ÁNGEL ORTEGA BRU

Jesús Abades y Sergio Cabaco (21/10/2016)


 

"A mi padre le hicieron la vida imposible los académicos. Se marchó de Sevilla porque iban a por él"

 

 

¿Qué tal le ha ido con su exposición "Éxodo, Visiones y Sueños", celebrada el pasado verano en el museo dedicado a su padre en San Roque?

Su origen ha sido muy interesante porque formaba parte de los actos organizados con motivo de la celebración del nacimiento de mi padre. La muestra gira en torno al éxodo, con una línea dramática importante para reflejar el problema de los desplazados. Solamente de Siria son unos tres millones de personas los que han pedido auxilio a Europa y les hemos cerrado las puertas. En total hay alrededor de sesenta millones en campos de refugiados con unas condiciones de vida inhumanas. Están ahí no solo por causas político-económicas, guerras, bombas... sino también por los desastres que el hombre está haciendo en los ecosistemas, lo que destruye tanto la tierra como ciertas culturas conectadas de forma muy especial con la naturaleza. Estos son unos treinta millones de personas que no pueden hacer frente a las máquinas que acaban con sus terrenos, y al final tienen que salir de ellas con sus semillas y sus enseres y acabar en esos atroces campos.

El proyecto expositivo partió de dos obras de mi padre que tratan el drama del éxodo. Está organizado en cuatro secuencias que constituyen dicha línea dramática: éxodo de guerra, éxodo climático, el "principio esperanza" (la acogida) y la resistencia de las masas o "el pueblo que salva al pueblo" (los cooperantes). He intentado dar a esas obras de mi padre de las que parto las herramientas técnicas que tenemos hoy: hay un vídeo, una fotografía muy bien elaborada y un proyecto con una productora cuyo fruto ha sido un vídeo buenísimo que complementa las obras. Hay también un pequeño mensaje: los hombres nos movemos igual que el universo, cuando inspiramos y expiramos hacemos el mismo movimiento de refracción y expansión que tiene el universo hacia el infinito, y el daño que le hacemos al planeta se lo hacemos a la humanidad y al contrario. No podemos cagarnos donde comemos y estamos destruyendo el planeta.

En esa exposición se ha decantado por la abstracción. ¿Cuál ha sido el motivo?

Moverse alrededor de la obra de mi padre es complejo. Primero porque él tuvo una experiencia vital límite y segundo porque era un artista con unas dotes de la naturaleza increíbles, tenía una potencia de comunicación y de creación que conocía pero que le superaba. De hecho, llega a decir "la escultura se lleva en la sangre, pero Dios la quita y Dios la da". Con esa intencionalidad yo he profundizado en unas obras de mi padre hasta lograr mi propuesta de Éxodo, visiones y sueños y ahí yo me he encontrado como escultor.

¿Cómo viene siendo su experiencia artística, también presente en dicha muestra, con la asociación INDACE que ayuda a los afectados por daños cerebral?

En principio fuimos una federación andaluza que quiso convertirse en un movimiento estatal. Mi experiencia como educador ha sido fantástica, ver crecer a una persona es lo más bonito que puedes vivir. Lo que pasa es que esta tarea pide un ciclo mínimo y yo ni soy un psicólogo ni un trabajador social que intenta dar una estructura de integración. Se van a integrar ellos solos, además, porque van a demostrar a la sociedad que el arte está con ellos, con una experiencia vital muy profunda. Ten en cuenta que han vivido entre la vida y la muerte y son unos luchadores increíbles, porque lo poco que ahora tienen funcionando en su cerebro lo consiguen a base de lucha. Esto es la asociación DACE, integrada por las federaciones FANDACE y FEDACE, y su fundación INDACE. Un movimiento que llevamos hace veinticinco años desde Sevilla. Somos pioneros, conseguimos ser la primera asociación estatal y trabajamos muy fuertemente para que las familias con daño cerebral, no los profesionales, tuvieran representación en el Foro Social Europeo. En el sector terciario de los servicios y de los conciertos, en estos momentos que padecemos recortes, se debe tener en cuenta que hay 300.000 trabajadores a su alrededor. Y hay miedo en el sector de que el Estado, en lugar de hacerse cargo del tema, destruya esta estructura que nos ha costado muchísimo levantar. Sería una injusticia enorme.

¿Y cómo surgió la idea, hace veinticinco años, de crear este tipo de asociación?

Por una circunstancias de la vida, un hijo mío con 19 años tuvo un accidente de tráfico. Él no conducía. En principio tenía un diagnóstico bueno, pero a los tres días sufrió una hemorragia en sábana. Afortunadamente él está bien, al tercer año consiguió hablar, sigue en silla de ruedas y únicamente mueve la mano derecha. Cuando sucedió yo tenía mi taller como escultor pero de alguna manera me señalaron como la única persona que podía poner en marcha la asociación. Entonces diez familias, que nos reunimos con este mismo problema en el hospital Virgen del Rocío de Sevilla, ponemos en pie en 1992 la primera asociación de daño cerebral sobrevenido del estado. En un primer momento decidí congelar dos años mi taller de escultura, pero al final fueron quince. No me pesa, porque en 2001 había hecho un ciclo importante en la asociación y me llaman para poner en pie el museo de mi padre, del que fui director y conservador durante dos años y con el que sigo colaborando con frecuencia. He tenido la oportunidad de policromar la Piedad, y restaurar el Cristo de la Buena Muerte y la Piedad de La Línea. Trabajar todos estos años con el Museo Ortega Bru realmente ha sido una delicia.

 

 
     
     
Esculturas del proyecto Éxodo

 

¿Ha sido difícil llegar a encontrar un estilo propio?

Ha sido un salto, porque dos años después de la muerte de mi padre me hago cargo de su taller en la calle Castellar y me viene el encargo del Descendimiento de Málaga: hago la Virgen, los dos Varones y proyecto el trono. Pero, no por causa mía sino por problemas internos de la hermandad, se rompe la relación. Hasta que en el año 2014 me encargan el proyecto que está en marcha y que supone el cambio del resto de las figuras: San Juan Evangelista, la Magdalena, María de Cleofás y María Salomé. Las que están ahora son de Ricardo Rivera, que hizo un trabajo bueno pero que no casa con el proyecto primigenio de mi padre.

Yo principalmente me he dedicado a restaurar hasta la fecha, sobre todo obras de mi padre. Y hay una cosa en su trabajo que siempre me ha llamado mucho la atención: la policromía. Ahí he experimentado y contrastado mucho. La calidad de la policromía de las obras que he restaurado de mi padre ha sido increíble. Especialmente interesante es el planteamiento último que tuvo de la policromía, fruto de un proceso muy profundo que le hizo entenderla de otra manera. Fue entonces cuando cambió la policromía de Santa Marta. Quería intentar que la carne transmitiera la divinidad. Cuando vi por primera vez la vibración de color que tiene el Cristo de la Caridad se me cayeron las lágrimas al comprobar con cuánto amor estaba hecha esa nueva policromía que muestra una carne viva, no muerta como lo hacía hasta entonces, ya que Luis entendió que la carne viva era la mejor manera de transmitir al pueblo andaluz la comunicación con Dios a través de una fiesta milenaria que cuenta en Andalucía con una mezcla muy potente de religiosidad y cultura popular.

En la época de mi padre, García Lorca entra en el mundo del flamenco y hace del mismo una cátedra, los hermanos Machado entran en la lírica popular al modo de los troveros tan relacionados con el folclore, y el propio Luis Ortega Bru entra en ese venero de cultura que es la imaginería. Mi padre estaba fuertemente comprometido con el pueblo andaluz, por eso decía que su obra transmitía esa fuerza y esa situación extrema que vivió en la Guerra Civil. Pese a ello, al final de su vida llegó a reconciliarse con todo y con todos, murió sin rencores. Si hubiese tenido un rencor tan potente como Hamlet no hubiese sido capaz de hacer su obra. Luis supo sublimar esa experiencia e hizo de su vida una manera de vivir el arte y la escultura que está llena de belleza e investigación. Fue un gran investigador. Decía una frase que es rotunda: "la Semana Santa es la manera que tiene el pueblo andaluz de comunicarse con Dios". Y eso es una verdad, lo mismo que el flamenco es una verdad y que la lírica, la poesía y el folclore popular tienen su lugar en el mundo del arte.

Me habla de un mestizaje cultural y social que estamos perdiendo a pasos agigantados.

Hay una realidad que está condicionando el planeta que es el mercado. El mundo se está convirtiendo en un gran mercado que es cada vez más complejo, agresivo y competitivo. Cuando triunfó el Brexit en Gran Bretaña lo único que interesaba allí era imponer sus fronteras y su país, decir que en él no entraba nadie y defender su cuota de mercado con uñas y dientes. Por comerciar se comercia hasta con el agua; en San Roque mismo hay terroristas ambientales que están robando de sus cuatro ríos y el agua no llega hasta los lugares donde hay vida animal. Por todo ello yo creo que ahora mismo hay en la gente un problema de acomodamiento o de falta de sentido. Cuando hablamos del Estado del Bienestar nos olvidamos que han sido los trabajadores los que con su lucha y con sus muertes lo han construido. El siglo XX fue en Europa una explosión de un valor increíble a todos los niveles del arte, de la política y del pensamiento económico; sin embargo, hoy el mercado lo puede todo y, a través de las multinacionales, ha sustituido al Estado en la organización de la sociedad. Por otro lado, hay mucho engaño por parte de unos políticos que saben perfectamente, debido a lo anterior, que las posibilidades de que cambie la realidad son muy cortas. El día en que todos los precarizados del mercado laboral se unan con un objetivo, será cuando esta sociedad realmente cambiará. Lo malo es que hay pocos pensadores, pocas personas que sean capaces de sintetizar las ideas. Con las nuevas tecnologías, además, hay un problema: tenemos mucha información pero no tenemos capacidad de síntesis para manejarla y decidir lo que va por un camino recto y lo que no. Hay mucha rapidez y una confusión muy grande; todo eso de las tablets, los teléfonos, los pokemons... no son más que juguetes, no nos damos cuenta que estamos perdiendo la sabiduría, sobre todo la sabiduría popular. Yo he trabajado muchos años de peón en fábricas y recuerdo el día que olvidé mi bocadillo y un compañero me dio la mitad del suyo. Ese saber, esos valores, se están perdiendo.

El tema del Brexit quizás podemos enlazarlo con el del éxodo de refugiados sobre el que trata su exposición, ya que muchos teóricos ven un trasfondo de racismo.

Claro que hay un trasfondo de racismo en el Brexit. La Europa de ahora cada vez se parece más a la Europa de entreguerras, en la que surgieron las dictaduras radicales del comunismo y el fascismo. No hay más que ver el auge que han tomado los partidos de la ultraderecha. Estamos generando un ambiente de miedo en Europa. Una muestra de que la humanidad está perdiendo el rumbo es que no tenemos esa actitud tan sencilla de acoger a alguien que sufre, y es preocupante porque los desplazamientos de las masas van a aumentar al haber cada vez más hambre. Afortunadamente, en las periferias siempre hay gente que lucha. Las ONG son también un mundo de vida y esperanza, porque la humanidad tiene esperanza y futuro. El problema es que hay que partir de las periferias, porque los valores auténticos que hacen la vida no están en los mercados, ni en los políticos, ni por desgracia en los pensadores porque hay actualmente muy poquitos; están en los artistas y en los barrios de nuestras ciudades, ahí es donde está la realidad densa y sufriente pero también la esperanza, la solidaridad y la acogida.

¿Habrá vuelta atrás en esa situación tan extrema que vivimos?

No, yo espero que haya un paso adelante. Tendremos que esperarlo y fraguarlo, a lo mejor nuestra generación no lo ve, pero la humanidad y el planeta seguirán adelante al precio que sea. Costará la vida de mucha gente, como ha sido siempre; cualquier conquista social ha costado un esfuerzo de vidas humanas, sangre, sudor, muerte, lágrimas y guerra, pero se han conseguido algunas. Ahora nos quieren quitar las que hemos logrado, pero ya se levantará la gente, no se va a quedar dormida. Ya se están levantando en las costas griegas, en Lesbos, también lo estamos haciendo en el Campo de Gibraltar. Tenemos esa cuchillada profunda del movimiento de masas, que no es más que gente que busca la vida y el bienestar porque les va la vida en ello. Ahora mismo, por desgracia, muchos se ponen en manos de mafias y se echan a la mar sabiendo que, probablemente, van a morir. Y eso lo estamos viviendo en nuestro territorio. Todo por buscar una vida mejor. Pero eso va a cambiar, yo tengo esa esperanza que me viene muy conectada por la vía de la espiritualidad; no solo por la teología que aprendí en mis estudios, sino también por la que aprendí con las obras de mi padre. Es necesario también romper el espesor de la realidad como si fuera un bloque de cemento, como hago en mi exposición; nos tapan una realidad que, por ejemplo, incluye a niños abandonados en las calles de muchas ciudades, que han perdido a sus familias o se han visto separados de ellas para salvarlos de las bombas. Eso nos tiene que hacer reaccionar, pero como ya digo hay que conseguir ver la realidad y profundizar en ella.

 

 
     
     
Boceto de María Salomé

 

Usted nació en Sevilla, aunque muy pronto marchó a Madrid con su familia por las circunstancias laborales de Luis Ortega Bru. Háblenos un poco del aprendizaje junto a su padre.

La verdad es que yo no maduro como escultor hasta los sesenta años. Es cuando yo soy capaz de hacer cabezas como las que ves para el misterio del Descendimiento de Málaga, o un retrato que hago de mi padre en el que interpreto su profetismo. El profeta no es quien adelanta el futuro, el profeta lo que dice es que "en esta realidad concreta de mi pueblo, Dios nunca lo va abandonar, siempre lo va a acoger y Dios quiere un pueblo de hombres libres". Esa es la esencia del profetismo y eso lo vivió Luis. La unción es un término que teológicamente se queda corto para una imagen, cuando yo modelo una prefiero hacerlo de una forma más profunda como lo hacía mi padre, que modelaba profetas, apóstoles, y eso en su dibujo y en su pintura está presente.

En estos momentos estoy también escribiendo un libro sobre mi padre utilizando el método filosófico de la fenomenología, porque mi formación fue la Filosofía y la Teología y conozco bien la filosofía del pensamiento contemporáneo. Aparte de la idea del profetismo, una de las conclusiones que he sacado es que Luis era un buscador de estructuras complejas, las mismas que mueven la ciencia y el universo. La ciencia, en el fondo, es búsqueda de belleza. Yo he tenido muy buenos maestros que me enseñaron a interpretar la realidad y ahora me están enseñando a interpretar una obra y una personalidad tan compleja como la de mi padre.

En imaginería, como te digo, yo he madurado tarde, pero es que la obra de mi padre Luis es inigualable y, por tanto, qué voy a aportar yo. Puedo decir rotundamente que sé modelar una cabeza con valor, que puedo modelar una figura con una anatomía muy precisa, pero lo que es aportar puedo aportar muy poquito; entre otras cosas porque, instintivamente, me sale el estilo de mi padre. Por eso me muevo más en el campo de la abstracción, porque lo veo más fácil de captar. El hombre para avanzar necesita constantemente abstraer; esto es, recoger información y hacerla fácil. Mediante la abstracción construyes con simplicidad y con mucha libertad, no es el caso de otras tendencias como el realismo expresionista, por ejemplo. De mi padre, que decía que aún no habíamos llegado a la abstracción, tengo alrededor de 300 diseños de obras de abstracción. Luis utilizaba mucho al respecto los criterios de la Bauhaus y la revista italiana Domo, y yo cuando enseño a mis alumnos, aparte de la técnica, les enseño lo que yo sé y lo que yo, a raíz de ello, descubro, que es la abstracción.

¿Las instituciones y los medios han estado a la altura con el centenario del nacimiento de Luis Ortega Bru?

San Roque ha hecho con muy pocos medios y muy poco dinero un trabajo muy digno. Y hay un trabajo muy interesante que están haciendo las universidades de Cádiz, Málaga y Sevilla. Las mismas academias que expulsaron a mi padre de Sevilla, porque fueron los académicos quienes le hicieron la vida imposible. Después de labrar el misterio para Santa Marta y de que le dieran por ello la Encomienda de Alfonso X el Sabio, el pitote que se armó en Sevilla fue tremendo, hasta el punto de que los amigos de mi padre le dijeron "Luis, o te vas o te machacan", porque iban a por él. Y muestra de ello es que a la obra por la que le otorgaron esa Encomienda, al año siguiente de su ejecución, le quitan dos figuras y la ponen reconstruida. Hay una Virgen de las Penas que es maravillosa; una de las tres mejores dolorosas de la Sevilla del siglo XX según Andrés Luque Teruel, el historiador que más está estudiando a mi padre, autor de una publicación bastante buena sobre su figura, y que el otro día echó un envite a la Hermandad de Santa Marta cuando, al celebrar el acto del centenario de mi padre en el Círculo de Labradores, dijo que por qué no tenían el coraje de sacarla. Aquel salón, que estaba hasta la bola, reventó en aplausos. No sé si eso llegará a ser. El día que el Cristo de la Salud salió a la calle fue una preciosidad y lo mismo pasaría en Montesión cada Jueves Santo.

A mi padre se le está haciendo el homenaje constantemente. Cuando yo hice mi aportación en Santa Marta por el centenario, Juan Alberto, un muchacho de Jaén, me trajo un retrato a dibujo que había hecho de Luis. Llorando casi de emoción, me dijo que estaba estudiando Bellas Artes gracias a mi padre y que venía a traerme su tributo. Que la gente joven valore la obra de Luis Ortega Bru como una referencia y que Luis siga llegando a las generaciones jóvenes es un homenaje diario.

La escenificación de la Semana Santa es tan bonita como un museo. Que salga una obra tuya a la calle y la vea todo el pueblo es algo que no han conseguido la mayoría de los artistas, menos aún que esa obra sea reconocida por su gran categoría. Mi padre recibió por el paso de Santa Marta el galardón más grande que por esa época daba Cultura, un galardón que seguramente se lo consiguió el Nuncio, porque políticamente Luis estaba tan acuchillado que ni siquiera podía viajar al extranjero; de hecho, cuando lo pidió le dijeron "usted lo que tiene que hacer es quedarse calladito porque usted tiene todavía pena por auxilio a la rebelión".

¿Se podría decir entonces que su padre sufrió una represiva caza de brujas en Sevilla?

Sí, y fue, como ya digo, desde la Academia. Valle Inclán, una personalidad muy parecida a la de mi padre, decía en una de sus obras que "los académicos son unos hijos de puta" y que "la Academia es una hija de puta", porque cercenan muchas ideas, porque estamos muy condicionados por el barroco y del barroco surgió la Inquisición. La influencia del barroco en España es muy potente, y en el barroco se repite una situación social como la que hay ahora: judíos y árabes tuvieron que irse por la pureza de sangre, y literatos como Quevedo, Cervantes, San Juan de la Cruz o Santa Teresa tenían que usar un doble lenguaje y demostrar además esa pureza. Eso también lo vivimos en la dictadura; de hecho, el franquismo hizo lo mismo que el barroco.

Volviendo a la abstracción, la mística de Miguel de Molinos, una víctima precisamente de la Inquisición, tiene mucho que ver con ella. El místico intenta llegar a la síntesis y al desprendimiento total, algo que Luis hace en su vida y en su obra, condicionado por la historia que le toco vivir. Lo único que llegó a quedarle fueron sus manos, un cuadernillo, un lápiz con el que hacer apuntes y unos trozos de arcilla. Esos medios, esas pequeñas cosas, le salvaron la vida tres veces en la Guerra Civil: cuando un tal Larios, que creo era militar, le vio modelar y dibujar en el Campo de Rota, donde llevaban a los prisioneros a morir porque el agua era salobre, se lo llevó a su casa a comer y beber y le salvó la vida; lo mismo ocurrió cuando se negó a fusilar en un pelotón y cuando se separó de su padre, que sí fue fusilado, en la contienda. Mis abuelos paternos, Carmen Bru y Ángel Ortega, tenían una tradición muy fuerte de librepensadores, eran gente muy comprometidas, no comunistas sino más bien anarquistas que defendían la naturaleza, el intercambio de cosas con naturalidad y el valor del hombre por encima de todo, algo que está muy cerca también de las ideas ecológicas.

Además de esos "homenajes diarios" de los que hablaba antes, son tantas las cosas que se cuentan de su padre y con tanta insistencia que a veces nos preguntamos si todo se ajusta a la realidad.

En San Roque, con motivo del centenario, se celebró un encuentro de hermandades con obras suyas. Estuvo la Cena de Jerez, Pasión de Málaga y varias más. Ese encuentro fue precioso porque lo que ellos querían comunicar era cómo habían vivido a Luis, su cercanía con él como hombre y como artista. Y yo me enteré de muchas cosas muy interesantes que no sabía. Luis llegó como persona a mucha gente, fue muy buen artista pero también buena persona, fue sencillo, honrado, no quería protagonismo y no le importaba el dinero; de hecho, no sabía comerciar con su obra, hacía unos contratos de risa. Menos mal que ahí mi madre tiraba como podía porque mi padre ha regalado muchísima obra, que era realmente lo que le importaba. Es cierto que se ha generado en parte una leyenda, pero es que el cada vez mayor conocimiento de la obra de Luis va sacando toda su fuerza comunicativa, toda su calidad. Cuando tú ves una obra de Ortega Bru enseguida reconoces la mano del artista; a diferencia de otros imagineros que, para una sola obra, cogen la boca de Mesa, la nariz de Montañés, los ojos de otro más... lo que se llama el neobarroco, que no es más que una mezcla.

 

 
     
     
Esculturas del proyecto Éxodo

 

¿Qué opina de la escultura sacra que se hace actualmente?

Ahora hay una tendencia que degrada el expresionismo en aras de un realismo, o más bien de un hiperrealismo, con un planteamiento muy flojito. A mí el realismo me interesa, pero no soy partidario de este abuso que anula el expresionismo, un movimiento que surgió en Alemania y contacta con la línea mística de este país ya que se basa en la pureza del golpe de la herramienta y en desprenderse, precisamente, de todo lo que no sea real. Por eso mismo no se debe decir que la imaginería expresionista no es válida. También es mentira lo del neobarroco y lo de la época castellana de mi padre. Mi padre vivió en Madrid y punto. Un día le traje un libro del Museo de Escultura de Valladolid y no le interesó, porque tal y como me dijo, no quería "tener influencias de nadie". En su última etapa, que es muy interesante, cuando estaba haciendo el Descendimiento de Málaga, le pregunté si no echaba de menos las obras que tenía en la localidad madrileña de Vicálvaro, la Piedad y la Resurrección, y recuerdo que me dijo "en el taller no quiero nada, cuanto menos tenga mejor, porque no quiero ni influenciarme de mi propia obra, estoy viviendo un momento tan importante que no quiero".

Cuando mi padre viene a Sevilla por segunda vez, llega al taller de Manuel Guzmán Bejarano. Yo he escuchado en Triana, alrededor de la Hermandad de San Gonzalo, que la etapa de Guzmán Bejarano con mi padre fue fructífera. Mentira. A mi padre, cuando llegó a ese taller, lo machacaron con el neobarroco, el estilo sevillano, la dulzura y todo eso. Luis terminó hasta las narices, y lo mismo que hizo con Granda, con Manolo González y con todo el mundo que le agobiaba, dio la "patá a la bicicleta", como él mismo decía, y se largó para hacer lo que le dio la gana. No existe esa influencia de Guzmán Bejarano, es al contrario: Luis Ortega Bru le dio más a Guzmán Bejarano de lo que Guzmán Bejarano le dio a Luis Ortega Bru. Y eso lo sé yo porque lo he vivido. Y mi padre salió de allí harto de ese círculo, porque fue llevarle a un sitio que él no vivía. Y a partir de entonces, tras su marcha, surgieron obras tan maravillosas como el Cristo del Descendimiento de Málaga, el del Perdón de Cádiz o la Flagelación de Linares, que es una pena que se haya terminado porque en gubia era una joya.

En el Descendimiento malagueño, una talla directa en la madera que partió de un boceto de medio tamaño, hay tres volúmenes que irrumpen con una fuerza enorme: la pierna derecha, la potencia de un pecho atlético y la belleza del movimiento. Andrés Luque dice que este Cristo es una vuelta al renacimiento, pero yo creo que es una profundización en esa búsqueda de la carne, del volumen de la carne; no de la línea, sino de la riqueza que le da al color una carne madura, un músculo maduro, una potencia. Luis podía estilizar con enorme facilidad y de hecho lo hizo, pero su etapa final fue una continua búsqueda de la carne. Y en esa etapa mi padre fue muy consciente del problema de las influencias.

En la historia del arte, genios como Picasso no solo han influenciado y machacado a muchos artistas, sino que se han adueñado de sus obras. Un imaginero que se enfrenta a Luis Ortega Bru es como un pintor que se enfrenta a Picasso. Con esto quiero decir que Luis siempre decía "yo soy yo" y que en ese momento, cuando llega a Sevilla en su última etapa y allí el personal quiere que obras como el apostolado de la Cena o el mismo Descendimiento malagueño sean más "suavitas", es cuando él dice algo así como "ahí os quedáis todos que yo hago lo que me da la gana". La relación, por tanto, con Guzmán Bejarano no terminó bien; pudo empezar bien, es cierto que ayudó a mi padre en un tiempo, pero Luis se tuvo que ir de allí porque un artesano no es lo mismo que un artista. Luis era más que un maestro de la talla, era un artista con una potencia y una personalidad que no la podía aplastar nadie. No quiero decir que esa relación fuera negativa; al contrario, a Luis le ayudó la experiencia que tuvo con Guzmán Bejarano. Lo que es negativo es la leyenda que se forma a través de eso.

También fue conflictiva la historia con los Garduño por la autoría de la Virgen de la Salud. En Triana se mueve una leyenda sobre eso que es falsa. Además, Sevilla pierde con todo ello una de las etapas más interesantes de Luis, que es la última. Luis muere matando, no muere en declive. De hecho, cuando labra el San Andrés para la Cena de Sevilla hace hasta una nueva versión del Cristo para esa cofradía que sabía no le dejarían hacer.

Además de las nuevas figuras para Málaga, ¿qué otros proyectos tiene entre manos?

Hay un proyecto importante e interesante: el monumento a Luis Ortega Bru en la ciudad de Sevilla. Hay ya una localización prevista y voy a empezar a trabajar en ello jugando con el realismo expresionista, con el estilo de Luis y con un aire de abstracción. Quiero empezar a modelarlo en San Roque porque allí, como otras veces, siento yo una conexión más potente con mi padre. Luis decía "yo vengo a San Roque a sacar la savia, me renueva la sangre". También para San Roque está previsto un grupo de la Oración en el Huerto, un proyecto con dificultades económicas pero que todos esperamos llegue a buen puerto.

A nivel expositivo me gustaría moverme en un proyecto largo en el tiempo que girase en torno a la ausencia de esos pensadores que ha tenido el siglo XX europeo, ya que ahora estamos huérfanos de pensamiento. En realidad, tengo dos proyectos relacionados que son muy interesantes en los que yo me veo con fuerza e ilusión enorme porque sé que va a ser mi obra. Como te decía antes, yo he sentido ya la "bofetada" de mi padre y que me diga "ya está bien, ahora sé tú mismo, llega hasta donde puedas llegar". Ha sido una liberación y ha coincidido con 63 años y precisamente en este año, el año de su centenario. Y ha sido un trabajo de planteamiento y reflexión muy profundo que he vivido desde el espíritu y la técnica.

Además de desearle mucha suerte con todos esos proyectos, debo decirle que no tenía pensado rematar esta entrevista con la figura de su padre, pero a raíz de tanto falseamiento y tanta leyenda urbana que me cuenta circula sobre Luis Ortega Bru, no puedo evitar que termine con una recomendación a todos aquellos que deseen acercarse sin prejuicios a su obra. Cómo debe abordar realmente el público la trayectoria de su padre.

Yendo al Museo Ortega Bru de San Roque porque allí está todo. Allí van a ver la obra más completa y los bocetos más vanguardistas. Por otro lado, en ciudades como Málaga, Córdoba, Sevilla, Huelva o Cádiz hay patrimonio de mi padre. Qué se acerquen allí y a otros lugares que también conservan obras porque eso está ahí y va a seguir vivo. Qué lo conozcan un poco más porque vamos a seguir hablando de Luis Ortega Bru independientemente de su centenario. Es un referente cultural andaluz como Paco de Lucía y otros muchos artistas que son reconocidos dentro y fuera de Andalucía. Por tanto, que se acerquen a la obra de Luis desde ese nivel. Una obra que, por otro lado, tiene un poder de comunicación extraordinario. Insisto, eso sí, que para tener una visión completa hay que ir a su museo de San Roque porque allí está prácticamente todo.

 

 

Volver          Principal

www.lahornacina.com