ANTONIO DUBÉ DE LUQUE

Jesús Abades y Sergio Cabaco (15/03/2010)


 

 

A principios del pasado año, presentamos la escultura del Cristo de la Misericordia en su Crucifixión, una obra que ha llevado a cabo para la cofradía almeriense de los Ángeles, cuya Dolorosa también es suya. Queríamos saber cuál va a ser finalmente el misterio a representar y en qué estado se encuentra actualmente ese proyecto.

El misterio será el momento previo a la Crucifixión en que están despojando a Cristo de sus vestiduras. Aparecerá Simón Cirineo soltando la cruz en el sitio que le ordena uno de los cinco soldados romanos que figurarán en el paso; uno de ellos sujetará el cáliz y la corona de espinas, y otro el martillo y los clavos; otro irá desvistiendo a Jesús, y otro, arrodillado, se dispondrá a prepararlo todo para la Crucifixión.

Uno de mis hijos, Antonio Dubé Herdugo, es también escultor e imaginero y será quien haga todas las figuras de ese misterio, que aún no se ha iniciado porque la cofradía debe ejecutar el paso y terminar otros proyectos que tiene pendientes. Habitualmente, yo hago los titulares y Antonio los grupos de misterio que los acompañan, aunque él también posee imágenes titulares propias como el Cristo del Descendimiento de Baeza (Jaén), cuyo conjunto completo acaba de terminar.

Málaga es una de las ciudades que cuentan con más obras procesionales de su mano. Suyas son, por ejemplo, la Dolorosa de la Cofradía de Jesús el Rico y el Nazareno de Salutación.

El pasado mes de Noviembre estuve allí por la salida de otra de mis obras, la Virgen de los Dolores en su Amparo y Misericordia, titular de la Cofradía de Santa Cruz. La Virgen salió con la Banda de la Expiración de Málaga, que toca muy bien, y los hermanos me dieron el honor de llamar al trono. Es la segunda vez que lo hago; mi primera llamada fue al trono de la Virgen del Mayor Dolor, de las Reales Cofradías Fusionadas, otra de mis Dolorosas malagueñas. La Semana Santa de Málaga es muy distinta a la de Sevilla y tiene también una gran solemnidad, estilo y caché. Impone ver esos tronos en la calle a hombros de sus hermanos, acercándose como moles andantes. Es bueno que hayan conservado su idiosincrasia y su personalidad.

También Córdoba es otra ciudad andaluza con numerosas muestras de su producción: el Nazareno de los Reyes y la Dolorosa del Dulce Nombre, ambas de la Cofradía de la Vera Cruz, el Señor del Prendimiento, etcétera.

La verdad es que tengo que dar gracias a Dios porque, tanto en Córdoba como en todas las ciudades para las que he trabajado, he tenido y sigo teniendo muy buena relación con los cofrades. Me siguen consultando cosas y les hago proyectos de muchas ideas. Por proyectar, incluso he proyectado tronos malagueños, que rompen totalmente los esquemas del paso sevillano. Yo cuando hago una imagen, la hago siempre para el paso, el trono o el enclave en cuestión en que va a estar ubicada, así como para las personas a las que dicha imagen va a rendir su función de catequesis. Hay que estudiar muy bien todas esas circunstancias.

Sin embargo, Huelva y Cádiz, dentro de Andalucía, parece que son sus asignaturas pendientes.

He hecho proyectos, lo que pasa es que después no han cuajado porque, como pasa muchas veces en este oficio, la gente se ha ido al artista que se lo ha hecho más barato. En la provincia de Cádiz sí tengo muchas obras. Respecto a Huelva, hace tiempo realicé una Dolorosa de tamaño natural para un particular. Lo que sí he hecho para las cofradías onubenses son varios proyectos de insignias. Yo veo a la Semana Santa de Huelva muy pujante, con nuevos pasos magníficos y mucho impulso actualmente por parte de los cofrades.

Para la Semana Santa de Jaén realizó el Cristo de la Entrada en Jerusalén, una obra muy interesante.

Sí, hice la imagen del Cristo y la Virgen de la Paz que sale bajo palio, y mi hijo Antonio realizó el resto de las figuras del misterio. Lo que más recuerdo de la ejecución del Cristo es el estudio tan profundo que hice de la imagen de la burra sobre la que va montado. Es un ejemplar típico del oriente medio, de ojos achinados y tamaño más pequeño que las españolas, de ahí que el Cristo lleve los pies casi arrastrando por el suelo. También poseen la particularidad de que, cuando cargan, llevan las orejas hacia atrás. En Jerusalén, antiguamente, los reyes, a la hora de ser entronizados, iban montados en burros.

 

 

 

¿Suele hacer estudios tan exhaustivos cada vez que lleva a cabo una obra?

Sí, porque siempre es bueno complementar la formación técnica y artística con datos historicistas y teológicos para que así las obras tengan la unción necesaria para crear devoción. A eso lo llamo yo el estado mental del imaginero con lo que quiere representar en la materia. Es por ello que el estado anímico de cada uno siempre se refleja en cada creación, y varía según el momento en que se encuentre.

En Almería, junto con otras obras, tuvo que afrontar el encargo de reproducir una imagen tan importante como la sevillana Virgen de la Esperanza Macarena. ¿Cómo aborda un imaginero una réplica?

En mi caso, estudiando los tics de la cara que hacen a obras como la Virgen de la Macarena tan especiales. También para Almería tuve un caso similar con la réplica de la Virgen del Rocío, Patrona de Almonte (Huelva). Ambas vírgenes tienen la mitad de la cara distinta de la otra, incluso la caída de los párpados es diferente. En mi opinión, el que hizo el Niño de la Virgen del Rocío fue quien también remodeló la cara de la Virgen y le puso la mirada baja, dándole su éxito total e imprimiéndole de paso, a diferencia de lo habitual, los grafismos del Niño Jesús en el rostro de la Madre. Eso tuvo que suceder a finales del siglo XVIII o principios del XIX.

Para su ciudad natal, ha realizado obras que están dentro de lo mejor de su trayectoria, caso de la Virgen de la Aurora de la Cofradía del Resucitado.

La primera obra que hago fue la remodelación de una talla del taller de Antonio Castillo Lastrucci; para mí, el mejor escenógrafo de la Semana Santa de Sevilla. Se trataba de una obra que ni el maestro tocó, pues falleció al año siguiente y el contrato de ejecución lo firmó ya con la mano temblorosa. Le retallé la mascarilla, que por suerte tenía mucha madera, le hice manos, cuerpo y candelero nuevos y el resultado fue la Virgen de la Soledad de mi Hermandad de los Servitas. Luego realicé la Virgen de Consolación para la Cofradía de la Sed y la de la Aurora para la Cofradía del Resucitado. También tengo obras como el Crucificado de Puerta Real, del mismo tamaño que el Cristo del Buen Fin, el cual restauré junto con la Virgen de la Palma; el Nicodemo de la Cofradía de la Trinidad; las imágenes para la Asociación de las Maravillas; la Virgen de la Caridad de Santa Aurelia, y muchas más.

Otra pieza de gran interés es el San Bernardo que preside la parroquia sevillana del mismo nombre.

Conserva del antiguo la mitra. La imagen anterior era una obra de dos metros y medio de altura, muy hierática. El San Bernardo que yo hice subió al camarín del templo la noche que murió Franco, lo recuerdo perfectamente. Su ejecución costó mucho trabajo al ser de talla completa y tener que desbastar mucha madera para que pesara lo menos posible. Está tallado en pino, mide 170 centímetros de altura y posee el interior de las mangas totalmente hueco, ya que le dejé un grosor a las mismas de apenas 1 centímetro. Fue una obra a la que di un estilo manierista, estando impresa en el libro que lleva la famosa Oración de San Bernardo.

Para la provincia de Sevilla ha realizado también gran cantidad de obras. Por nombrar sólo unas cuantas, tenemos el grupo de la Piedad de El Viso del Alcor, la Virgen de la Alegría de Écija, el grupo de la Aparición del Resucitado a Santa María Magdalena, de Gerena, o la Virgen de la Encarnación de Sanlúcar la Mayor.

Con el Resucitado, el Señor de la Paz, tuve una vivencia espiritual extraordinaria, al igual que con el lienzo de Santa Ángela de la Cruz. Había terminado un Cristo Cautivo e inmediatamente sentí una voz interior que me dijo "siempre me haces sufriendo". Sentí pánico, me encontré mal y decidí que tenía que hacer una imagen gloriosa de Cristo, ya fuese un Resucitado, un Sagrado Corazón de Jesús u otra de dicho tipo. Por aquel entonces, la hermandad de Gerena, a la que había hecho unos dibujos, me preparó un homenaje. Recuerdo que era primavera y antes del almuerzo que organizaron en mi honor, mientras paseaba por los campos del pueblo, volví a sentí una voz interior que, en esta ocasión, me dijo "a la Resurrección". Me entró de nuevo el miedo, pero aguante el tipo por el almuerzo que inmediatamente iba a tener lugar. En dicho acto, la hermandad me comunica el encargo del Resucitado. Lo hice allí mismo, en Gerena y en sólo mes y medio, un tiempo récord para una imagen que, aunque sea de vestir, está completamente anatomizada. Las gubias trabajaron a una velocidad inusual, era algo muy extraño que nunca me había pasado. El 31 de agosto del año 1989 estaba ya el Cristo terminado.

 

 

Ha mencionado su famoso lienzo de Santa Ángela de la Cruz. Cuéntenos qué tal fue su proceso de ejecución.

Lo pinte en el año 1982 con motivo de su beatificación y coincidiendo con la visita del Papa a Sevilla. Fue un proyecto que salió a concurso, siendo elegido mi boceto. Las medidas del cuadro son 230 x 250 cm. Se lo entregué a la Madre María de la Purísima, ahora también en proceso de beatificación. En el lienzo retraté a mis padres en la pareja de ancianos, a mi hija y a mi hijo Antonio como uno de los angelitos. Las manos de la santa son también las manos de mi madre, siendo la silueta del hábito copiada del natural, con la misma altura que tenía Santa Ángela: 151 cm. En un mes realicé la obra a excepción del rostro de la santa. Sufrí mucho para recrearlo y un día acabé perdiendo los nervios y borrando con aguarrás todo lo que hasta entonces había hecho de la cara. Tras una noche de insomnio, a las 8 ó a las 9 de la mañana salté de la cama como un resorte, me dirigí al lienzo y en media hora estaba terminado el rostro tal y como lo vemos ahora. La noche después de la visita de Juan Pablo II cayó una gran tormenta de viento y agua en la ciudad, lo que provocó la formación de una gran pompa en el centro de la pintura. Colegas y amigos como Maireles, Arquillo o Peláez del Espino la daban por perdida; sin embargo, pudo solucionarse el problema gracias a la aplicación de secadores y a la tensión que volvimos a dar al lienzo.

¿Qué opinión le merecen las últimas restauraciones efectuadas por el Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico a las imágenes titulares de su Hermandad de los Servitas de Sevilla?

Respecto a la Virgen de los Dolores, está tal y como yo la dejé hace cuarenta y dos años. Cuando la intervine, tenía una gran cantidad de lagunas en el rostro, por lo que tuve que fijar la policromía existente, estucar donde fue necesario y unificar todo mediante una veladura muy suave.

En cuanto al Cristo, le han descubierto una policromía del XIX que no es la primitiva. José Rivera lo repolicromó cuando lo restauró y esa policromía es la que se ha eliminado. En esa época, los criterios de restauración eran muy distintos de los de ahora. Además, la policromía de Rivera estaba muy deteriorada por la gran cantidad de humedad y humo de las velas que suele acumularse en la capilla.

Hace unos años, usted dijo echar en falta más gusto por el academicismo y el romanticismo en la imaginería de hoy en día, ¿sigue pensando lo mismo?

El neobarroco tiene, a mi juicio, una forma equivocada de interpretar el barroco, ya que emplea escorzos y un naturalismo muy exagerados. Es como si se produjera una mezcla entre el barroco sevillano y los violentos movimientos de Miguel Ángel, con reminiscencias del Cinquecento florentino. Yo creo que el naturalismo no debe ser soso ni nimio; todo lo contrario, las figuras deben tener fuerza y dramatismo, pero para ello no hace falta utilizar ademanes tan bruscos como los que se ven ahora. En la escuela castellana, por ejemplo, eran muy dados a forzar los rasgos y a ridiculizar las imágenes secundarias, tanto por su villanía como por destacar siempre la figura del Cristo. Esos amaneramientos y retorcimientos se ven mucho ahora en todo tipo de obras. Se hacen imágenes muy correctas, por supuesto, pero siempre hay que tener cuidado con lo anterior.

Para Cuenca, labró hace unos años un grupo del Bautismo de Cristo que para algunos en su obra cumbre.

Yo no puedo decir que sea una obra cumbre, pero sí una obra a la que tengo muchísimo cariño y que en Cuenca cayó muy bien; de hecho, dijeron allí que desde Luis Marco Pérez no había entrado obra tan buena en su Semana Santa. Es de talla completa, el Cristo está hecho en cedro y el Bautista es de caoba. El santo mide 190 centímetros, y el Cristo, si estuviese de pie, llegaría a los 2 metros de altura. El Bautista actúa como una especie de dosel del Cristo.

En su formación han intervenido nombres tan variopintos como Juan Miguel Sánchez, Manuel Echegoyán, Eduardo Acosta o Miguel Pérez Aguilera.

Sánchez fue quien me enseñó a dibujar y, al igual que Pérez Aguilera, el uso del color. También tuve como maestro a Maireles. De Eduardo Acosta recibí un aprendizaje más académico. En el colorido también recibí las enseñanzas de José Molleja. En cuanto a Manuel Echegoyán, un escultor con muy poco reconocimiento que realizó, entre otras obras, media fachada del Ayuntamiento de Sevilla, lo tuve como maestro de vaciado. En mi época de aprendizaje recibí también formación de orfebre, para lo cual conté con las enseñanzas de Emilio García Armenta.

 

 

 

De usted también han aprendido muchos artistas.

He tenido más de treinta discípulos y a algunos de ellos todavía les sigo orientando y dando consejos. Un grupo de ellos me dio incluso un homenaje. Yo me siento muy orgulloso de todos y a todos les he enseñado por igual, dejando siempre que fluyera su propia creatividad en su trabajo. Algunos, como Darío Fernández, Jaime Babío o Rafael Martín Hernández despuntaron desde un principio como escultores. Otros, como Filter Peinado, se han dedicado más a la restauración que a la imaginería. A todos los quiero mucho porque son hijos artísticos míos y a todos, incluido mi propio hijo Antonio, les he fomentado la enseñanza académica en Bellas Artes porque, en la imaginería, es el abecedario que uno necesita para poder escribir la novela.

Las influencias clásicas en su obra son muy peculiares, pues más que los habituales Montañés y Mesa, usted ha vuelto los ojos hacia otros maestros como Roldán, Astorga o Montes de Oca.

A mí siempre me han fascinado todos los escultores antiguos de renombre, porque soy autodidacta y no he aprendido en el taller de escultor alguno, sino estudiando mucho, equivocándome y volviendo a corregir hasta obtener el resultado deseado, para lo cual son especialmente importantes los estudios sobre anatomía. Para mí esos artistas son como dioses y me extasío con sus obras. No hace mucho, en el Convento de San Leandro, me volví a quedar maravillado ante la Cabeza de San Juan Bautista de Martínez Montañés, muy parecida a Jesús de la Pasión. Ruiz Gijón fue otro artista que tuvo un gran mérito, ya que su obra supuso un adelanto del barroquismo del siglo XVIII.

Aunque su faceta de imaginero es la más conocida, todos coinciden en que usted es un gran pintor y dibujante.

Como pintor he hecho mucha obra sacra, pero también muchos retratos, bodegones, paisajes, óvalos con flores y otros temas civiles. Un estilo que me encanta, aunque no lo haya seguido, es el impresionismo, porque me gustan mucho las obras con textura, en las que la pincelada sea visible. Sin embargo, mi estilo pictórico ha sido siempre figurativo.

¿Nunca ha pensado en organizar una exposición monográfica de pintura?

No, nunca he podido hacer una exposición monográfica ni como pintor ni como escultor porque siempre he carecido de tiempo para ello.

Por último, Antonio, nos gustaría saber que proyectos le aguardan para las próximas fechas.

Ahora escojo mucho mi trabajo. Estoy realizando una Dolorosa para la Cofradía del Prendimiento de Ciudad Real y un busto de Cristo que tiene como destino una colección particular. También tengo el proyecto de realizar un Cristo Nazareno para la Asociación de la Caridad de Santa Aurelia (Sevilla) que no quiero que sea una obra convencional.

 

 

Fotografías de Alejandro Cerezo (Málaga) y Joaquín Fernández Reyes (Jaén)

 

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