FERNANDO VAQUERO

Jesús Abades (09/02/2021)


 

"No hay nada al azar en mis obras, todo está hecho a conciencia"

 

 

Sevillano de nacimiento, tu rama materna es de Carmona, eres sobrino del célebre pintor Francisco Maireles... Ibas encaminado hacia el mundo de la pintura.

Bueno, nunca se sabe. La gente dice que se nace con esto, pero no cabe duda que uno tiene que tener, si no al nacer, por lo menos una predisposición a que esto te atraiga, te guste e intentes formarte en esto. Si me pongo a analizar, mi tío Paco Maireles me influiría, aunque el trato con él a mí me pilló prácticamente de niño, yo lo conocí hasta que cumplí los 20 años de edad, aproximadamente. Por otro lado, tú sabes que Carmona es prácticamente una pequeña Florencia dentro de la provincia de Sevilla, de allí tuvimos a José Arpa, que fue un pintorazo y tuvo como alumno a otro gran pintor, Manolín Fernández, que afortunadamente aún lo tenemos con nosotros a sus 93 años. Mi abuelo, de hecho, fue compañero de Manolín, al que yo conozco mucho, de ahí que, de alguna manera, yo tenga un hilo que me conecta con Pepe Arpa.

Eres también músico, tu formación fue principalmente como pianista. ¿Tu formación musical es simultánea con la pictórica o esta última llegó más tarde?

Tanto la música como la pintura son las dos cosas que más me han atraído desde niño. Todas mis notas eran normales menos las de música y dibujo, que eran siempre de sobresaliente. Hasta bachillerato la verdad es que no sabía a lo que me iba a dedicar, si a la pintura o a la música. Tuve una duda bastante grande y al final me decidí por la música, hice la carrera de piano y estuve 10 años como profesor. Luego sentí la necesidad de desarrollar una asignatura de la carrera que se me quedó grabada, la acústica, que es la que se dedica al estudio de la construcción de los instrumentos, los luthiers y todo eso. A nivel práctico eso no se enseñaba entonces en España, por lo que conseguí una beca para hacer un máster en Japón y allí aprendí lo que quise: cómo eran las tripas de los instrumentos y cómo se construía, reparaba y afinaba un piano. A ello me dediqué hasta el punto de abrir una tienda de pianos en Sevilla, que tuve que cerrar debido a la crisis de 2008-2010 después de haber invertido en ella muchísimo dinero. Como consecuencia de ese cierre, caí en un periodo de tristeza y depresión que decidí superar retomando mi otra espinita, que era la pintura. A partir de entonces decidí realizar cursos, me puse de alumno con Rubén Belloso y Antonio Barahona, quien me orientó hacia una beca impartida por Antonio López, el maestro que cambió mi perspectiva al decirme que yo tenía posibilidades a la hora de poder dedicarme profesionalmente a la pintura. Luego siguieron más cursos, cerca de 40, con pintores de primer nivel como Eduardo Naranjo, Golucho, Arantzazu Martínez, Omar Ortiz... Fue una formación que duró cuatro años, intensísima y muy cara, pero yo quería alcanzar ese realismo que persigo, y esa fue la manera que entendí de lograrlo, una manera distinta de adquirir los conocimientos de bellas artes.

¿Cómo pintor y músico crees que, fuera de Kandinsky, se puede plasmar la música a través de la pintura?

Cuando yo estudiaba piano, sobre todo la música de Johann Sebastian Bach, siempre se me venían imágenes e historias a la cabeza. Aunque mis profesores me decían que aquello era música pura, yo entendía a Kandinsky y no dejaba de ver líneas, puntos y manchas. Creo que el arte abstracto más bello es la música, y ese lenguaje de la música fue lo que me conectó con lo que hacía Kandinsky. Lo entiendo perfectamente.

Tu estilo pictórico requiere de mucho tiempo y paciencia, algo que no siempre entiende una parte de la clientela con la que trabajas, muy dada a las prisas y a la inmediatez.

Soy consciente de eso, pero decidí apostar por un arte que, efectivamente, requiere de mucho tiempo. Yo en menos de tres meses no termino una obra con la calidad que quiero darle. En 2020, por ejemplo, se me juntaron durante una época del año siete carteles, algo que no repetiría porque no caí loco de milagro. Es prácticamente no dormir y estar todo el tiempo en el taller, no solo pintando, sino también componiendo, lo que para mí es la parte más difícil y la que me lleva más tiempo. Muchas veces envidio a los artistas que resuelven una obra en una semana, más quisiera yo hacer eso. De hecho, este año he tenido que rechazar dos carteles simplemente por falta de tiempo, no por falta de ganas, pero en el planning que yo me hago no cabía ni una obra más.

Aunque hay quien te etiqueta de hiperrealista, a nosotros, dentro de ese realismo que nos has mencionado antes, tu estilo nos parece muy ecléctico: vemos ecos del costumbrismo, de lo cotidiano, del sorollismo, que para nosotros es como un estilo con personalidad propia, y también un tenebrismo que nos remite a Caravaggio y cierto expresionismo a base de primeros planos que nos recuerda a Ydáñez.

Mis fuentes principales son los grandes maestros, tanto los del Barroco, como varios maestros españoles, caso de Sorolla o Goya, un autor que me encanta y que es la fuente expresionista que se puede ver en mis carteles. Para que me entiendas: si tuviera noventa días para realizar una obra, sesenta de ellos los dedicaría a su composición, a buscar la idea y saber la forma en la que voy a contar esa idea, que a veces no es la acertada y tengo que dar marcha atrás. Las tres fases de mi trabajo son esas: encontrar una idea, saber cómo contarla o componerla, y la tercera fase, que es el trabajo físico de pintar.

 

 
 
El Expolio (óleo sobre lienzo, 170 x 115 cm)

 

Por encima de tu estilo, lo que más nos llama la atención de tu obra es tu deseo de recrear instantes míticos en la historia del arte que no conocemos porque tuvieron lugar hace siglos. Lo vemos en obras como la del trabajo en directo del gran maestro Vermeer, en la recreación del refectorio originalmente decorado por Zurbarán o en las escenas que interpretas de la Pasión de Jesús.

El "cómo podría haber sido" es una cosa que siempre ha estado desde el principio en mi cabeza. Ahora mismo, por ejemplo, estoy pintando un cuadro sobre la estancia de Diego Velázquez en Italia, en concreto cuando el maestro está retratando a Juan de Pareja, aunque también se ve al fondo el montaje de la "Venus del espejo" y otros momentos del segundo viaje a Italia de Velázquez, porque siempre me he preguntado cómo serían esos momentos. Según he leído, ese retrato de Juan de Pareja lo hizo antes de abordar el del papa Inocencio, y esa escena es un "cómo sería", de hecho es lo que estoy pintando ahora mismo.

Es por tanto algo recurrente, algo que verdaderamente te atrae en tus obras.

En el "Expolio" también me pasó. Cuando me invitaron a participar en la muestra por los 400 años de Murillo, yo me pregunté cómo hubiera sido ese robo de cuadros en Sevilla. Es verdad, es una cosa recurrente.

¿Cuál es tu temática preferida?

Sinceramente, mi temática preferida es el historicismo, antes incluso que el arte sacro. Lo que pasa es que, por una serie de circunstancias, me encargan mucha obra sacra, mucha cartelería, que lógicamente será porque gusta. Y claro, todo para mí es trabajo y estoy realmente encantado con eso, pues yo pinto todo lo que me encargan. Pero sí es verdad que si tuviera que dedicarme a un tipo determinado de pintura, yo me dedicaría a la historicista con los ojos cerrados, es lo que más me gusta.

Nos gustaría ahondar más en ese proceso creativo y técnico a la hora de ejecutar tus obras, del que ya nos has apuntado algunas cosas.

Lo primero que hago es un pequeño boceto a lápiz de la idea que se me viene a la cabeza, y en ese momento yo ya sé que lo que busco, lo que quiero que aparezca: la luz, el ángulo de esa luz, las sombras arrojadas... no las voy a encontrar en Internet ni en ningún cuadro. Entonces lo que hago es ponerme a buscar personas que se parezcan a lo que yo represento; ahora por ejemplo a Velázquez, en la obra que te comenté que estoy preparando, para la que también he tenido que comprar una casulla de cura muy arrugada que se parece mucho a la camisola que usaba Velázquez, porque a mí me gusta mucho también disfrazar a los personajes. Luego de todo eso hago fotografías que montó en Photoshop para conseguir una recreación virtual de cómo sería la escena que pienso llevar a la pintura. Ese es mi proceso.

Recuerdo que para el cuadro del "Expolio" tuve que comprar un uniforme de soldado francés para poder fotografiar a cada uno de los personajes y ponerlos, uno detrás de otro, hasta componer la escena, luego tuve que llamar a un cura que tenía un birrete antiguo, e ir al Hospital de la Caridad y pedir permiso para que su iglesia estuviera sola y así poder también fotografiarla para la escena. Es todo como un trabajo de producción, muy laborioso y muy parecido al que se sigue en el rodaje de una película.

En el caso del cartel de la Semana Santa de Sevilla, para conseguir ese retrato de la Virgen de la Quinta Angustia en el que aparecía con esa mirada hacia arriba, esa mano y esas telas, yo tuve que buscar a una persona que se vistiera con esas telas, mirara hacia arriba, vestirla, etcétera. Entonces hay un trabajo también que podíamos calificar de atrezzo, muy importante, detrás de cada una de mis obras.

 

 
 
Cartel de la Venida de la Virgen del Rocío 2019 (óleo sobre lienzo, 130 x 89 cm)

 

¿Te has dedicado alguna vez a la restauración?

Yo me dedico a la restauración de pianos, no a la de pinturas. Para la restauración de pinturas sí digo yo que el título es fundamental, porque requiere una serie de conocimientos y ahí no puede meter la mano cualquiera. A mí se me rajó una vez una pintura mía y yo mismo no quise ni tocarla, le dije al cliente que llamara a un restaurador y fue el restaurador quien lo arregló. Yo en eso no tengo conocimientos.

¿Y cómo es para ti restaurar un piano? Por lo que nos has contado, es una tarea muy compleja.

Un piano tiene casi 15.000 piezas y está dividido en muchas partes; por un lado tenemos el mueble, que es una pieza de ebanistería; por otro el mecanismo, que es prácticamente ingeniería pero hecha en madera; y luego está el tema del sonido, las cuerdas y demás, aparte del tema de la desinsectación, porque hablamos de maderas en las que entran mucho los xilófagos, sobre todo en los pianos que tienen más de 100 años. En definitiva, es una restauración muy laboriosa que requiere de unos conocimientos que yo no pude encontrar en ningún libro, ni en Internet ni en nada; de hecho, como te dije, me tuve que ir a Japón a que me lo enseñaran.

Entre los pintores andaluces especializados en la temática sacra, suele ser habitual hacer también trabajos de escultura, algunos más avanzados que otros. ¿A ti se te ha pasado por la cabeza?

Sí, de hecho yo estuve dos años de aprendiz de escultura con mi mujer, Irene Dorado, que es escultora y pintora, ha ganado varios premios internacionales, y fue alumna de Juan Manuel Miñarro, tanto en la facultad como en su estudio. Comparto el taller con ella y yo he hecho, a lo largo de este tiempo, tres o cuatro cristos, un San Fernando y un busto, entre otras piezas. Pero luego ya, como empezaron a crecer los encargos en pintura, ese tema lo tengo bastante abandonado. Lo que sí hago es policromar a varios imagineros, que me envían sus obras porque les gusta la manera en que yo las policromo.

¿Con qué pintor o pintores te identificas más en cuanto a estética realista, técnica y método de trabajo?

Si tuviera que englobar todo ello en uno, Vermeer sin duda, es el que más me ha atraído siempre. Tiene además ese misterio que intento dar a mis obras. Vermeer para mí lo reúne todo, y a distancia van todos los demás. Cada vez que voy al extranjero y me topo con un cuadro de Vermeer, tengo muy claro que es mi dios, al que yo le rezo, porque es mi pintor favorito. Luego están los tenebristas, más Ribera que Caravaggio, porque el primero es menos suelto que el segundo. También, por supuesto, Sorolla, Velázquez y Goya, al que considero el primer expresionista y cuyo misterio también me atrae una barbaridad. Los pintores que tienen misterio son los que más me atraen. También los holandeses, sobre todo Rembrandt y Van Eyck, cuyo "Tríptico del Cordero Místico" es una de las pinturas que más me atraen; de hecho, cuando la vi en Gante, con ese rojo que tiene, el más bonito de la historia del arte, me quedé una hora mirándola y no dejando de pensar cómo había podido hacerla ese hombre y cuántos meses se habría llevado. Esa gente sí que tardaba en terminar un cuadro.

Fuiste el pintor más valorado en el XIV Premio La Hornacina por el experto del pasado año, el restaurador y pintor Ricardo Kantowitz, quien hizo una descripción preciosa de tu trayectoria en la que, entre otras cosas, habló de inquietudes, atmósferas elegantes y gran destreza, y trató tu obra de "pintura sentimental".

Su descripción me encantó. Yo siempre pretendo que la obra pegue un pellizco por algún lado, muchas veces lo consigo desde la tristeza, otras desde la estética, otras desde las segundas y terceras lecturas. Es algo que persigo, muchas veces no lo consigo, pero creo que, entre los criterios que debe tener una obra de arte, eso debe siempre de buscarse y de pretenderse por parte del autor.

 

 
 
Cartel de la Semana Santa de Córdoba 2020 (óleo sobre lienzo, 130 x 81 cm)

 

¿Cómo te gustaría que tus obras quedaran en la memoria de quienes las contemplan?

Creo que no me corresponde a mí decirlo. Quizás que se viera que ha habido una intención detrás de ese cuadro, que no está hecho a la ligera, que se ha pensado mucho, que está hecho a conciencia, que no hay nada al azar y que... bueno, que está currado el cuadro.

Hablabas antes de la gran demanda de encargos que tienes en cuanto a cartelería de carácter sacro. ¿Qué nivel artístico ves actualmente en la pintura, en general, y en esa rama sacra de la cartelería sobre la que muchos expertos hablan, en estos últimos años, de saturación?

También entiendo que hay saturación. Yo ya me he encontrado carteles que se presentan para anunciar el acto de presentación de otro cartel, lo que me parece rozar el ridículo. La abundancia hace que te encuentres con excelentes obras de arte, pero también con excelentes mamarrachos. Pese a ello, creo que estamos en un muy buen momento de la pintura, sobre todo en Sevilla, donde hay un ramillete muy grande de pintores que están haciendo cosas muy interesantes, cada uno con su lenguaje, lo que está enriqueciendo muchísimo el panorama cartelístico. Espero que el público tenga suficiente criterio artístico para quitar la paja del heno y saber dónde está lo bueno, lo mediocre y lo malo. Por desgracia, lo malo sirve ahora mucho como promoción, caso del cartel de la Semana Santa de Granada 2021, que es del que más se está hablando por encima del resto de carteles.

¿Y no crees que eso solo ocurre en España, el país de los "eccehomos", donde el desastre es más comentado, y hasta ensalzado, que la obra de arte en condiciones?

Pues sí, además yo pienso que los artistas sacros nos creemos que todo lo que hacemos lo ve mucha gente, cuando realmente los que lo ven son a los que les gustan las cofradías y la Semana Santa, y si salimos de ahí, prácticamente nadie mira nuestras obras; sin embargo, cuando hay una obra polémica o ridícula, se sale de ese mundillo y encima es más mucho más comentada que la que está bien hecha. Eso es un reflejo de la sociedad que nos ha tocado vivir, como preferir ver Telecinco antes que un documental de La 2.

¿Crees, respecto a esas obras polémicas y ridículas que has mencionado, que también influye el intrusismo?

Antes que atacar al intruso, yo atacaría a la persona que encarga una obra al intruso. Por eso el papel del representante artístico de una comisión, de un consejo o de una hermandad, debe ser importantísimo, sobre todo para evitar ese tipo de encargos al intruso o al mediocre. No es lo mismo que el encargo lo haga una persona formada o con una sensibilidad especial, que una persona que acaba de llegar a un cargo y, encima, no ha visto un cuadro en su vida o es amigo del primo de no sé quién. La culpa, por ejemplo, del cartel de Granada no es de la señora, es de quienes han encargado a esa señora el cartel.

 

 

¿Cómo has llevado este tiempo de confinamiento del que se cumple ahora un año?

Profesionalmente, soy una persona que no sale y que está casi siempre encerrada en el taller, por lo que en ese sentido no me ha afectado, porque he seguido haciendo mi misma rutina y mis mismas horas de trabajo sin que me afecte en nada. Los encargos, gracias a Dios, tampoco se han visto afectados. Es verdad que me ha inspirado un par de obras, como el cartel de Santa Genoveva, donde quise reflejar a los ancianos confinados y a los ancianos que no han tenido sitio en los hospitales. Incluso muchos vieron en mi cartel de las Fiestas de la Primavera una premonición de lo sucedido, con esa familia encerrada en su casa y toda esa primavera dentro del patio. Sí me ha afectado personalmente por el miedo a que mis padres se contagien o a que pase algo y no los puedan atender. Eso me ha hecho y me está haciendo mella, estoy deseando que los vacunen a los dos.

Has participado en varias muestras colectivas, pero creo que hasta ahora no has hecho ninguna individual.

La primera, que ya estaba firmada con la Fundación Cajasol de Córdoba, iba a ser en la Cuaresma de 2020. Estaban incluso ya allí los cuadros en la sede, pero por el COVID no se hizo y tuvieron que volver. Estamos a la espera de que este año se pueda hacer o bien se posponga ya para el año que viene, porque todo está organizado y hasta el catálogo de la muestra está hecho. Todo dependerá de la evolución de la pandemia.

¿Y qué propósito tiene esa exposición?

Se llama "Fernando Vaquero: pasión e historia" porque eran las dos vertientes que su comisario quería reflejar en su recorrido visual: la vertiente de pasión estaría formada por la cartelería y el arte sacro que tengo, y la historia por los cuadros historicistas que tú conoces: el de Sorolla, el de Zurbarán, el de Vermeer... Tengo un total de 42 cuadros, por lo que es una muy generosa exposición.

Aparte de la obra de Velázquez, ¿qué nuevos retos estás afrontando y cuáles tienes pendientes de afrontar?

Hay varios carteles terminados que no se han podido presentar: el de la Hermandad del Amor de Málaga, el de la Semana Santa de Ronda y el cartel sevillano de "Cinturón de Esparto". Luego tengo el cartel del 75 aniversario de la Hermandad del Silencio de Almería, que está previsto que se presente en mayo, y el cartel del 50 aniversario del Yacente de Coria del Río, un Cristo precioso de Francisco Buiza. Y también están tres obras para particulares: un retrato, un Cristo y el de Velázquez en Italia que te he comentado, cuyo tema fui yo quien se lo propuse al cliente al dejarme total libertad para el asunto.

Por último, Fernando, ¿cuál es la obra que todavía no te han encargado y que estás deseando hacer?

Me encantaría pintar una batalla. Una de esas batallas enormes de Fortuny o algo parecido. O la batalla de Anghiari que pintó Leonardo. A nadie se le ocurren esas locuras en el siglo XXI, pero bueno, si al final La Hornacina lo consigue por dejarlo entre estas líneas, bienvenido sea. Benditos mecenas.

 

 

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