González Moreno el escultor que más he admirado desde niño. De hecho, una obra suya, la "Virgen del Buen Suceso", la Patrona de Cieza, es por la que siempre he sentido una mayor devoción, es una Imagen muy especial para mí. Y luego obras suyas como el "Cristo de la Agonía" y el "Cristo de la Flagelación", que conozco tan bien, las tengo siempre como referentes en términos de anatomía, composición, movimiento, etcétera. Creo que González Moreno es un auténtico genio de la imaginería, al que todavía hoy sigo descubriendo en sus muchas obras maestras. Por supuesto, como creo que sucede con todos los imagineros, admiro también a los grandes maestros del Barroco español como Gregorio Fernández, Juan de Mesa o Salzillo. De los más recientes, me quedo con ese genio llameante de Ortega Bru, por su tremenda expresividad y su dominio del espacio escultórico.

Toda tu obra gira en torno al arte sacro. Los más críticos hablan al respecto de falta de riesgo y de ser una rama anquilosada en el pasado. ¿Qué piensas sobre ello?

Creo que no es casualidad que, en muchos sentidos, el arte religioso ocupe el lugar protagonista en la evolución de la Historia del Arte. Nada hay más profundo en cualquier persona que sus creencias, que sus anhelos, que sus esperanzas y temores espirituales. Y el abismo de estas creencias ha sido, y será siempre, un alimento para la creación artística, un argumento inevitable, en el que tantas cosas puede comunicar el artista y tantas puede buscar el espectador. Es cierto que, hablando estrictamente de imaginería, hay unos determinados márgenes que nos son dados y de los que es muy difícil salirse, por ejemplo no es fácil que deje de tratarse de escultura figurativa, pero con todo también se puede apreciar una evolución de la imaginería que discurre en paralelo a las corrientes artísticas del momento; y así encontramos escultores que se mueven más cómodamente en la abstracción, otros que se aferran al naturalismo, o que buscan la geometría compositiva, etcétera. Es verdad que la mayor parte de los imagineros contemporáneos miran a los grandes maestros del barroco, pero esto ha sucedido siempre: antes los escultores del renacimiento miraron a los clásicos griegos y romanos. Y luego, por supuesto, hay que tener en cuenta lo que el cliente está dispuesto a permitirle al artista. En la totalidad de los casos de imagineros que verdaderamente se han mostrado innovadores podemos encontrar detrás personas que depositaron su confianza casi incondicional en el artista. Así sucedió, por ejemplo, en el caso de Capuz.

 

 
     
     
Cristo de la Expiración
 
Santa Clara

 

¿Cómo afronta un artista materializar figuras como Jesús o María, de las que históricamente sabemos tan poco y sobre las que existen dudas de toda índole?

Sobre la existencia histórica de Jesús de Nazaret hay muy pocas dudas a estas alturas, y su trascendencia histórica es también incuestionable. Pero además ese personaje crucial del siglo I es también Dios para millones de personas en el mundo, y yo soy una de ellas. Esta verdad radical es, en realidad, el punto de arranque de mi vocación como imaginero. Yo me dedico a esto, y disfruto tanto con el ejercicio de esta profesión, porque sé que estoy representando al Redentor y su Santa Madre, en quienes creo; lo que me permite también ser muy consciente de la importancia que tendrán las obras para sus destinatarios.

Hay también quienes critican el enfoque que los medios de comunicación dan sobre estas obras, a veces por servilismo hacia algunas instituciones y otras por intolerancia hacia ciertas creencias. ¿Cómo te han tratado a ti hasta la fecha?

La verdad es que mi realidad cotidiana está bastante lejos de estos conflictos. Yo llevo una vida sencilla en una localidad que no tiene la presencia en los medios de una Sevilla, o Málaga, o Murcia. La verdad es que me siento muy bien tratado por los míos, pero mi presencia mediática es escasa. Es evidente que la imaginería no despierta socialmente el interés de otros tiempos, y la crítica artística contemporánea hace mucho que renegó de lo nuestro, en la búsqueda de nuevas formas y lenguajes. Sería inútil, en este sentido, que un imaginero pretendiera trabajar buscando el beneplácito de historiadores y marchantes, porque no lo va a conseguir. Tengo claro que ese no va a ser mi mundo.

Retomando el tema del Crucificado, compañeros tuyos plasman la figura de Cristo como un ser humano que, colocado en su tesitura, trata de buscar su identidad divina. ¿Compartes este planteamiento?

No exactamente. Yo siempre intento representar al Dios que seguía siendo enteramente Dios y a la vez enteramente humano, porque ese es el eje de la creencia cristiana en la Redención. Precisamente lo tremendo de representar la muerte de Cristo en la Cruz está en que ese terrible sufrimiento carnal lo está padeciendo Dios mismo. Para ver sufrir a un hombre no hace falta contemplar un crucificado, basta con encender la televisión. Lo que aporta la imagen de Cristo en la Cruz es precisamente un sentido final para todo el sufrimiento del mundo, en la medida en que es padecido también por Dios, hasta el extremo de sacrificar su vida. Comprendo que es muy difícil expresar esta complejidad espiritual en una pieza de madera, pero eso es lo que, humildemente, intento hacer cada día.

Lamentablemente, la fragilidad de una escultura procesional no siempre va acompañada de la protección debida, bien por no tener unos mínimos cuidados a la hora de manipularla o por no estar en la ubicación adecuada. ¿Qué medidas tú personalmente aconsejarías?

Las imágenes de culto, aunque sean procesionales, deberían estar expuestas a la veneración de los fieles, en unas condiciones adecuadas que permitan, además, que se establezca esa intimidad que necesita la oración; lo que no siempre es posible por razones de diversa índole. Por otro lado, las condiciones ambientales son cruciales, al tratarse de imágenes de madera: los cambios bruscos de temperatura, o la humedad, son causas directas de fisuras en los ensamblados. En cuanto a su manipulación, yo más que poner el acento en los recursos o técnicas que se utilicen para moverlas, lo pondría sobre las personas que tienen encargada esa tarea. No todo consiste en guantes, grúas o papel de burbuja: lo principal es desarrollar el trabajo con calma, poniendo plena atención en lo que se hace, sin prisas. Y por supuesto sin perder de vista que se trata de imágenes sagradas, que deben ser manipuladas siempre en la más estricta intimidad y con todo respeto.

Dices que tu monumento al Nazareno de Cieza resume muy bien el espíritu penitencial de tu ciudad natal, donde además resides y trabajas. ¿De qué espíritu hablamos?

La Semana Santa ocupa un lugar principal tanto en el ritmo vital de Cieza como en mi propia trayectoria personal. Soy cofrade y entusiasta de las procesiones desde niño, y eso también ha tenido que ver mucho con mi vocación como artista. La posibilidad de rendir homenaje a las personas que han trabajado y trabajan para ese gran acontecimiento fue un reto extraordinario, que me hizo mucha ilusión. Yo quise reflejar el carácter fraterno de los procesionistas, el vínculo de hermandad que nos une a todos. El andero, el penitente, el niño que se viste la túnica desde muy corta edad, incluso el espectador que está sentado en su silla, pacientemente, durante largas y muchas veces frías noches de primavera viendo pasar el cortejo. Y todo ello, naturalmente, a la sombra de la Cruz, que da sentido y razón a todo. Reconozco que me alegra y me enorgullece pasar con frecuencia junto al monumento, en la puerta del Monasterio de las Clarisas, a las que aprecio tanto. Han pasado ya unos cuantos años de aquel encargo, y hoy cuando lo miro no solo recuerdo detalles y anécdotas de su proceso de creación, sino que puedo comprobar que el resultado fue bueno, que el que fuera mi primer grupo escultórico funciona a nivel compositivo y comunicativo.

 

 
     
     
Nazareno de la Mirada
 
Jesús Despojado

 

¿Qué es lo que más te agrada y lo que más te indigna como artista? ¿Lo mismo que a nivel personal?

Me agrada sobre todo cuando puedo comprobar que mis obras logran su cometido, que es servir al espectador en su relación con Dios, sea esta relación más explícita o más difusa. Por muy satisfecho que haya quedado con un trabajo, no me quedo tranquilo hasta que me queda constancia de que la pieza ha sido bien acogida y ha causado emoción en la Cofradía y en la localidad de destino. Para que esto sea posible es necesario que desde el primer momento los destinatarios se familiaricen con la obra, que la vayan conociendo ya desde el boceto a lápiz. De hecho, yo en los contratos que firmo siempre incluyo que si el modelo no es del agrado del cliente, me quedo con él, nos olvidamos de todo, y tan amigos. Es verdad que nunca me ha sucedido, pero puede pasar y lo acepto. Lo que no quiero de ninguna manera es que nadie termine descontento con mi trabajo, porque en ese caso será muy difícil que la obra pueda cumplir el propósito para el que fue concebida.

En cuanto a lo que me disgusta, puedo decir que en ocasiones me incomoda percibir que los propios imagineros no queremos tener apenas trato entre nosotros, parece que estamos irremediablemente condenados a considerarnos rivales en estos tiempos en los que la oferta claramente supera la demanda. A mí me apena porque siempre he disfrutado intercambiando opiniones y experiencias, creo que es algo enriquecedor. Parece ser que no todos opinan lo mismo. Esa especie de desconfianza no va con mi forma de ser en absoluto.

Recientemente, has realizado una talla de la Virgen con el Niño para la Catedral de Shanghái. Se trata de una obra que, al igual por ejemplo que las de los talleres hispano-filipinos, reúne los rasgos importados y los propios del lugar. ¿Crees que este tipo de piezas, además de su función principal, pueden servir de alguna manera como instrumento para el mestizaje cultural?

Tal vez en lo que se refiere a las relaciones y vínculos que se crean a propósito de estos encargos, no tanto en cuanto al resultado en sí. De hecho, en esta obra de la "Madre de Dios Emperatriz de China", la indicación más firme que recibí de quienes me la encargaron es que de ninguna manera la Virgen presentara rasgos occidentales, ni aun levemente insinuados. Se pretendía que los que iban a contemplar cotidianamente la imagen en Shanghái se pudieran reconocer en ella, como una mujer china más revestida con los atributos imperiales de su tradición. Ha sido un trabajo interesante por cuanto he tenido que desenvolverme con recursos expresivos muy distintos a los que empleo habitualmente.

Actualmente estás realizando otra efigie de Jesús Despojado. ¿Qué va a tener esta obra que la diferencia de la anterior para Cehegín?

Tiene en común con la de Cehegín ese planteamiento de que es el propio Jesús el que voluntariamente, obedeciendo la voluntad del Padre, se despoja de sus vestiduras para avanzar hacia la Cruz donde será crucificado. Pero en esta ocasión la composición es distinta, dado que Cristo retiene la túnica en el pecho dándole mayor protagonismo, subrayando el momento en que el Redentor toma conciencia de que al quitársela agota lo único que le separa de la muerte, a la que se ofrece. Será otra variante a la iconografía tradicional del Despojado, y por supuesto será una obra que pruebe la evolución de mi trayectoria personal como imaginero. La técnica, los acabados, la comunicación con el espectador... han pasado ya cuatro años y lógicamente puedo ofrecer algo distinto, más representativo del momento en el que me encuentro ahora como artista.

Aparte de los comentados, ¿qué otros proyectos tienes en marcha?

Gracias a Dios tengo varios trabajos importantes en perspectiva. Volveré a visitar la iconografía de Jesús Nazareno, esta vez para una Parroquia de Murcia. Tengo que completar aún el conjunto del altar mayor de la Iglesia de Santa Clara de Cieza, al que le falta un Crucificado y la imagen del propio San Francisco, y hay varios trabajos cofrades en perspectiva de los que aún no puedo dar cuenta. Pero sin duda el proyecto de más envergadura en el que he trabajado nunca es grupo escultórico del "Santo Entierro" para la Semana Santa de Cieza. Cuatro figuras de talla completa, a tamaño natural, para un tema iconográfico que presenta un atractivo indudable para cualquier imaginero, especialmente en estos tiempos. Un proyecto en el que tengo ya puesta toda mi ilusión, con el que estoy convencido de que voy a terminar de definirme como artista.

Por último Antonio, además de darte nuestra más sincera enhorabuena, nos gustaría saber cómo crees que evolucionará tu obra en el futuro y cuáles son los temas escultóricos que te gustaría abordar y no has podido tratar todavía.

Dado que me sigo considerando un artista en formación, no puedo tener ideas fijas sobre cómo va a seguir evolucionando mi lenguaje artístico... en cierto sentido, tener eso excesivamente claro acallaría mi inquietud, mi búsqueda de nuevos retos. Sobre los temas iconográficos que me gustaría realizar, serían sobre todo un Amarrado a la Columna y un Ecce-Homo, en cuanto a imágenes individuales, y como grupo, una Piedad y la representación de Jesús ante el Sanedrín, que no sé por qué es algo que llevo muy nítidamente en la cabeza desde hace tiempo. De todas formas, la relativa brevedad de mi trayectoria hace que haya abordado muy pocas iconografías pasionales: ese es el motivo por el que, en realidad, en cualquier proyecto de esta naturaleza encuentro atractivos y retos ilusionantes. Por último, agradezco vuestra enhorabuena, y me gustaría también agradecer el papel destacado que ha ocupado y sigue ocupando vuestra página en este comienzo de mi camino como imaginero. Y, como amante del arte en general, quiero también felicitaros por tener siempre abierta esa ventana que es La Hornacina por la que nos asomamos diariamente al latido de la creación artística.

 

 

Nota de La Hornacina: Nuevamente damos las gracias a todos los internautas
que, con su participación, han hecho posible la concesión de este premio.

 

Detalles del Premio y la Encuesta en este

 

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