FERNANDO MURCIANO ABAD

Jesús Abades


 

¿Qué tiene tu trabajo que, por lo general, suele gozar de la aceptación del público?

La verdad es que no lo sé. Siempre me ha gustado mucho el arte y soy un estudioso del tema. Yo intento en mis obras beber de las mejores fuentes y quizás el motivo sea que siempre procuro darles un toque antiguo a la vez que introducir en ellas las nuevas técnicas que existen en imaginería.

¿Y no tendrá que ver que todo el mundo hable bien de ti y alardee de tenerte como amigo?

Tengo amigos, pero también tengo celos laborales. Por mi parte, procuro ser amigo de todo el mundo. Yo no tengo complejos y soy claro como persona y como profesional, me muestro siempre tal como soy y esto es lo que hay.

¿Cuántos años llevas en la profesión?

Desde el colegio era muy habilidoso en dibujo. Tras terminar octavo de EGB, entro en la Escuela de Artes y Oficios, donde conozco a Jesús Santos Calero, quien fue mi maestro de talla y me dio la oportunidad de entrar en su taller. Fue en 1989 y recuerdo que se encontraba restaurando al Cristo de los Javieres, ya que le habían partido el brazo derecho unos ladrones que, de noche, entraron en el templo. En 1992, acabo mi formación en el taller y entro a trabajar durante 18 meses en el taller de restauración Forja 21. Mi primer estudio lo monto en 1994.

Y con el ego del artista, ¿cómo te llevas?

Eso es muy peligroso. No hay que olvidar nunca que en este oficio siempre se está aprendiendo. Yo no soy ni más ni menos que nadie. Mi maestro, Jesús Santos Calero, siempre me decía que intentara ser el mejor o uno de los mejores porque así nunca me faltaría trabajo.

¿Y cómo se mantiene la creatividad durante todo ese tiempo?

Con el tiempo ganas más creatividad y con más realismo, pues llegas a definir lo que tenías en el pensamiento.

¿Existe la cultura artística en nuestra sociedad?

Muy poca, por no decir casi ninguna. Por otro lado, también existe en nuestra sociedad mucho amiguismo.

Hay imagineros que sostienen que cada obra es, en el fondo, un misterio y que incluso para su autor es imposible llegar a conocerla, ¿estás de acuerdo?

El sentimiento que le das a una obra es inexplicable, aún así creo que también hay que darle intencionadamente un misterio, sobre todo a la hora de realizarla.

¿La experiencia ayuda a manejar mejor la gubia?

Mucho más. Por desgracia, en este oficio muy poca gente sabe manejar muy bien la gubia.

¿Un buen tallista puede ser un buen imaginero si se lo propone?

Son grandes profesionales de la talla, la ornamentación y los volúmenes, y manejan muy bien las gubias. Ahí tienes a grandes maestros como Durán, Castillo o Verdugo. Pero, al igual que los doradores, hablamos de una habilidad distinta y de un concepto distinto a la hora de realizar una pieza.

¿Qué factores hacen posible que elijas un proyecto y rechaces otros?

La ilusión con la que te entran y también el factor económico, porque en nuestra sociedad el dinero es un valor muy importante. De todas maneras, hay veces que queda por encima la envergadura de un determinado proyecto.

¿Qué iconografía te gustaría ahora mismo cultivar?

Todo lo que sea de talla completa y tamaño natural.

Pero eso en Sevilla es difícil, ¿no?

Lo que es difícil es pagarla. También es cierto que en el entorno sevillano a la gente lo que le gusta es que se mueva la ropa.

¿Cómo calificarías el nivel que existe actualmente en tu trabajo?

A nivel sevillano hay de todo: bueno, mediocre, malo y muy malo. En Córdoba, el nivel es más que aceptable y, desde luego, mejor que el de Sevilla. También me gusta mucho el levantino Hernández Navarro.

¿Cómo es aprender y trabajar codo con codo con Miñarro?

Es un placer. Miñarro es profesor, ante todo, le gusta enseñar y a mi me gusta aprender, así que imagínate. A nivel personal, es una persona fantástica.

¿Por qué obra de un imaginero clásico sientes especial debilidad?

Por la de Montañés, Mesa, Arce, Roldán, La Roldana, Cristóbal Ramos, Juan de Astorga, Salzillo, Mena...

¿Y cuál es la que más te ha inspirado en tus creaciones?

Sebastián Santos puede que no esté a la altura de los anteriores, pero transmitía a sus obras un sentimiento como pocos escultores lo han hecho. Además, hay que sumar las calidades técnicas y de su policromía, el trato exquisito que le daba a las tallas y el gusto por el detalle. Todo eso siempre me ha entusiasmado. También Miñarro me contagió ese detallismo a la hora de tratar una obra.

Háblanos de Pedro de la Rosa, imaginero amigo tuyo y fallecido hace unos años en trágicas circunstancias.

Era bordador a la vez que imaginero. Como bordador era maravilloso y como imaginero tenía trazos impresionistas, con un estilo cercano a La Roldana pero más tosco, aunque con un gran encanto. También era un gran trabajador, fíjate que en dos meses hizo un belén de tamaño casi natural para Cajasur, en barro policromado, al tiempo que llevaba un taller de bordados. Como persona era estupendo.

¿Ganar la Bienal Sebastián Santos es llevarse el Goya de la imaginería?

Date cuenta, precisamente, de lo que representa para mí el titular del certamen. Fue una alegría inmensa, ya que la Inmaculada ganadora la hice expresamente para el certamen.

¿Te abrió el premio muchas puertas en tu trabajo?

No. Me dio prestigio, pero no recibí más encargos por ganarlo.

Por último, ¿qué le pides al 2006?

Que llegue mi momento.

 

Galerķa de Fotos

 

Fotografías de Fernando Murciano Abad y Sergio Cabaco

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