JESÚS PASCUAL

Jesús Abades (31/12/2021)


 

"Rodando ¡Dolores, guapa! me he dado cuenta que la Semana Santa no es un tema de hermandades sino de imágenes"

 

 

Tu documental ¡Dolores, guapa! ha tenido mucho éxito desde su presentación en el pasado Festival de Cine de Sevilla. Tiene su origen en el famoso video de los jóvenes cofrades tomado en el barrio sevillano del Cerro del Águila, un corte que se hizo viral y dio origen a una gran cantidad de comentarios, memes, discusiones, etcétera. ¿Cómo se te ocurrió tomar esa secuencia como punto de partida para el documental?

No fue el vídeo en sí lo que me llamó la atención, sino las reacciones que hubo con el vídeo. Inmediatamente, cuando salió el vídeo, casi todas las reacciones en las redes sociales estaban cargadas de homofobia, plumofobia, incluso de clasismo, y me llamó la atención, sobre todo, por ser gente que no sabían bien lo que estaban viendo. Realmente, la escena del vídeo no me parece escandalosa, ni siquiera sorprendente, porque, con poco que vayas a ver la Semana Santa, ves a gente igual de emocionada, y no es algo que llame la atención. Sin embargo, ese vídeo en concreto sí llamó mi atención porque había otros factores que entraban en juego y que interpelaban a mucha gente, por decirlo de alguna manera. Entonces, a raíz de esas reacciones, entiendo que hay algo que hay que explicar aunque sea un mundo que no conozca al cien por cien porque yo no estoy dentro del mundo de las cofradías. Por ahí empiezo a gestar la idea y a leer sobre la Semana Santa. Busqué en la historia de la Semana Santa de Sevilla más heterodoxa, sobre la que hay poco, y ya luego, el papel del "mariquita" dentro de la Semana Santa, sobre lo que no había absolutamente nada, salvo pequeñas menciones como las de Chávez Nogales, pero algo muy de pasada. Fue entonces cuando decidimos hablar con gente para ver qué nos encontrábamos y así se desarrolló todo el proceso del documental.

La verdad es que fue curioso porque en Semana Santa se ve y se escucha de todo, cosas iguales y otras mucho más estrambóticas. Recuerdo a Antonio Gala contar que una vez en Sevilla, una anciana que estaba a su lado le pidió a una imagen que la curase de su mal y luego que se muriesen todos los que entonces nos gobernaban. Creo que esa anécdota de Gala refleja el carácter tan contradictorio y tan visceral que tenemos en Andalucía, sea cual sea el fenómeno cultural que abordemos o en el que participemos.

Las imágenes funcionan como canalizadoras de muchas cosas. Son imágenes que nos preceden y que seguirán aquí cuando ya no estemos. La gente pone en ellas una serie de cosas y de alguna manera esperan recibir otras. En ese sentido, la relación con las imágenes y lo que ellas significan dentro de la sociedad tienen todo que ver con la misma, con sus características y su idiosincrasia. Si en Andalucía, que nos acusan de fatalistas y de tener un pensamiento trágico, pues eso también tiene que ver con la relación con las imágenes y esa dualidad y ese carácter enfrentado. Yo creo que todo está ahí, en la manera en que nos relacionamos con ellas.

Carlos Amigo Vallejo, arzobispo de Sevilla durante mucho tiempo, desplegó una labor pastoral con la que se mostró especialmente interesado en que el colectivo LGTBI se integrara y volviera a la Semana Santa como parte fundamental de la misma. De hecho, nosotros hemos oído desde algunas instituciones, entre ellas dicho arzobispado, que si todas las personas que forman el colectivo, abiertamente o no, salieran del mundillo de la Semana Santa, muchas de sus celebraciones se quedarían casi desiertas.

Sin tener un conocimiento exhaustivo del tema, creo que salta a la vista, y con poco que rasques, te das cuentas de ello, ya no solo por la cantidad de personas que pertenecen al colectivo y están en las hermandades, sino por la implicación y la aportación tan tremenda que tienen y han tenido históricamente. En el documental salen dos dichos que lo comentan y que vienen a afirmar que sin "maricones" las cofradías ni saldrían a la calle, ni tampoco les harían altares ni llevarían flores. Ha sido una relación muy estrecha, así como unos espacios que, históricamente, estas personas han tenido para poder ejercer funciones específicas en ellos y poder así tener también un reconocimiento y un prestigio que el resto de la sociedad no les daba. Al final hay unos intereses y unas fascinaciones comunes. Llegan a una hermandad y se encuentran con personas que les entienden y que saben el idioma que hablan, por lo que ha sido también un encuentro de creación de códigos.

La Semana Santa, siendo una fiesta oficialmente religiosa, ha conseguido reunir a muchas colectividades. Gente de un signo totalmente dispar y que, a priori, podría entenderse totalmente contraria a ella, se han implicado totalmente como espectadores e incluso de forma activa dentro de las hermandades. Recuerdo que Julio Anguita decía que era una fiesta muy sensual y profana dentro de lo religioso. Y creo recordar que María Galiana, que también es cofrade, habló de ella como fiesta muy solidaria y muy nuestra, abierta a todo el mundo. También teólogos e historiadores del arte han dicho que en la Semana Santa todos tienen cabida.

Totalmente, además eso es una cosa que queríamos plasmar: la Semana Santa como símbolo de lo que sería Sevilla, tratar la Semana Santa como Federico Moreno y gran parte de la sociedad sevillana la ven, como la fiesta real de la ciudad, en contraposición de la Feria de Abril. María Galiana y Julio Anguita llevan razón. Rodando el documental me he dado cuenta, además, de una cosa: no es un tema de hermandades, aunque por supuesto tengan muchísimo peso en la articulación de la sociedad y en los distintos caracteres de cada una de ellas, es un tema de imágenes, que es lo que tira mucho más. La devoción a la imagen funciona como una especie de tótem con un valor transcendental y, al mismo tiempo, humanizado. En las imágenes quedan cristalizados muchos recuerdos y vivencias familiares, el sentimiento de pertenencia a un barrio y muchas cosas más a nivel social. Luego tiene mucho que ver también con lo que dice María Galiana: es una fiesta de Sevilla en la que, no es que toda la sociedad tenga cabida, sino que se ha construido a partir de las aportaciones de toda la sociedad. Entonces es completamente injusto considerar que la relación con la Semana Santa sea más legítima con unos que otros, aunque realmente haya sido así. Incluso si se definiera así, el papel del "mariquita", probablemente, sería más legítimo por aportación y por presencia bastante grande.

Has hecho hincapié en que ¡Dolores, guapa! no está hecha por un cofrade ni por una persona con participación activa en la Semana Santa. Lo dijiste también en el Festival de Sevilla. Por tanto, ¿qué perspectiva has adoptado como cineasta desde la distancia? ¿Sociológica? ¿Antropológica?

A ver, yo de pequeño sí tenía fascinación por la Semana Santa. Era el típico niño capaz de decir qué hermandad estabas viendo solo con mirar su paso de palio. Luego, es verdad que eso lo perdí en la adolescencia, y ahora, disfruto mucho de la Semana Santa con un poquito más de distancia. En ninguna de las hermandades hago vida, pero disfruto de la fiesta, y cuando me tuve que acercar al tema y a las personas que aparecen en ¡Dolores, guapa!, siempre insistí mucho en que no iba a faltar el respeto a nadie. De hecho, quise tratar el tema de forma distinta porque creo que el problema venía de cómo se había tratado antes, caricaturizando o ridiculizando, buscando el típico reportaje callejero que saca a un señor o a una señora que tiene una imagen en su casa y le hace preguntas como "¿tú le hablas a la Virgen?" y cosas así para conseguir morbo y ridículo. Yo quería hacerlo de verdad, con rigor, o por lo menos, lo pretendía en ese sentido, como persona que se acerca a un mundo sobre el que puede tener intuiciones, o que puede conocer superficialmente, pero al que no pertenece. Por eso quise un poco avisar a los participantes de la distancia que yo tenía con ello. Las preguntas y la información obtenida han sido siempre desde el respeto y tratando a la gente entrevistadas como personas, no como personajes.

 

 
 

 

¡Dolores, guapa! se estrenó en Sevilla, como he dicho, y lo habéis presentado en Madrid, en el LesGaiCineMad 2021, uno de los festivales internacionales de cine LGTBI más importantes de España. ¿Qué distribución le espera al documental? ¿Tenéis previsto otras vías para que toda la gente interesada lo pueda ver?

Precisamente, después de esta entrevista tengo una reunión con el distribuidor y con Antonio Bonilla, que es el productor, y vamos a discutir un poco esas vías, porque pretendemos que tenga rodaje en más festivales, y luego que esté en las plataformas. Nos lo están pidiendo también mucho desde las universidades, profesores que la quieren poner en clase o para jornadas sobre cultura andaluza y demás. Nosotros encantados, porque cuanta más gente pueda disfrutar de ella, mejor, pero de momento no hay ninguna línea fija.

Tu anterior trabajo fue Miarma, otro documental a menor escala, de siete minutos de duración, en el que abordabas la dificultad que tienen las drags en Andalucía a la hora de expresarse usando ciertos elementos y simbologías relacionados con ritos y tradiciones sagradas.

Sevilla es una ciudad delicada. Cuando estrenamos Miarma, en el MK2 de Cines Nervión, un profesor que fue al estreno nos preguntaba si estábamos nerviosos precisamente por eso, porque decía que es una ciudad delicada. A la persona de Sevilla le importa mucho que se haga justicia, sobre todo cuando son cosas que le importan, y le gusta que se haga con rigor y seriedad. También es evidente que hay una parte de Sevilla con unos sectores muy conservadores, dentro de la ciudad y en el contexto de las hermandades y sus juntas de gobierno. Esto último ya se denunciaba en los 70 y los 80, que al decir "nuestra Semana Santa de nuestra ciudad", en realidad se referían a una parte muy pequeña de Sevilla que eran ellos, los conservadores. Esto tiene que cambiar, y no porque toda la sociedad tenga que entrar a formar parte de la Semana Santa, sino porque toda la ciudad tiene algo que decir sobre la Semana Santa, tanto la gente ajena como la involucrada. Por ejemplo, el que tenga un comercio o la que esté en su casa estudiando y les pase por delante de su puerta o por debajo de su ventana un paso. Todos ellos tienen algo que decir sobre ese paso en particular y sobre la Semana Santa en general. Eso es quizás lo que puede escocer a algunos sectores, el que todos puedan manifestar algo sobre estos días de procesiones, y bajo mi punto de vista, el antídoto en contra de la postura de esos sectores, es pronunciarse todavía más fuerte.

¿Todas las perspectivas que se recogen en ¡Dolores, guapa! te han parecido enriquecedoras y positivas o hay alguna que te haya resultado un poco tóxica o que conlleve una doble moral?

Todo aporta al documental y a la historia que se quiere contar. ¡Dolores, guapa! tiene perfiles, pensamientos y posicionamientos muy diferentes, pero era lo que íbamos buscando, enseñar justamente eso, que la Semana Santa es una cosa transversal, que permea en la opinión de todas las personas de Sevilla y que hay muchas formas de acercarse a la Semana Santa. No solo la religiosa, que es la que desde fuera se puede entender más evidente, sino que hay muchísimas otras y que, por supuesto, la gran mayoría de público, cuando hay una procesión, no está compuesto por personas religiosas o católicas tal como dice El Vaticano, sino que hay derivaciones hacía los ateos, los no religiosos o incluso los de otras religiones. Por otro lado, dentro de las personas que, de alguna manera, profesan la fe católica hay muchas derivaciones con respecto a la doctrina oficial. Lo que quiero decir es que gente de todos los perfiles entran a formar parte de la Semana Santa y es lo que queríamos demostrar. Claro que hay testimonios en el documental que los veo más cercanos, mientras otros son más lejanos, al igual que los hay con los que me identifico más o menos, pero la idea del documental no era dar mi idea o visión sobre la Semana Santa ni mi visión del "mariquita" en la Semana Santa, sino intentar que fueran los demás quienes acotaran con sus testimonios y sus discursos.

Tu documental me recordó por momentos al clásico "Ocaña, retrato intermitente" que Ventura Pons rodó sobre la figura de Ocaña, un entrañable artista al que por desgracia perdimos muy pronto y que no sé si conoces. Creo que hubiera sido impagable contar en ¡Dolores, guapa! con la opinión de Ocaña.

Desde luego que lo conozco, y hubiera sido impagable, la verdad. Yo tengo devoción por Ocaña y será para mí siempre un referente en mi vida. Al primer orgullo que fui me hice una camiseta con la cara de Ocaña, lo tengo en un altar. Me hubiera encantado, porque, además, seguro que tendría muchas cosas que decir sobre la Semana Santa y sobre todo lo que trata el documental.

 

 
 

 

Se dice que en España estamos viviendo unos tiempos en los que hay muchos derechos en el colectivo, sobre todo en comparación con el resto del mundo, pero que sin embargo cada día, a la vista está, hay más indicios de agresiones, delitos de odio, violencia verbal, etcétera. Vemos también que en ámbitos muy especiales como el deporte hay voluntad de apertura, lo que puede parecer contradictorio. ¿Cómo ves la situación en general?

Veo un clima de retroceso en muchos aspectos. Yo por ejemplo tengo miedo a salir a la calle, cosa que no tenía antes. Es además una sensación de miedo latente que va creciendo y creciendo. Creo que es importante un compromiso y un posicionamiento, y hacer acto de presencia en espacios donde se nos pueda mirar mal o nos podamos sentir de alguna manera incómodos. Hay que reivindicar también ciertos espacios, y dentro de esos espacios, la calle, que es nuestra también, así como muchos espacios, lugares físicos de muchas comunidades de las que también formamos parte, pues estamos dentro de la sociedad. Pero yo te diría sobre todo ese clima de retroceso que voy notando y del que hablo con mis amigos, que también lo perciben. Hay un miedo que va creciendo, y contra eso, yo creo que hay que ser claro y tener un posicionamiento firme.

Manifestaciones de la ultraderecha con insultos en contra del colectivo LGTBI, misas en España en honor al dictador que tienen como espacio un templo que también es espacio para la Semana Santa, exhibiciones de banderas fascistas por personas abiertamente homófobas... ¿No crees que cierta simbología debería de estar prohibida por un Estado que, ante ciertas conductas, parece mirar hacia otro lado, y que la Iglesia debería separarse de ciertas corrientes políticas, o de la política en general, y no seguir permitiendo este retroceso?

La Iglesia no puede separarse de la política porque, como institución histórica que es, es política de por sí, y todo lo que haga la Iglesia forma parte de la vida política, tanto en España, como en Andalucía. Lo que yo creo que tiene que mirar la Iglesia muy bien es qué tipo de política está haciendo. Creo que por principio no puede alejarse de la política, de hecho creo que sería un poco contradictorio para ella misma, ya que su presencia en este y en cualquier país supone una presencia política. Cuando les preguntábamos sobre el tema a las personas que aparecen en ¡Dolores, guapa! uno de los argumentos más fuertes era: "la Iglesia está formada por hombres, y hay hombres buenos y hombres malos, y hombres menos buenos y hombres menos malos, como en una sociedad, como en una empresa o como en lo que sea". Y hablaban de una Iglesia que, en parte, es a la que le importa la Semana Santa. Creo que era Núñez de Herrera quien decía que los dos grandes enemigos del cofrade han sido siempre la autoridad eclesiástica y la autoridad política, y la Iglesia a la que se refieren en el documental es esa iglesia cotidiana del día a día, la de pequeños gestos de personas. Me estoy acordando ahora de una de las participantes de ¡Dolores, guapa! que dijo algo así: "claro que habrá curas que me criticarán y que condenarán el hecho de que yo sea una mujer trans metida en una hermandad, pero también en mi hermandad lo que he encontrado son señoras mayores a las que les he dicho "llamadme Alejandra" y me han dicho, "pues estás guapísima Alejandra". Creo que ahí se está hablando de otra Iglesia.

Me gusta especialmente un testimonio por la parte que me toca. Ha sido el de Manuel Caliani, uno de los artistas con los que contamos siempre en La Hornacina. Me gusta mucho que se aporte la perspectiva de una persona del colectivo que vive personal y artísticamente hoy en día el mundo de la Semana Santa.

Esto ha ocurrido siempre, no es algo nuevo. Lo único nuevo que podemos situar en el documental, por decirlo de alguna manera, era denunciar una realidad que existe. No es un documental transgresor, más bien muestra una realidad que existe y que siempre ha existido y no había ni que inventarla ni hacer ningún tiempo de acción o movimiento. Lo que ocurre es que cuando se habla de ella, a mucha gente le sigue picando. Manuel fue generosísimo con nosotros, tanto él como su pareja. Nos abrieron las puertas de su casa y de sus talleres. Grabamos una tarde con un calor tremendo, y el testimonio de Manuel fue muy valioso porque nos habló de todo: casos de homofobia, cómo actuar en caso de homofobia dentro de hermandades... Una pena que salga tan poquito porque, de una hora más o menos que teníamos grabados con cada uno de los participantes, solo se pueden utilizar unos cinco minutos. Manuel también nos comentó cómo antes algunos imagineros usaban a sus sobrinas o a sus mujeres como modelos para basarse a la hora de crear imágenes, y que es normal que un hombre que convive con otro hombre y sea imaginero, use los modelos anatómicos de su pareja como referencias de cuerpos para imágenes. Su testimonio fue muy generoso porque yo entiendo que, para personas que viven de esto, un posicionamiento personal como el de Manuel, dando la cara, podría resultar negativo.

Yo tenía claro que yo no quería hacer un documental de anonimatos e historias raras. Vi uno de la BBC que me pareció horroroso porque el entrevistado tenía la voz distorsionada y la cara pixelada, que más parecía que estaba allí para confesar que había robado un banco, que para decir que era gay y que estaba en una hermandad, y encima con una música de tensión de fondo que, la verdad, daba miedo. Yo quería todo lo contrario, plasmar lo más cercano a lo que se vive y a la naturalidad con la que se vive. Nada de caras tapadas ni voces distorsionadas aunque vinieran del hermano mayor de la hermandad más popular. Ese testimonio no me valía, yo quería que hablaran sin tapujos y sin complejos, y que de verdad lo pudieran hacer. Muchas personas con las que contactamos, y que precisamente se dedican al arte cofrade y viven de ello, no quisieron formar parte, y por supuesto, lo entendimos porque se exponen a una precariedad importante ya que todavía por ello hay hermandades que pueden dejar de llamarlos para trabajar. Entonces, yo agradezco a todas las personas que han participado, sobre todo a las que tenían en juego también sus ingresos, y lo digo así directamente.

 

 
 

 

Has comentado antes el tema de la transgresión, sin embargo yo no calificaría el documental ¡Dolores, guapa! como una cinta transgresora, ni tampoco pionera porque, aunque no estén dentro del formato documental, películas como "Madre amadísima" (2009) o "Mi querida cofradía" (2018) han abordado en las últimas décadas la presencia de los gays y de las mujeres en la Semana Santa, respectivamente; la primera de forma más crítica con momentos dramáticos, y la segunda más satírica, aunque siempre denunciando el segundo plano de la mujer en el mundo cofrade, que también padece una gran brecha de género.

Ha sido un mundo ocupado prácticamente en su totalidad por el hombre. Hasta los años 70 o los 80 las hermandades eran casi clubes de caballeros. Yo tampoco creo que el documental haya sido transgresor, otra cosa es que haya gente que no le pueda hacer gracia ciertas cosas, pero yo sé cuál es mi postura. No íbamos buscando transgresión, ni mucho menos. Se podría haber hecho otra cosa más subjetiva, pero mi intención era, simplemente, acercarnos a este fenómeno con curiosidad y plasmarlo.

Sin embargo sí he visto acercamientos hasta ahora inéditos en el cine sobre la imaginería que rodea la Semana Santa, y no me refiero a las imágenes titulares, sino a cosas materiales como cuadros, velas o estampas, e inmateriales, como el ambiente que se respira en torno a la Semana Santa o los recuerdos que evocan la tradición que nos intentaron transmitir los familiares que ya no están, muchos de ellos, entre nosotros.

No es que no coincida, pero es verdad que no era lo que nos habíamos planeado. De hecho había una secuencia de una imprenta, que al final descartamos, en la que salían sin parar impresas estampas de vírgenes y de cristos. La rodamos por introducir esos pequeños fetiches que están en nuestras casas, en nuestra intimidad, y que sirven para humanizar las imágenes. En Andalucía eso es esencial para entender todo este fenómeno. Por ejemplo, a raíz de los traslados del Señor del Gran Poder a barrios como La Candelaria o Los Pajaritos, probablemente haya gente que sea más devota del azulejo del Gran Poder que está en su fachada que de la misma imagen, porque el azulejo lo ven todos los días y a la imagen del Gran Poder, probablemente, ni irán a verla o tardarán mucho en ir. El mismo ejemplo puedo poner con mi abuela, que probablemente era más devota del calendario que tenía en casa de la Macarena que de la misma talla, ya que ella no podía ir o apenas iba a verla.

¿Tienes actualmente otros proyectos que estés preparando? ¿Piensas seguir en el documental o estás planeando ahora algún estreno de ficción?

Actualmente tengo un par de guiones de ficción, algo que también me encanta. La verdad es que me gustaría rodar algo de ficción ahora. El documental me fascina, me gustaría seguir rodando documentales porque creo que es una manera de plasmar temas que te planteas o en los que piensas, como ha sido el caso del tema tratado en ¡Dolores, guapa!, más para un documental que para la ficción. Como te he comentado, tengo un par de guiones de ficción que vamos a intentar moverlos y ojalá podamos verlos pronto.

Y ya para terminar, Jesús, me gustaría que nos hablaras sobre tus referentes cinematográficos, clásicos y contemporáneos, tanto en el caso de ¡Dolores, guapa! como en tu vocación de cinéfilo y cineasta.

Hay de todo. Con el documental he tenido en todo momento la película sobre El Rocío de los años 60. Es cierto que su director, Luis Vergara, hace uso de la memoria y de la Guerra Civil, y se desvía un poco de la romería para desenterrar ciertas historias. Ese no era mi caso, pero el tono de esa película sí era lo que yo iba buscando. También "Lejos de los árboles", "Vestida de azul" o "Paris is burning", este último el documental LGTBI por excelencia. Hay una escena en ¡Dolores, guapa! en la que dos de sus participantes comentan cómo han vestido la imagen de una virgen tomándose una cerveza en una mesa. Es una escena que me hace mucha gracia porque me recuerda a las de "Paris is burning" cuando están comentando sobre los looks, las pelucas, los maquillajes... Eso para este documental. Y luego, en general, como referentes míos, me encanta el cine italiano, Rosellini, Pasolini... También me encanta Almodóvar, es de cabecera. No sé, me gustan un montón.

 

 
 

 

Volver          Principal

www.lahornacina.com